El presidente Mauricio Macri deshoja la margarita para decidir si el 1° de marzo, ante la Asamblea Legislativa, finalmente va a desnudar ante la Nación la llamada «herencia recibida».
El presidente Mauricio Macri deshoja la margarita para decidir si el 1° de marzo, ante la Asamblea Legislativa, finalmente va a desnudar ante la Nación la llamada «herencia recibida» y, si decide hacerlo, si procederá con crudeza o en forma moderada, dicho en términos de estrategia, si en estas cuestiones tan políticas se va a aplicar un shock para conmover o avanzará, como en los temas económicos, con cierto gradualismo.
Hasta ahora, el Gobierno ha sido más que cuidadoso para caminar por el filo de la cornisa sin hacer denuncias rimbombantes, aunque lo hizo sin mostrar demasiado sus cartas en esa materia, como si además tuviese algún temor casi corporativo de explicar estos temas, habida cuenta que en la Argentina los políticos y sus socios sindicalistas y empresarios han sido desde siempre prebendarios y acomodaticios.
Objetivamente, existen, es cierto, algunos condicionantes de la situación, como la necesidad de avanzar en un buen clima de diálogo que sume voluntades en el Congreso y muchos creen dentro del Gobierno que una denuncia dura pude trastornar los planes para obtener la sanción de leyes, que vienen más o menos bien. Por otro lado, no decir nada dejará con sabor a poco a muchos furiosos antikirchneristas que quieren el cadalso, pero también la vindicta pública, para los corruptos.Un ministro le confesó a DyN que ya existen «datos fehacientes» que debilitarían el relato de la década ganada, detalles que todos los días van recogiendo los funcionarios en todas las dependencias estatales donde se han instalado, en muchas de ellas con cierta resistencia de las estructuras, aunque él jura «no» saber qué hará el Presidente al respecto, cuando exponga ante el Congreso.
En las tareas de inmersión en los problemas de la administración del Estado, si bien el estilo es aún de «por favor» y «muchas gracias», hay varios de los lugares donde han aterrizado las nuevas autoridades en los que han tenido que hacer un curso acelerado de guerra de guerrillas, metiéndose de apuro en las trincheras con casco y equipo para poder soportar el fuego graneado al que se las somete el día a día, cuyo factor esencial desde el minuto cero fue la resistencia de los cuadros del kirchnerismo más duro. Esa inmersión en el realismo de lo que es gobernar, ya bien alejada de las promesas de campaña, ha sido persistente desde el 10 de diciembre para acá y factor fundamental de algunos tropezones políticos bien notorios del Gobierno.
Sin embargo, de a poco, a fuerza de prueba y error, quizás con algo menos de energía que en las primeras semanas y probablemente consciente de las restricciones políticas que sufre, Macri busca subsanar las dificultades, tal como retocó la velocidad de crucero de las correcciones económicas. A esa casamata armada de apuro en cada dependencia hoy le llueven los misiles por derecha y por izquierda, desde la ortodoxia y el populismo.
Desde afuera, al Presidente le pegan fuerte los fundamentalistas de la economía, quienes dicen que se kirchnerizó, que se siente confortable con el tipo de cambio atrasado y que no mete el bisturí a fondo en el gasto público. Pero, también lo castigan desde el otro lado, quienes lo acusan de estar orquestando un ajuste económico «brutal», con consecuencias sociales imprevisibles. Ante una pregunta al respecto, el ministro sonrió y dijo que, con este cuadro, «estamos en el mejor de los mundos, entonces».
También los problemas para el Gobierno están bien adentro de las estructuras, ya que debido a los números de «despilfarro» que dejó la anterior administración hay notorios crujidos y se ha dado la orden «de bien arriba» de achicar los presupuestos.
Entre esos desajustes están los numerosos nombramientos hechos en el Estado hacia el final de la gestión kirchnerista y su marcha atrás, otro de los motivos de gran tensión.
Este último tema, que ha generado la rápida reacción de los gremios estatales, cuyos dirigentes no quieren perder ni clientela ni aportantes y llaman a paros y movilizaciones, tiene varias aristas bien claras que el Gobierno inexplicablemente no verbaliza del todo y el ministro consiente en que «todo llegará», aunque en términos de razonamiento conviene clarificar para enmarcar la discusión. Hay dos cuestiones que son inherentes a la toma y al corrimiento de personal dentro del Estado y otros dos que tienen que ver con la militancia kirchnerista favorecida con esos nombramientos.
En primer término, que si toda esa gente no tenía trabajo y fue por eso incorporada aun sabiendo que sobraba, quedan bien en claro los defectos del modelo anterior en cuanto al empleo y a su desprecio por el sector privado como generador de puestos de trabajo. Segundo, que es imposible con brocha gruesa no llevarse puesto a mucho personal eficiente y cumplidor y que, solo por eso, habría que rever la situación.
Mirando hacia el interior del kirchnerismo y dándole crédito a la abnegación militante, hay que observar que si quienes son dados de baja ahora se sienten discriminados por eso, tal discriminación ya se había producido hacia terceros cuando ellos fueron nombrados por su adhesión a la causa y cuando sólo por esa razón se los prefirió a otros. Y por último, que si todos esos nombramientos fueron apenas una excusa para conseguir una tropa útil dentro de un caballo de Troya que le complique la vida al gobierno siguiente, con quien deberían sentirse mal todos los despedidos es indudablemente con aquellos que los usaron de tal manera.
