Todos los días, la sección de internados oncológicos del Hospital de Niños recibe la visita de un grupo de voluntarios que brinda contención a los chicos, distribuye alimentos, ropa y otros elementos, pero sobre todo regala inmensas cantidades de amor.
Hay que tener mucha fuerza, amor infinito y cuero curtido para llevar adelante la tarea que realizan los voluntarios de la Asociación Civil Soles. Este grupo de gente llega todos los días a la Sala 200 del Hospital de Niños Santísima Trinidad.
No es una sala cualquiera. Allí se distribuyen unas 25 camas en las que niños que están bajo tratamiento oncológico pasan sus horas de internación. Muchos son del interior, y llegan junto a sus familiares con pocos o nulos recursos, y por lo general se tienen que quedar semanas y hasta meses.
Ahí entran a jugar los campeones de Soles. Porque ellos se encargan de hablar, jugar e interactuar con los chicos y con sus papás; reciben en la sede de barrio San Vicente a los pacientes ambulatorios; acercan al nosocomio alimentos, ropa y pañales; y cada vez que pueden reparten bolsones con azúcar, yerba y agua mineral, productos que ante la situación obligada de tener que pasar mañanas, tardes y noches en esos pasillos, se vuelven indispensables como el aire.
Silvia Gervasoni, presidenta de la asociación, recibió a Día a Día junto Flavia Melano, Elsa Colombo y Marina Castro. Ellas, junto a otros 80 colaboradores, se encargan de llevar una luz necesaria.
–¿Cómo y cuándo nació Soles?
–Soles surge como iniciativa de un grupo de personas solidarias que realizaba visitas en el Hospital de Niños allá por el 2000, cuando todavía funcionaba al frente de la Terminal de Ómnibus. Adquieren conciencia de que los papás de los niños que estaban recibiendo tratamiento oncológico tenían necesidades diferentes de las del resto de los familiares, fundamentalmente porque los chicos pasaban mucho tiempo internados. A veces dormían meses en una silla, no había un lugar donde bañarse. Entonces ellos, que la mayoría eran estudiantes universitarios, los llevaban a sus departamentos o a sus casas para darles una mano.
–Y en estos casos las necesidades van mucho más allá de lo material.
–Por supuesto, eran papás que estaban solos mucho tiempo, no conocían a nadie, tenían carencias económicas, mucha necesidad de conversar con alguien y contar sus problemas, sus miedos, sus angustias. En esa época, los chicos se encargaban también de traducir lo que los médicos les decían, en un lenguaje que los padres pudieran entender.
–¿Qué actividades realizan?
–Soles tiene una Comisión Directiva y está dividida en la parte de Asistencia al Socio, RPI o sea medios de comunicación y redes sociales, la Comisión de Hospital y la Comisión de Casita. Con esa división y esa estructura, los 365 días del año concurrimos al Hospital de Niños Santísima Trinidad para ver las necesidades que tienen los nenes y también sus papás. En lo que llamamos Casita (que es nuestra sede de Entre Ríos 2943 de barrio San Vicente) se trabaja de manera permanente con chicos y familiares, se hace acompañamiento de los niños que viven aquí en Córdoba, que generalmente son de estratos muy carenciados. La Subcomisión de Asistencia al Socio se encarga de dar la capacitación a los chicos que ingresan, porque para entrar a Soles hay que hacer un curso. Y después están los chicos de RPI a cargo de David Sobrero, que es la parte más nueva de Soles, y se encargan de difundir y dar a conocer todo lo que hacemos.
–¿Cómo es un día de ustedes en el Hospital?
–Cuando llegamos, tomamos todas las medidas de higiene necesarias porque vamos a ingresar a la “Pastilla 200” que es donde están los chicos oncológicos. Esto es así debido a la condición de los chicos, por sus inconvenientes de defensas bajas. Hay algunos que están en aislamiento, entonces hay que tener mucho más cuidado. Por eso en las campañas que hacemos pedimos juguetes cerrados, con blister, no usados. Vamos a las habitaciones con los chicos, hablamos con ellos, jugamos, charlamos con los papás, tenemos una cocinita donde pueden cocinarse o calentarse agua, tomar algo; a la noche se les da una vianda que se prepara acá en la Casita porque hay un grupo de cocina.
