El viernes pasado se cumplieron 20 años desde que el ex secretario de Agricultura, Felipe Solá, firmara la Resolución 167/96. Fue una norma controvertida que inauguró la era de la biotecnología agrícola en la Argentina, al aprobar el uso del primer cultivo transgénico que existió en el mundo, la soja RR. Dos décadas después, la Argentina autorizó un total de 35 eventos, pero la mayoría no se siembra y aquella soja resistente al glifosato continúa siendo la más utilizada por los productores.
Esta semana se cumplieron veinte años de la aprobación del primer cultivo OGM, la soja RR. El gobierno de Cristina Kirchner fue el que más OGM aprobó, con 24 variedades.
La Argentina fue el segundo país en el mundo que adoptó los cultivos transgénicos. Fue en marzo de 1996, apenas meses después que los Estados Unidos. A lo largo de estas dos décadas, de todos modos, no mantuvo un ritmo constante de aprobaciones, a veces por razones políticas y comerciales (en especial, por el temor a perder mercados), pero sobre todo porque el ritmo de avance de la ciencia biotecnológica no ha sido tan veloz como se prometía entonces.
Recién ahora, en rigor, están apareciendo en el mercado agrícola opciones que amenacen el liderazgo de aquella primera soja desarrollada por Monsanto, pero inscripta por la semillera Nidera. En los últimos años, debido a la aparición de malezas resistentes, las principales empresas del ramo han desarrollado variedades que mejoran los niveles de tolerancia al glifosato pero a la vez ofrecen resistencia a otros herbicidas.
La Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), que depende del Ministerio de Agroindustria, es el organismo que regula en el asunto desde 1991. En su página publica el listado de 35 eventos transgénicos aprobados comercialmente. Una inmensa mayoría de ellos (24) corresponden a la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. En la presidencia de Carlos Menem se liberaron 5 OGM, en la de Néstor Kichner 4 y en la de Fernando de la Rúa solamente 2.
Pese a ser el cultivo más difundido del país, existen solo 8 variedades de soja transgénica, que generalmente han buscado ofrecer tolerancia a los herbicidas. El maíz, con 22 eventos, lidera con comodidad el ranking por cultivos, que se completa con cuatro variedades OGM de algodón y solo una de papa. En el caso del maíz, las mejorías ofrecidas por la transgénesis pasan por la resistencia a insectos y herbicidas.
Prácticamente todos los desarrollos han llegado desde el exterior. La excepción son dos transgénicos que fueron aprobados y presentados en el último tramo del gobierno de Cristina Kirchner: una soja resistente a la sequía presentada por Indear, una firma mixta con sede en Rosario, y una papa resistente a virus desarrollada por Tecnoplant, firma ligada al grupo local Sidus.
Estos transgénicos nacionales marcan la diferencia también respecto del principal objetivo que se ha trazado hasta aquí la biotecnología agrícola, ya que de los 35 eventos autorizados por la Conabia hay 10 que ofrecen tolerancia a herbicidas, 7 que buscan resistencia contra plagas y hay otros 15 que combinan esas dos cualidades agronómicas. Otra excepción a esta regla es una soja que presentó la semillera Pioneer en 2015, y que busca una producción de un grano con alto contenido de ácido oleico.
Monsanto, que desarrolló la primera soja RR y ahora hace esfuerzos para instalar en el mercado una variedad mejorada llamada «Intacta RR2 Pro», es la multinacional con mayor cantidad de expedientes aprobados por la autoridad regulatoria, con 11 transgénicos. La siguen Syngenta (7 eventos), Dow Agrosciences (4), Bayer (3) y Pioneer (3). Las siete restantes licencias se distribuyen entre otras tantas compañías. Algunas de ellas -como Novartis y AgrEvo- hoy han sido absorbidas por otras corporaciones.
Fuente: NAP
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