“Me hubiera gustado formar mi propia familia”. Lo dijo José Amado Aguirre, un sacerdote polémico. En su pequeña casa de Oliva, el cura cumple 28 años de castigo y ostracismo por haberse pronunciado a favor del divorcio. Formula una fuerte crítica a la Iglesia.
Las cabezas de un chancho del monte y de dos corzuelas penden de la pared de la pequeña biblioteca donde nos recibe el sacerdote José Amado Aguirre.
Son piezas de su época de cazador con escopeta, por campos del norte de Córdoba, allá donde nació. El religioso acomoda unas sillas junto a una bicicleta fija de ejercicios, apaga el televisor que tenía a alto volumen y se dispone a conversar entre Cristos, libros, Vírgenes y fotos viejas que nos observan desde los costados.
Es su casa de la ciudad de Oliva, a casi 100 kilómetros de la capital cordobesa, donde lleva 28 años viviendo castigado debido a que en 1986 se atrevió a defender el divorcio civil.
–Usted siempre se definió como un hombre al que le gusta pensar con libertad. ¿Alguna vez sintió que se equivocó al haber elegido una vida como sacerdote de la Iglesia Católica?
–No, justamente porque estoy convencido de la doctrina de Cristo, estoy obligado a buscar la verdad, aunque sea en contra de la misma Iglesia, porque el don de la infalibilidad no se le puede aplicar al hombre. Todos los hombres son falibles, principalmente el papa.
Es increíble que la Iglesia haya tardado siglos en reconocer los atropellos abominables que ha hecho contra la razón. Durante seis siglos mantuvo la jerarquía de los tribunales de la Santa Inquisición, admitiendo las torturas para el proceso de los tribunales eclesiásticos.
Es una vergüenza. Ningún Estado ha tenido tanta obsesión para matar porque alguien no adopte una idea, que la Iglesia dice que es dogma de fe.
–Esta institución, que usted eligió, es la que lo ha hecho padecer por planteos públicos que ha hecho. ¿Valieron la pena los problemas, las censuras, el aislamiento por las opiniones que sostuvo o sostiene?
Fuente: La Voz
Comentar post