Verónica, mamá de un niño discapacitado, se las ingenió para que su hijo pueda disfrutar del mar, construyéndole una silla adaptada. Mira la original idea y compartila para que otros papás también puedan aplicarla.
Los niños que sufren algún tipo de discapacidad, que los obliga a estar en silla de ruedas, generalmente se pierden de disfrutar de la parte linda de las altas temperaturas: el agua. La cantidad de riesgos que implica ingresarlos a una pileta, al río o al mar, impide que ellos puedan disfrutar del verano como todos los demás. Existen en el mercado sillas adaptadas para discapacitados motrices, pero el precio para adquirirlas no baja de los 20 mil pesos. Son muy pocos los lugares de veraneo que cuentan con estas sillas especiales, por lo que las posibilidades para estos niños se reducen aún más. Pero hubo una mamá que no se quedó con esa idea y se las ingenió para que su hijo pueda divertirse en el mar.
Verónica Contrera vive en Puerto Madryn y es mamá de Tomás, un pequeño de 13 años que sufre parálisis cerebral. Tomy creció muy cerca del mar, y su fascinación por las olas apareció a temprana edad. Cuando era más pequeño, su mamá lo metía al mar teniéndolo en brazos mientras él se divertía pataleando. Fueron pasando los años y el crecimiento de Tomy impidió que pudieran continuar ingresándolo al agua de esa manera. “Teníamos que encontrar la forma, ahora que él está mucho más grande y su cuerpo más pesado, de poder llevarlo al agua”, contó Verónica a Día a Día. Así fue que a su familia se le ocurrió la idea de fabricarle una silla adaptada con elementos accesibles económicamente y fáciles de conseguir.
¿Cómo la hicieron? “Con caños de PVC, tomando la medida de otra silla que tiene Tomás. Adherimos los caños a una silla plástica, de esas comunes, y le agregamos ruedas chiquitas de las que usan los niños en las bicicletas cuando están aprendiendo a andar. Para sujetarlo, le fabricamos un arnés con una cinta similar a la de los cinturones de seguridad, que la compramos en una mercería. Para regular la medida, usamos enganches de plástico como los que vienen en las mochilas”, explicó Verónica y agregó: “Con esta silla, Tomy disfruta del agua y nosotros estamos tranquilos porque está bien asegurado. Entramos al agua con la silla perfectamente y nos quedamos ahí dentro acompañándolo. Él patalea y patalea, porque es lo que más le gusta. Por más que el mar esté helado, él pide meterse igual. Le encanta”.
La vida de Tomy. “Él es un niño muy feliz. Nosotros desde que supimos de su discapacidad tratamos de hacerle la vida como la de cualquier otro niño, entre comillas, normal. Lo llevamos a todos lados, siempre andamos paseando, recorremos la ciudad, vamos a los jueguitos, lo subimos a la calesita. Aquí en Puerto Madryn pocas veces vemos a la gente que salga con sus hijitos en la silla de ruedas. Sabemos que cuesta, porque a nosotros también nos costó, pero bueno, a nosotros no nos importa lo que piensen y salimos libremente. Tratamos de que él haga todo lo que le gusta, por ejemplo, le encantan los autos de carrera y andar en avión. Cuando podemos, le damos con esos gustos y lo llevamos a ver los autos o al club de aeromodelismo. Cuando hay avistaje de ballenas lo llevamos a andar en barco, porque a él le encanta todo lo que tenga que ver con el mar. Por Tomy hacemos hasta lo imposible. Su felicidad es lo primero en nuestras vidas”, cerró Verónica.
Las altas temperaturas a las que Córdoba nos tiene acostumbrados en estos meses de verano, son la ocasión ideal para animarse a aplicar esta idea. Si tenés un hijo, sobrino o conocido con discapacidad motriz, junta los elementos necesarios y animate a construir esta silla. Del otro lado va a haber un pequeño al que, sin lugar a dudas, vas a hacer muy feliz.
Fuente: Dia a Dia
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