La juvenil de Malagueño, con el apoyo de su familia, vende pastelitos y pollos para costear el entrenamiento y los torneos. Los que resultan difíciles son los pequeños continuos sacrificios”, decía Johann Von Goethe, escritor alemán que muy poco tenía que ver con la localidad cordobesa de Malagueño.
Tal vez la joven Camila Romero, tenista de 15 años y reciente ganadora de la Copa Chile Sub 16 por la gira sudamericana, nunca haya sentido hablar de él, pero ella y su familia entienden perfectamente el significado de su expresión.
Para llegar a su primer título internacional, superando a varias de las mejores juveniles de Sudamérica, Camila y su familia se unieron en un esfuerzo constante. Desde chiquita empezó a mostrar sus condiciones para el tenis y a los 12 ya era la número uno del país. Pero para poder costearse los entrenamientos, su mamá Iris y su abuela “Maruca” hacían pastelitos y empanadas, mientras Camila salía a ofrecerlos entre los vecinos.
Y si bien tres años después han conseguido algún apoyo económico, esa historia de compromiso y sacrificio no se ha cortado. Por eso el título en Chile es un premio largamente esperado.
«Siento que estoy demostrándole a mis papás que les agradezco todo lo que hacen por mí», le contó Camila a Mundo D.
“Me siento orgullosa, siento que estoy demostrándole a mis papás que les agradezco todo lo que hacen por mí”, le dijo Camila a Mundo D previo a su debut en el Córdoba Bowl. “Están recontentos, no esperaban que pudiera ganar en Chile”, reconoce.
Por supuesto que el logro revolucionó todo Malagueño. “Me enteré cuando me avisó mi marido (Mauro). Mi marido lloraba y yo estaba al borde. Después hablamos con ella, la felicitamos. Todo el pueblo estaba a la expectativa de cómo le iba, así que le mandábamos mensajes a todos”, cuenta su mamá Iris.
La misma de siempre
Camila tiene una sonrisa contagiosa, desborda simpatía pero en la cancha sorprende por su agresividad. Hoy está consolidada entre las mejores del país y la Asociación Argentina la tiene entre sus proyectos.
No obstante los sacrificios pequeños siguen continuos. “Lo que más hacemos son pollos, nos da más ganancia. Para ir a Chile hicimos casi 80, pero para entrenar hacemos los pastelitos y empanadas”, agrega su mamá.
Claro que aportan todos. Sus abuelos “Maruca”, Gladys y Juan; sus tíos que la ayudan con un poco de dinero; otros no le cobran las verduras que acompañan a los pollos; y hasta sus responsables técnicos Santiago Picolet y Ernesto Martin, que suelen buscarla en la terminal para que “no ande sola” antes de los entrenamientos.
Esta semana se mostrará en Córdoba. “Me tengo confianza. Hay más chicas (que en Chile) y viene la número uno. Eso es bueno, va a estar picante, pero voy por la parte de abajo del cuadro y la vería en la final”, afirma.
Si le va bien en las etapas de Córdoba, Paraguay y las dos de Brasil, podría clasificar a la gira europea Sub 16. Pero sino, la AAT quiere que vaya igual.
“Quieren que vaya a Europa, es importante, para que vea cómo es el ambiente”, cuenta. Y agrega: “No imagino Europa, debe ser lindo. Lo más lejos que llegué fue a Paraguay, Chile y Uruguay”.
A los 15 años se anima a soñar: “Mi meta es ser la número uno del mundo y ganar Roland Garros”. El sueño está firme en su cabeza, construido con pequeñas dosis de sacrificios de muchas personas que creyeron.
“Siento que estoy demostrándole a mis papás que les agradezco todo lo que hacen por mí”, dijo Camila. Y claro, lo demuestra mejor en la cancha.
Fuente: La Voz
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