EL CANDIDATO DE LA IZQUIERDA PERUANA VIAJO MUCHO Y TENDIO PUENTES CON TOLEDO, QUIEN SACO UN 15 POR CIENTO DE LOS VOTOS
Ollanta Humala se muestra dispuesto a hacer concesiones en sus propuestas para alcanzar un consenso con otras fuerzas políticas. Su rival Keiko Fujimori reivindica el gobierno de extrema derecha de su padre.
Ollanta Humala, ganador de las elecciones del domingo con 31 por ciento, no perdió tiempo y esta semana inició sus viajes de campaña de cara a la segunda vuelta del 5 de junio. De esta forma, le tomó la delantera a su rival, Keiko Fujimori, la hija del encarcelado ex dictador Alberto Fujimori (1990-2000), que pasó al ballottage con el 23 por ciento y abrió la posibilidad del retorno del oscuro pasado fujimorista al poder. Humala estuvo en Junín y Huancavelica, zonas andinas donde ganó ampliamente el domingo. El candidato progresista llenó la plaza principal de Huancayo, capital de Junín, y repitió la importante convocatoria en Huancavelica. Este fin de semana viajará a Iquitos, la principal ciudad de la Amazonia. Keiko se quedará en Lima toda la semana.
Ayer, Ollanta Humala y Keiko Fujimori se reunieron con el derrotado candidato de la derecha, Pedro Pablo Kuczynski, que fue tercero, con 18 por ciento. En ninguno de los dos casos hubo anuncio de alianza. Kuczynski se ha mostrado más dispuesto a un entendimiento con la hija de Fujimori. «Humala es más peligroso», ha dicho, como para no dejar dudas de qué lado está su simpatía. El economista neoliberal no parece hacerse problemas de respaldar una candidatura como la de Keiko Fujimori, que trae en la mochila una pesada carga de autoritarismo, violaciones a los derechos humanos, control de la prensa y corrupción, si ello le asegura que el modelo neoliberal no sea tocado. Luis Castañeda, quinto en las elecciones, con 10 por ciento, se reunió con Humala el martes, pero un acuerdo parece lejano. Castañeda, que fue director de la seguridad social durante el gobierno autoritario de Alberto Fujimori, no ha ocultado su mayor cercanía con la hija del ex dictador.
Humala ha tendido puentes con el ex presidente Alejandro Toledo, que obtuvo un nada despreciable 15 por ciento. No se han reunido personalmente, pero entre ambas agrupaciones políticas se ha dado un acercamiento. Perú Posible, el partido de Toledo, acordó no votar por Keiko Fujimori, aunque no ha decidido apoyar a Humala, posibilidad que, señalaron, están analizando. «Keiko representa la corrupción y la dictadura», afirmó Perú Posible, tomando clara distancia de su candidatura.
Pero más allá de las posibles alianzas que se sellen en estos días, todos los analistas coinciden en decir que ninguno de los tres candidatos derrotados tiene capacidad de endosar sus votos. Keiko Fujimori espera cosechar votos en las clases medias y altas, especialmente de Lima, que en primera vuelta votaron por Kuczynski. Pero en esas capas sociales también pesa el mal recuerdo del régimen fujimorista. Los votantes de Toledo, por su parte, tienen una fuerte carga antifujimorista, lo que los pone más cerca de Humala. No es un dato menor que la lucha contra el régimen autoritario de Fujimori el año 2000 lanzó a Toledo al centro del escenario político nacional y un año después lo llevó a la presidencia.
Humala ha iniciado su campaña de la segunda vuelta con un discurso conciliador. Se ha mostrado dispuesto a hacer concesiones en sus propuestas para alcanzar un consenso con otras fuerzas políticas. Pero ha sido claro en precisar que la redistribución de los beneficios del crecimiento económico es un tema fundamental en su propuesta de gobierno y que un consenso con otras fuerzas políticas debe «tener como objetivo lograr la redistribución de la riqueza en el país».
Pero si el candidato nacionalista ha iniciado la campaña de la segunda vuelta con un lenguaje conciliador que busca acercarse al centro, incluso al centroderecha que representa Toledo, su rival Keiko Fujimori lo ha hecho reivindicando el gobierno de extrema derecha de su padre, al que ha calificado, sin ruborizarse, como «el mejor de la historia». Su pase a segunda vuelta ha regresado al centro del debate político los secuestros y asesinatos cometidos por las fuerzas de seguridad, el cierre del Congreso, el control de la prensa y una corrupción sin precedentes en el país, que caracterizaron al gobierno de Alberto Fujimori, que ahora amenaza regresar al poder encarnado en su hija. Esta semana, los recuerdos de la corrupción fujimorista saltaron a la memoria con la entrega a la Justicia, luego de diez años de estar en la clandestinidad, del ex ministro de Economía fujimorista, Juan Carlos Hurtado Miller, acusado de corrupción (ver recuadro).
En su prisión VIP, Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y corrupción, celebró hasta las lágrimas –según ha confesado su hijo Kenji, elegido congresista– el pase a segunda vuelta de su heredera política. Sabe que su esperanza de salir de prisión pasa por la victoria de su hija en el ballottage. Y pocos dudan de que si Keiko Fujimori llega a la presidencia, quien tendría las riendas del poder sería su padre.
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