LOS ALTOS MANDOS DE LOS EJERCITOS EUROPEOS Y EE.UU. AFIRMAN QUE KHADAFI USA «TACTICAS NO CONVENCIONALES»
Bombardeos contra civiles y objetivos rebeldes e imposibilidad de doblegar a las fuerzas leales a Khadafi ponen en evidencia que la estrategia de la Alianza Atlántica no está dando resultado. Van tres semanas de operación en el terreno.
Desde París
El humo de la incertidumbre cubre los himnos entonados hace tres semanas por las potencias mundiales –Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña– en su objetivo de proteger a la población civil libia de las bombas de Muammar Khadafi y respaldar a la rebelión que estalló en el Este. Bombardeos de civiles y de objetivos insurgentes e imposibilidad de doblegar la astucia de las tropas leales a Khadafi proyectan un horizonte ininteligible y mucho más arriesgado de lo que se pensó luego de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara la resolución 1973, que autorizó el recurso de la fuerza. El operativo inicial, hoy al mando de la OTAN y rebautizado Protector Unificado, se ha convertido en un rompecabezas cuya pieza más visible es la situación de la ciudad de Misrata. Esta localidad está asediada y martirizada por las tropas de Khadafi sin que la poderosa Alianza Atlántica haya podido romper el cerco y socorrer a la población civil: «La situación en la zona es crítica para numerosas personas que necesitan inmediatamente alimentos, agua potable y ayuda médica urgente», declaró la secretaria general adjunta de la ONU para Asuntos Humanitarios, Valerie Amos.
Los partes militares que circulan son por demás realistas. El portavoz del Estado Mayor francés, el coronel Thierry Burckhard, admitió que la situación es «compleja». Burckhard reconoció que las artimañas de Khadafi parecen haber superado los esquemas de los estrategas y las computadoras. El militar declaró que las fuerzas pro-Khadafi «modificaron su forma de actuar» y recurren a «medios menos evidentes en primera línea»: camionetas en lugar de tanques, métodos no convencionales de «camuflaje» e «imbricación» con la población. El comandante adjunto del operativo adelantó los mismos argumentos para justificar el drama que vive la ciudad de Misrata: Khadafi emplea «tácticas no convencionales». Los altos mandos de los ejércitos europeos y Estados Unidos deben contar con poco personal calificado para anticipar las «tácticas no convencionales». La explicación es tanto más absurda cuanto que todos saben que Khadafi es por esencia un «no convencional». Una fuente confidencial de la OTAN citada por el vespertino Le Monde, en su edición de ayer, explicó que resultaba «cada vez más difícil efectuar bombardeos decisivos porque Khadafi ubica sus unidades en las ciudades, muy cerca de los civiles. Lo que se puede hacer con la aviación no será suficiente».
La OTAN da la impresión de navegar sin brújula. Los resultados obtenidos por la coalición son magros: tres semanas después de que la aviación francesa iniciara los bombardeos en territorio libio –19 de marzo– Khadafi juega sus cartas y la coalición ni siquiera fue capaz de despejar la estratégica región de Brega –800 kilómetros de Trípoli y 240 km de Benghazi–, teatro de cruentos combates entre rebeldes y tropas khadafistas. La Alianza Atlántica alega que el 30 por ciento de los medios militares libios fueron destruidos. Pero ello no alcanza, ni siquiera para cumplir con el mandato ambiguo de la ONU: proteger la población civil. Desde el lunes pasado, los europeos asumen la plena responsabilidad de los operativos. El lunes 4 de abril Washington retiró todos los aviones de combate que intervenían dentro de la coalición internacional. Estados Unidos sólo participa con aparatos que suministran combustible en pleno vuelo y asume misiones de vigilancia. La portavoz de la OTAN, Carmen Romero, aseguró en Bruselas que las operaciones continuaban «al mismo ritmo». Sin embargo, si la presión militar no varió la estrategia empleada no hizo tampoco mover la situación en el terreno. Otra fuente anónima de la OTAN, igualmente citada por Le Monde, describió la proximidad de un límite tangible de lo que podría ocurrir en Libia: «Los europeos no tienen los medios para mantener el ritmo por mucho tiempo. Se trata de un test de las capacidades de maniobra de los europeos». El mismo interlocutor apunta la falta de aliados en esta aventura. «No hay suficientes naciones que participan y entre las que lo hacen existen muchas restricciones para el empleo de la fuerza.» De hecho, de los 27 miembros de la OTAN únicamente siete tienen un papel activo en las operaciones. Pero incluso entre este breve grupo no todos juegan por igual: Francia y Gran Bretaña asumen lo esencial de los ataques. Suecia, España e Italia no intervienen en los bombardeos mientras que Bélgica se niega a menudo a unirse a las misiones por no estar de acuerdo con los objetivos elegidos.
A este enredo se le agrega la postura de un país como Turquía, único país musulmán de la OTAN. Turquía condenó los bombardeos y defiende una solución política de esta crisis. En suma, la improvisación del principio converge a este resultado militar. La vertiente política tiene un perfil similar. No hay propuesta seria en el horizonte, tanto más cuanto que París, Londres y Washington sólo quieren que Khadafi se vaya. Pero en ese esquema no se ha consultado a las instancias regionales pertinentes, empezando por la Liga Arabe y siguiendo por la Unión Africana (UA), el organismo panafricano de 53 miembros cuya creación es producto de la diplomacia del coronel libio. Los impulsores de la resolución 1973 de la ONU nadan en las profundidades oscuras de sus propias contradicciones mientras Muammar Khadafi mezcla las cartas, reparte el juego, fija los ritmos y gana el suficiente tiempo como para debilitar a sus enemigos y a quienes los respaldan.
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