Como factor fundamental de todo este acoso al que fue sometido el Gobierno desde el mismísimo minuto cero, hay que mencionar la instrucción de «resistencia» que llegó desde El Calafate vía Máximo Kirchner y que ha tenido sus plazas de esclarecimiento y muchos cacareos discursivos que, sin Cristina Fernández frente al micrófono, han ido perdiendo fuerza.
Este proceso de desgaste hacia el nuevo gobierno constitucional, tan poco democrático en su esencia, ha sido una copia fiel de otras actitudes kirchneristas, como la de llevarse a todo el mundo por delante si no pensaban como ellos o la de anteponer la distribución de fondos para aceitar la compra de voluntades. Sin embargo, en este aspecto al Gobierno vivió una semana gloriosa, ya que en el Congreso se produjo el primer desbande de peronistas de una tropa que, habiendo perdido las elecciones y la provincia de Buenos Aires, por los notables errores de conducción de la ex presidenta, sin ningún tipo de autocrítica pretende seguir comandando al justicialismo.
A quienes se fueron del Frente para la Victoria (FpV) y formaron bloque propio rápidamente para aspirar a la conducción de comisiones, se los acusa de ser «traidores», como si Néstor Kirchner no lo hubiese traicionado a Eduardo Duhalde. Y también de ser «funcionales al macrismo» por su acercamiento al Gobierno, mientras quienes se fueron les dicen a los que por ahora se quedaron que, «con sus actitudes poco republicanas de apostar al desgaste del nuevo gobierno, ustedes son quienes terminan siendo funcionales al macrismo».
La movida de los diputados nacionales peronistas le sigue a la que se vivió hace unas semanas en la Legislatura bonaerense y más allá de que los números del quórum se le clarifican bastante a Cambiemos en la Cámara Baja para tratar las leyes que necesita para salir del modelo que el kirchnerismo sigue defendiendo como salvífico e intocable, el fondo de toda la cuestión es que aún hoy, tras la derrota, el FpV pretende ser más grande que el partido que le dio vida, el PJ, y no al revés.
Como las partes no pueden ser mayores que el todo, en el peronismo lo que más se critica es la soberbia de algunos que quieren determinar que es el PJ el que tiene que seguir siendo furgón de cola del kirchnerismo y, por eso, acatar las instrucciones de una conducción devaluada. Esto ocurría cuando la chequera tenía otros dueños en la Casa Rosada, pero ocurre que ahora ha cambiado de manos, por lo que la relación de fuerzas cambió, explican desde quienes impulsan una nueva versión de la renovación peronista. Estos dirigentes dicen que tienen muy claro todo el asunto y que, por eso, se oponen con mucha fuerza a la actitud cerrada del kirchnerismo.
Hoy, son media docena de gobernadores, aunque hay otros que no se expiden porque están esperando el devenir de los acontecimientos a nivel partidario dentro de las estructuras del PJ que, como un gesto hacia el cambio de los tiempos, acaba de llamar a elecciones para mayo.
El experimento que inventó Néstor fue en su momento una parte del justicialismo, vital por entonces, pero una parte al fin y muchos lo juzgan ya superado, menos los jóvenes de La Cámpora por ahora y algunos otros que se aferran porque si no van a quedar a la intemperie, fuera de las estructuras.
Dentro de los peronistas que también resisten al kirchnerismo hay sindicalistas que trabajaron subterráneamente para ayudar a la primera diáspora de los diputados, pero que además están coordinando acercamientos con el macrismo para llevar adelante las negociaciones paritarias dentro de valores que el Gobierno cree que ayudarán a la meta de inflación.
Más allá de que siempre los sindicatos también apetecen la chequera, en este caso la de los fondos de las obras sociales, es verdad que la baja de Ganancias y del IVA a los alimentos, metida dentro de las negociaciones salariales, será una forma de sumarle poder adquisitivo a los salarios y de ayudar a que se emparejen las pretensiones en porcentajes, sin contar que siempre se podrá reducir el tiempo de vigencia de los convenios.
A todos estos grandes dolores de cabeza y de victorias fugaces que le depara al Presidente y a sus colaboradores la política de entrecasa hay que contraponerle como altamente meritorio lo que el nuevo gobierno está haciendo en materia internacional.
No sólo porque se avanzó mucho en la posibilidad de arreglar con los acreedores externos y se espera ahora que el mediador Dan Pollack y el propio juez Thomas Griesa ablanden un poco más a los holdouts más remisos, sino porque la agenda internacional de la Argentina vuelve a ser variada e importante.
En unos días, llegarán nada menos que Matteo Renzi y Francois Hollande y el Presidente irá a ver al Papa. Justamente, sobre Francisco, la pregunta al ministro fue si Macri se sentía de algún modo auditado, en cuanto a la inclusión que el Santo Padre tanto pregona y hasta dónde fue cierta su preocupación por la detención de Milagro Sala: «El Presidente está seguro que el Papa conoce que él va a cuidar los equilibrios sociales y que también sabe que ahora la Justicia se mueve de otra manera», respondió con cierto tono de casette.
Y cuando DyN lo interrogó sobre si le iba a contar al Pontífice qué cosas iba a denunciar el 1° de marzo, el interlocutor se cerró: cara de pocos amigos y respuesta cero.
Fuente: Dia a Dia
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