Casa de todos. Lo que en Soles llaman la Casita es una vivienda antigua de amplios espacios y allí trabajan, y desde allí se planifica.
“Estamos acá desde 2006. Recibimos a los chicos que ya están en tratamiento ambulatorio, para que puedan continuar con su tratamiento en el Hospital. Acá pueden dormir, siempre acompañados por alguien de la familia. Esa es una de las tareas principales, y volviendo a lo que hacemos en el Santísima Trinidad, además de la vianda de comida que damos, una vez a la semana entregamos un bolsón con mercadería. Fundamentalmente se trata de productos para ser consumidos en el hospital, como yerba, azúcar, galletas, agua mineral. Eso se prepara con donaciones que llegan acá, a la Casita, y en función del volumen de lo que receptamos tratamos de preparar un bolsón un poco más general. Si hay, se incluye ropa, leche, pañales”, detallan.
–¿Cómo armaron la red para receptar todas esas donaciones?
–Gracias a Dios, las donaciones son permanentes, pero también hace falta decir que nunca es suficiente. Se van sumando familias nuevas, chicos nuevos. Recién decíamos que el hospital recibe a chicos del interior provincial, pero también a muchos niños del norte del país y otras zonas, como Salta, San Luis, Catamarca. Incluso, llegan niños y grupos familiares de Bolivia o Perú, por ejemplo.
–¿Cómo se hace para llevar adelante esta tarea, en la que el final del camino muchas veces termina con lo peor?
–Es duro. Nosotros trabajamos con una psicóloga que hace talleres con nosotros y también nos prepara para cuando llega ese momento. Es una línea muy finita que sabemos que en cualquier momento se rompe, pero sirve para ver las cosas y los problemas en su justa medida. Cuando llegamos a nuestras casas y nos encontramos con cuestiones domésticas o menores, no es que les restemos importancia, pero se las toma de otra manera. Nos pasa que damos gracias todos los días, sobre todo los que somos papás y tenemos hijos. Pero el dolor lo tenés, son niños que se quedan en tu corazón, te llorás la vida, y pasado ese momento pensás que van a venir otros y hay que tener fuerzas para seguir. Atrás de la enfermedad hay historias muy duras, y eso también te pega.
–Pero también hay muchas alegrías.
–Por supuesto, está la alegría de ver a los chicos con sus papás y acompañarlos. Y fundamentalmente la alegría de presenciar cuando los niños salen adelante con su tratamiento. La alegría cuando a un chico le dan el alta es indescriptible.
–¿Qué hicieron en vísperas de Navidad?
–El lunes anterior repartimos juguetes. Recolectamos juguetes, los reciclamos, los separamos por edades y los repartimos no solo en la “Pastilla 200”, también en todas las otras salas.
Mucho trabajo, muchas necesidades
“La urgencia más grande que tenemos a corto plazo es que alguien nos apadrine con el alquiler de la casa. Claro que no es el único gasto, tenemos egresos por los servicios, los elementos que el hospital no puede brindar y nosotros acercamos. Y pensando más a futuro, necesitamos un terreno para poder construir un lugar con los espacios necesarios para las tareas que desarrollamos. Por supuesto que necesitamos donaciones de alimentos no perecederos, ropa sana, pañales, agua mineral en botellas de dos litros, yerba, azúcar. Gracias a Dios la gente se acerca y nosotros les agradecemos toda esa colaboración”, cuentan, y resaltan el tremendo esfuerzo de todos los voluntarios de Soles. “Ellos lo hacen posible”, finalizan.
Cómo ayudar
Se pueden acercar alimentos, ropa, leche, pañales, agua mineral y aportes de dinero para colaborar con los gastos. Para ubicarlos personalmente, su dirección es Entre Ríos 2943, en barrio San Vicente. Su e-mail es info(arroba)soles.org.ar y en Internet la dirección del portal es www.soles.org.ar. Si se los quiere contactar por teléfono, el número directo es el (0351) 458-0037.
Fuente: Día a Día
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