Con un marco aceptable de público y una plaza atenta y respetuosa, el Festival arrancó con alta factura artística. Y dio señales de cambio. Crónica, fotos y los tres momentos más destacados de la primera jornada.
A pesar del machete, rebroto fresco» dice la copla de Pepe Núñez que cantó Juan Falú cerca del final de su actuación promediando la primera luna de este Cosquín 2016, y con la que sin querer queriendo pintaba así el comienzo del festival, que por lo menos en su jornada de apertura, parece querer rebrotar tras un largo invierno. Momentos como los que protagonizaron Jaime Torres, Liliana Herrero y sobre todo José Luis Aguirre, así lo reafirman.
Más tarde llegaría Raly Barrionuevo para poner a bailar a una plaza con una importante concurrencia, aunque lejos de lucir repleta, aprovechaba los pasillos y la novedad del patio (un espacio vital al costado del escenario destinado a la danza) para echar a volar los pañuelos con Luna cautiva, meter zarandeo en Un pájaro canta con la que el santiagueño radicado en Unquillo homenajeaba a a Jacinto Piedra, o admirar un zapateo del invitado Chiqui La Rosa en Alma de rezabaile.
Después de un par de temas solo con su guitarra, Raly hizo un salpicado por toda su discografía y hasta se dio el lujo de invitar a Liliana Herrero para pintar una de las postales de la noche. También mostró una vez más su generosidad cediendo parte de su espacio para presentar a dos compañeros de ruta unquillenses como Fumel Suárez y Franco Moreira, con quienes suele juntarse en guitarreadas abiertas los domingos en las plazas de la localidad de Sierras Chicas, algo que el mismo Barrionuevo quiso compartir con el público («Qué lindas que se ponen esas plazas, che», dijo entre risas). Cerca de las 4, invitaba a Elvira Ceballos para cerrar a pura chacarera y con una Próspero Molina ya convertida en una peña.
Así arrancó
Todo comenzó con esa arenga que pareció decirlo todo. El sobrio ¡Aquí Cosquín! de Claudio Juárez unos veinte minutos pasadas las diez de la noche marcó el comienzo de la edición número 56 de un festival que busca volver a creerse, en el buen sentido, eso de ser la capital nacional del folklore. Para eso hay que empezar por casa, y la presencia del coscoíno Juárez como maestro de ceremonias fue uno de los hechos más celebrados en el arranque.
La primera luna del festival se vistió acorde para la ocasión y volvió a reafirmar ese dicho de que siempre «pasa algo» en Cosquín: enorme y naranja, se asomaba sobre los cerros queriendo contemplar el espectáculo de los fuegos artificiales y la posterior presentación del Ballet Camin, que arrancó con un alusión a la Independencia de la Patria de la que este año se cumplirán 200 años.
Y por eso no pareció antojadiza la elección de Jaime Torres para la apertura musical. Como se sabe, el músico próximo a cumplir 80, que forjó un sonido propio junto a su charango, nació en la misma Tucumán en la que se celebró el Congreso que promulgó el nacimiento de la Patria. La plaza estaba dispuesta a escuchar desde el principio, y así lo entendió Torres, quien abrió solo con un sutil arrullo de sus diez cuerdas que terminó por envolver al público casi como en una canción de cuna. También tuvo como invitado al Mono Izarrualde, aquel que, como se sabe, dejó su huella desde los tiempos de MPA. Queda para la próxima escucharlo junto a la Orquesta Los Amigos del Chango. Cosquín y el espíritu de Farías Gómez lo merecen.
Hablando de merecimiento, ese fue el espacio que tenía que tener Liliana Herrero, quien dijo y cantó. Pidió por una patria libre y soberana y evocó a Eduardo Falú (Nostalgiosa), Castilla (Pastor de nubes), Violeta Parra (Casamiento de negros) y Lisandro Aristimuño (Tu nombre y el mío).
«Fue un año queriendo volver, para borrar con una zamba cualquier disgusto», tiró Juan Falú después tocar La tristecita de Ariel Ramírez y dejar a la plaza obnibulada. El tucumano hacía referencia así a su ausencia tras la carta abierta que publicó en medio de la caótica edición de 2014. Cosquín empezó a saldar su deuda con él. Entonces sí, pidió redondear el homenaje a Eduardo Falú que había quedado trunco en esa oportunidad e invitó a Liliana Herrero para hacer Vidala del nombrador. Estaba de tan buen humor, que hasta se dio el gusto de bromear. «¿Donde está Liliana? ¿Fue a buscar la letra? Mirá que ahora tiene que salir bien, eh», se le escuchó decir. Después de la ovación, hasta tuvo un merecidísimo bis.
Tres momentos de la noche
El Himno Nacional. La Comisión habían adelantado que iba a tener «una sorpresa». Y realmente a varios les causó gran asombro ver allí a Raly Barrionuevo, José Luis Aguirre, Jaime Torres y Elvira Ceballos al piano para interpretarlo. Más allá de una entrada en falso en la segunda parte, la sensación fue de que se respiraban aires de renovación. Hubiera sido interesante ver a Torres acompañar con su charango y una lástima que finalmente Liliana Herrero no quiso formar parte a pesar de estar anunciada. Eso sí, la entrerriana nos cautivó con su voz profunda llegado su momento de la noche.
La dulce Elvira Ceballos. Presentada por Suna Rocha como una docente de la música y de la vida, la pianista no vidente fue otra de las que el público quiso escuchar. Acompañada por Daniel Barrionuevo en bombo, Fumel Suárez y Carlitos García en guitarras y el Ballet de la Sierras de Raúl Godoy, fue de la zamba al valsesito y hasta la jota cordobesa; se llevó una gran ovación, una plaqueta y el clásico poncho coscoíno.
La confirmación de José Luis Aguirre. «Soy de José de Traslasierra, traigo un morralcito y sueños y unas flores para aromar», así se presentó el cantor cordobés que demostró que la plaza puede consagrar a un artista sin mucho más (ni mucho menos) que una guitarra y algo sincero para decir. Conmovió, hizo reír y bailar, solito con sus versos y una clase de «chuncanismo», el gentilicio del otro lado de Córdoba. Se empezó a despedir con un cuarteto («también es el foklore cordobés», dijo) que el público terminó coreando, lo aplaudió de pie y le pidió una más, que fue Gajito i luna, dedicada para sus hijos. «Por ellos luchamos contra el monocultivo, por el bosque nativo, para que los ríos no se nos desborden y para que suenen las nuevas canciones y no los mismos temas de siempre». Todo dicho.
Fuente: La Voz
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