En Ana Zumarán, pueblo del sudeste cordobés, las maestras sacan fotos de las tareas y las envían por celular a los chicos que no pueden ir.
Entre campos inundados y caminos destruidos tras meses lluviosos, ir a clase es, cuando se puede, un enorme sacrificio para los chicos de 6 a 12 años de la escuela Juan Pedro Esnaola, en Ana Zumarán, pequeño pueblo situado 174 kilómetros al sudeste de Córdoba, cerca de Villa María.
En todo el sudeste provincial, a decenas de escuelas rurales y de pequeñas poblaciones con la mayoría de su alumnado viviendo en campos sólo les queda agudizar el ingenio y las nuevas tecnologías.
Muchos deben atravesar terrenos cubiertos de agua, salir de sus casas antes del amanecer para tratar de llegar a horario. Desde hace semanas, no hay vehículos que puedan pasar por esos caminos y la única forma, en algunos casos, es caminar más de una hora entre el frío y el agua.
Enzo tiene 11 años y junto a su hermano Matías salen del campo a las 6.20 para llegar a las 8 a esta escuela del departamento Unión. Salvo que llueva, no faltan nunca. Dicen que es “cerquita” y no se cansan “tanto” después de andar casi 10 kilómetros a pie, esquivando charcos y buscando lugares secos por donde pasar. Como ellos, varios hacen este esfuerzo todos los días, casi desde el comienzo de clases.
Fuente: La Voz
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