Horas de evocación y reflexión el golpe militar de 1976 dio origen a un Estado de terror que asesinó a miles de personas. Hasta el último de esos crímenes debe ser investigado y juzgado, por el bien de la democracia y de la memoria de las víctimas.
Al cumplirse 40 años del golpe de Estado que entronizó a la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina, se renovarán hoy las muestras de dolor y evocación por aquel acto de irracionalidad, que hundió a la población en el terror y que se cobró la vida de miles de ciudadanos, víctimas de la represión.
Pero no fue sólo aquella jornada funesta del 24 de marzo de 1976 la que marcó huellas indelebles, sino también, y de manera atroz, los siete años durante los cuales se sistematizó una máquina de terror que operó desde el propio Estado de facto y que duró hasta el amanecer de la nueva democracia, en 1983.
En agosto de 2002, el Congreso Nacional sancionó una ley por la cual se estableció el 24 de marzo como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Pero la distensión del feriado no debe solapar algunas evaluaciones y balances.
Es justo ponderar los avances que se han registrado en los tribunales del país en materia de juzgamientos y condenas a los responsables de las violaciones a los derechos humanos que se perpetraron durante aquella larga noche de angustia y de miedo.
La Justicia Federal de Córdoba se puede arrogar el mérito de ser la que más juicios ventiló por delitos de lesa humanidad y por las condenas que aplicó a decenas de militares y civiles, al cabo de procesos transparentes y con las debidas garantías de defensa para los acusados (derecho que estos negaron a sus víctimas).
En coincidencia con el nuevo aniversario, es pertinente también encarrilar ciertas conductas políticas, como modo de no repetir los comportamientos que se verificaron en la cresta de la administración nacional anterior, en cuanto a un desmesurado aprovechamiento de la bandera de los derechos humanos.
El rol que jugaron millones de argentinos para recuperar la democracia robada a punta de fusil no debe ser utilizado con fines de propaganda por ningún gobierno ni facción partidaria.
Se trata de resguardar el respeto que se merecen las víctimas que cayeron y las que sobrevivieron en los centros clandestinos de detención, y de los familiares que no claudican en la lucha por conocer el destino de sus seres queridos desaparecidos.
Es cierto que hubo progresos en esa materia que no pueden ser soslayados, como el impulso a la derogación de las leyes del perdón, que dejaban a los represores a salvo de la Justicia.
Pero más allá de las disidencias, hoy más que nunca dos preceptos valorables deben unir a los argentinos: el nunca más a las asonadas golpistas y la defensa de la democracia como el único sistema que garantiza la convivencia en paz y en libertad.
Fuente: La Voz
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