Mañana se cumplen diez años de la tragedia en el boliche de Once.Lo afirman músicos, productores y fans. Dicen que hubo algunos cambios en el circuito de las bandas más grandes, pero para el resto los riesgos persisten.
A los tres días del incendio en Cromañón se prohibió todo tipo de recitales en locales bailables. Primero por 15 días y luego la medida se extendió. Finalmente todo volvió más o menos a la normalidad, con mayores controles a los boliches. Pero a punto de conmemorarse los diez años de la tragedia que dejó 193 muertos, las voces que transitan la noche del rock siguen hablando de improvisaciones, miedos e inconsciencias.
¿Cómo afectó Cromañón al ambiente de los shows? ¿Están seguros hoy los jóvenes que cada fin de semana van a ver a su banda favorita?“Los músicos ahora exigen que la parte estructural de los lugares esté en condiciones e indagan más cosas que antes no se preguntaban.
Los productores piden los papeles y los libros antes de alquilar una sala y los dueños también somos más controlados, pero sigue existiendo un circuito en el que tocan bandas más chicas que no cambió”, dice Sergio “Pollo” Saavedra, productor de shows y dueño del Uniclub, un boliche de Palermo que alberga a más de diez recitales por semana.
Así, la situación no es igual para todos. “La principal diferencia está entre el rock comercial y el rock under. Este último todavía está pagando las consecuencias de lo que pasó en Cromañón. Siguen existiendo esos lugares que no tienen todas las condiciones como para que una banda toque y donde todavía hay una media sombra en el techo y un entrepiso frágil”, dice Macarena Gómez Garcier, periodista especializada en rock que asiste a recitales casi todas las semanas.
Recuerda entonces el episodio de Beara, el bar que estaba sobre Scalabrini Ortiz al 1600 y en donde en el 2010 murieron dos jóvenes por el derrumbe del entrepiso del lugar. El gran problema fue que el lugar estaba habilitado como bar pero era usado como boliche bailable, que requiere otro tipo de reglamentación. “Esto es algo que sigue sucediendo todos los días en la Ciudad”, asegura.
“Yo compito contra lugares que seguramente no están bajo norma ni en sistema. Hoy las inspecciones se organizan por sistema informático y hay sitios que hacen shows pero no están habilitados para tal fin. Las bandas chicas tocan ahí porque no pueden costearse ni llenar un lugar más grande, entonces es una maraña en donde los grupos, el público y los dueños de esos lugares se exponen”, declara Saavedra. Agustina Claramut, que estuvo ese trágico 30 de diciembre de 2004 viendo a Callejeros y a pesar del trauma pudo superar el miedo y seguir disfrutando de los recitales en vivo, opina que en los lugares más grandes también existe el peligro.
“Yo no podría decir que está todo mejor. Voy a boliches importantes que tienen todo en condiciones y me siento segura. Pero también iba mucho a El Teatro de Flores y resultó que hace cuatro meses abrieron estando clausurados porque se cayó una mampostería que lastimó a gente. Entonces la sensación de seguridad que uno tiene no sé si es tan real”.Más allá de estos episodios, lo que realmente hizo Cromañón fue alertar a la gente sobre los peligros que existen en los recitales. “Cada vez que entro a tocar a un lugar tengo miedo.
Antes tenía total inconsciencia pero ahora el músico tiene que tomar otros recaudos. Te preguntas adonde estás invitando al público y a tus seres queridos a que te vayan a ver”, confiesa Alejandro Kurz, cantante de El Bordo. Los grupos de música son una parte activa de todo el proceso.
“A todos nos impactó la forma de ver las cosas. Ahora estamos atentos al vallado para cuando se arma el pogo, hablamos con la gente de seguridad y buscamos aportar nuestro granito de arena para que todo salga bien”, dice Marcelo “Corvata” Corvalán sobre cómo es participe de la organización de cada show de su banda Carajo.
“¿Si la gente se concientizó? Veo que está muy sectorizado. Me paso de ir a un recital de Salta La Banca hace poco en donde los chicos morían por estar en el campo y como las entradas se agotaron, se tiraban desde la platea para estar ahí sin medir las consecuencias.
Pero también me pasa de encontrarme con otro tipo de chicos que son mucho más conscientes de los peligros que hay”, cuenta Claramut.Saavedra dice, en definitiva, que la concientización sólo llegó a una parte de los boliches:
“Si vos me preguntas qué alud de realidad nos trajo Cromañón, como tenedores de salas nos enseñó que no hay que jugar con la gente ni con nuestra libertad. A partir de la tragedia algunos pudimos aprender lo que no se debe hacer, y lamentablemente ese curso fue carísimo”.
Fuente: Clarín
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