Un escenario diferente para una victoria previsible, Juan Schiaretti ganó la Gobernación montado en una ola de oficialismos triunfantes que se explica en parte porque la ciudadanía no suele cambiar los rumbos políticos sin que medie una crisis económica o de representación.
Por inercia política, por satisfacción, o porque las ofertas opositoras no convencieron, en lo que va del calendario electoral 2015 la tendencia es la permanencia de los oficialismos, tanto en el interior de Córdoba como en otros distritos provinciales.
Pero el resultado de ayer, según cálculos al cierre de esta nota, no le dieron a Schiaretti el control de la Legislatura, situación inédita para Unión por Córdoba en los 16 años que lleva en el poder.
Esto se explica por la derrota en siete departamentos, cuyas bancas quedaron para la triple alianza de Oscar Aguad. Obvio efecto de la división del voto peronista en el interior, por la candidatura de Eduardo Accastello.
Schiaretti llegó al triunfo tras una campaña electoral sin exposición, mostrándose en escenarios cuidados, hablando a través de la estrategia publicitaria de especialistas, sin responder a cuestionamientos de opositores, u organizaciones de la sociedad civil, con escaso contacto con la prensa y sin debatir con los otros candidatos a gobernador.
La fabulosa maquinaria electoral de Unión por Córdoba se mostró aceitada y el PJ delasotista, abroquelado para defender el bastión provincial.
Pero más allá de este nada despreciable menú, Schiaretti ganó por la obvia razón de que la mayoría de los cordobeses aprobó la gestión de Unión por Córdoba, y decidió otorgarle cuatro años más.
En ese sentido, los comprovincianos votaron lo probado: gobernabilidad, conservadurismo y “cordobesismo”, el término que acuñó José Manuel de la Sota en 2011 para diferenciarse del Gobierno nacional.
De hecho, UPC logró instalar la “cordobesitud” o la localía de la fórmula Schiaretti-Llaryora, algo que no pudo la dupla made in Capital Federal integrada por Aguad y Héctor Baldassi, ni tampoco Accastello pese a elegir al humorista Cacho Buenaventura como vice.
Los números indican que Schiaretti obtuvo ayer prácticamente el mismo guarismo que lo consagró gobernador en 2007, cuando le ganó a Luis Juez por 17 mil votos en medio de denuncias de fraude.
Pero el diputado no llega a los números del jefe político de Unión por Córdoba, De la Sota, que en 2011 dejó muy atrás a radicales y juecistas por separado. Esto no es un dato menor al interior del PJ y sus liderazgos futuros.
Hacia afuera, el escrutinio provisorio indica que la unión de Juez, los radicales y el macrismo no sumó la intención de voto de las tres fuerzas por separado, y en ese sentido, la alianza a nivel provincial fue a pérdida para los socios.
Para el factótum de la alianza, el jefe de Gobierno porteño y candidato presidencial del PRO, Mauricio Macri, los casi 34 puntos de sus pollos es ganancia que puede sumar sin dudar a sus arcas. Queda para la especulación política la pregunta de qué hubiera pasado si el mestrismo trabajaba a destajo por Aguad.
En cuanto a Accastello, el dirigente de Villa María logró el objetivo de romper el piso del 15% que había sacado el Frente para la Victoria en las legislativas nacionales de 2013 (con la candidatura de la escurridiza Carolina Scotto), pero pagó el precio de ser el candidato del Frente para la Victoria en una provincia refractaria al Gobierno nacional y a todo lo que huela a kirchnerismo.
Difícil saber si el acompañamiento de la fórmula nacional integrada por Daniel Scioli y Carlos Zannini le sumó o le restó votos. Lo mismo vale decir de la elección de su compañero de fórmula, Buenaventura, quien ayer no fue profeta en su tierra.
Con todo, y si bien la política no es aritmética, el candidato de Córdoba Podemos consiguió 18 puntos que el kirchnerismo a nivel nacional necesita de Córdoba para las traccionar en elecciones presidenciales.
Aunque es lógico suponer que el sciolismo y el schiarettismo buscarán puntos de encuentro, mal que le pese a De la Sota.
Al igual que Martín Llaryora, Accastello quedó posicionado de cara a 2019, cuando la hora de trasvasamiento generacional llegue irremediablemente.
Mientras tanto, Schiaretti tiene la difícil tarea de hacer equilibrio entre los intereses de De la Sota y los suyos propios, mientras aprende a gobernar con una Legislatura que no le dará la comodidad a la que acostumbra el oficialismo.
Fuente: La Mañana
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