El abrazo milonguero en el Comedor Universitario… Hay lugar para todos en el universo de la milonga. Sin importar la edad ni la pilcha, la pista se abre y el tiempo se detiene. La milonga cordobesa vivida y contada por Día a Día…Me dijeron que el tango es un abrazo. De esos mudos y de incomprensible comunión. De los que funden dos deseos: “Llevar y dejarse llevar”.
Elías Randal, en “Así se baila el tanto”, ya contó esa historia: “A veces me pregunto si no será mi sombra, que siempre me persigue, o un ser sin voluntad. ¡Pero es que ha nacido así, pa’ la milonga, y, como yo, se muere, se muere por bailar!”. Y ahí sentí que me llamaba el anhelo de ese abrazo arrabalero.
La cita es en el Hall Central del Pabellón Argentina de la Universidad Nacional. Por esa noche los estudiantes no son protagonistas, sino el ancestral 2×4 nacido en los burdeles. Los pisos en damero blanco y negro de un salón con luces tenues. El escenario exhibe acordeón, violín y piano. De fondo esa música, esa que transporta al garaje de los abuelos. Mesas de cuatro rodeando la pista. Y un mundo con aroma a tango recibe a los que “se le animan”.
Al cole sin apuntes. La propuesta parece sencilla: “Clase de milonga”. Una pareja de profesores abre la pista e invita a los presentes a que se arrimen al fogón. A ese lugar donde se gestan los pasos, sin importar cuánto taco gastado ostenta cada alumno. Los más seguros se ponen al frente. Los principiantes, sin abrir tanta “cancha”, intentamos seguir la coreografía.
“La milonga tiene ese swing, ese modo de caminar algo canyengue”, dice la profesora Giselle Parodi mientras un malón de bailarines comienza a seguirla. Y a poco de andar, la seguridad aparece. Bailás, volás… a causa de un espíritu tanguero imaginás a Tita Merello y su “Se dice de mí”. El viaje comienza, fumando un cigarro con boquilla y la milonga llena todo con su sensualidad.
Pasados 20 minutos el grupo toma confianza y se propone armar parejas. En la Milonga el abrazo sucede entre desconocidos. “Yo vine con mi marido y a veces baila conmigo y otras con quien saca a bailar”, cuenta Mónica. Ella –como muchos– entiende la dinámica tanguera por lo que deja los celos en casa y comparte a su “malevo”.
La pista gira en sentido contrario al reloj. Así todo tiene un orden. Nadie queda afuera, pasando de abrazo en abrazo marcado por la música que regala la orquesta en vivo. Esa noche suena el trío Bien Debute! junto a Andrés Gastón en voz. “Dicen que uno se enamora de tanda en tanda, es que la química aparece enseguida cuando te sentís guiada y cómoda. Pero la pasión dura ese instante”, cuenta divertida Belén, una joven tanguera.
La pinta es lo de menos. Sin duda aquí el tango no se contempla, se vive. Y en la pista de baile se confunden expertos, aficionados, principiantes y curiosos de todas las edades. Nadie se sorprende de ver jóvenes con piercing, zapatillas y jeans bailando con una mujer madura de solera negra y taco aguja. “Algunos preconceptos quedan pero cada vez más nos mezclamos sin importar cómo nos vestimos o la edad que tenemos”, dice Tristán. Él con 34 años descubrió que “el tango manda más que los prejuicios”.
El ritual nocturno comienza apagarse. La orquesta completa el repertorio que los bailarines agradecieron sin detener la marcha. La milonga “te envicia”, cuentan los amantes y de ese plato probamos un bocado.
Se despide la noche milonguera y Homero Expósito la pone a dormir: “El último tango perfuma la noche, un tango dulce que dice adiós. La frase callada se asoma a los labios, ¡y canta el tango la despedida! ¡Vamos! ¡A bailar! Tal vez no vuelvas a verla nunca, y el último tango perfuma la noche y este es el tango que dice el adiós”.
La pinta es lo de menos. Sin duda aquí el tango no se contempla, se vive. Y en la pista de baile se confunden expertos, aficionados, principiantes y curiosos de todas las edades. Nadie se sorprende de ver jóvenes con piercing, zapatillas y jeans bailando con una mujer madura de solera negra y taco aguja. “Algunos preconceptos quedan pero cada vez más nos mezclamos sin importar cómo nos vestimos o la edad que tenemos”, dice Tristán. Él con 34 años descubrió que “el tango manda más que los prejuicios”.
El ritual nocturno comienza apagarse. La orquesta completa el repertorio que los bailarines agradecieron sin detener la marcha. La milonga “te envicia”, cuentan los amantes y de ese plato probamos un bocado.
Se despide la noche milonguera y Homero Expósito la pone a dormir: “El último tango perfuma la noche, un tango dulce que dice adiós. La frase callada se asoma a los labios, ¡y canta el tango la despedida! ¡Vamos! ¡A bailar! Tal vez no vuelvas a verla nunca, y el último tango perfuma la noche y este es el tango que dice el adiós”.
La pinta es lo de menos. Sin duda aquí el tango no se contempla, se vive. Y en la pista de baile se confunden expertos, aficionados, principiantes y curiosos de todas las edades. Nadie se sorprende de ver jóvenes con piercing, zapatillas y jeans bailando con una mujer madura de solera negra y taco aguja. “Algunos preconceptos quedan pero cada vez más nos mezclamos sin importar cómo nos vestimos o la edad que tenemos”, dice Tristán. Él con 34 años descubrió que “el tango manda más que los prejuicios”.
El ritual nocturno comienza apagarse. La orquesta completa el repertorio que los bailarines agradecieron sin detener la marcha. La milonga “te envicia”, cuentan los amantes y de ese plato probamos un bocado.
Se despide la noche milonguera y Homero Expósito la pone a dormir: “El último tango perfuma la noche, un tango dulce que dice adiós. La frase callada se asoma a los labios, ¡y canta el tango la despedida! ¡Vamos! ¡A bailar! Tal vez no vuelvas a verla nunca, y el último tango perfuma la noche y este es el tango que dice el adiós”.
Tips
Llegar temprano a la milonga.
Bailar en el sentido contrario de las agujas del reloj.
La invitación para bailar puede ser hecha por hombres o mujeres.
Llevar y dejarse guiar.
Los zapatos. Mujeres, con taco de 6 cm. Hombres, con zapatos livianos.
Rotación de parejas en cada tanda.
Fuente: Dia a Dia
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