El aumento del precio del combustible de los últimos meses impacta indudablemente sobre el costo de vida de los argentinos pero, además, resta competitividad a la agricultura y sobre todo a las alicaídas economías regionales, poniendo en peligro el plan de reactivación del país prometido por el actual gobierno desde su génesis.
Mauricio Macri, como candidato, siempre expresó su idea de darle al sector agropecuario su máximo respaldo para que éste sea la “punta de lanza” del crecimiento económico. Una vez electo y antes de asumir como presidente sostuvo sus propuestas y pidió a “todos los que puedan, que se pongan a sembrar, a producir, para volver a darle dinámica a la economía argentina”.
Es que la propuesta era y sigue siendo clara: sostener al campo como el sector más dinámico de la economía y quitar todos los impedimentos que el anterior gobierno fue creando y que le restaron competitividad al agro argentino: rebajar y quitar derechos de exportación, sincerar el tipo de cambio y sacar trabas a las exportaciones estuvieron entre las medidas que, prometidas desde la campaña, se pusieron en práctica desde el primer día de gobierno para que el sector pudiese expresar todo su potencial.
En ese momento, una de las tantas cuestiones heredadas y desequilibrantes era el valor del gasoil: un 30% más caro que en Brasil país que extrae su petróleo del mar, práctica que en general es mucho más costosa que la observada en la mayoría de las cuencas petroleras de nuestro país.
Al día de hoy, después de todos los aumentos implementados por este mismo gobierno, prácticamente deja este rubro muy parecido a la situación inicial, a pesar de los aumentos observados también en el precio del combustible en nuestro vecino país.
El Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina es timó el consumo total de combusti ble anual del sector agropecuario en 4.300 millones de litros, tomando en cuenta la agricultura extensiva, la ganadería, el mantenimiento de los caminos, generadores eléctricos y todas las economías regionales como cebolla, aceitunas, algodón, arroz, limones, actividad forestal, otras frutas y hortalizas, etc.
De ese total unos 1.800 millones de litros son consumidos en la producción de unas 100 millones de toneladas de soja, maíz, trigo, girasol, cebada, avena, sorgo y otros cultivos extensivos; unos 850 millones de litros “tranqueras adentro”, y los 950 millones restantes en el transporte a la industria y puertos según un estudio publicado recientemente por la Bolsa de Comercio de Rosario para la actual campaña 2015/16.
En estos cultivos la mayor parte de sus costos es en dólares y en gasoil, los primeros por las semillas, agroquímicos, fertilizantes que cotizan en esa moneda, y los segundos por las labores. También es un gasto importante de los gastos fijos como el combustible de las camionetas, generadores, acomodamiento de caminos internos, bebederos, aguadas etc.
En la mayoría de las economías regionales tiene mucho impacto la mano de obra, pero este aumento del combustible, otorgado por el actual Ministro de Energía, representa más de 9.000 millones de pesos que se restan a las economías de muchas regiones del país que no les alcanzó con la devaluación, crisis brasilera mediante, para acomodar su situación.
Estos aumentos ahogan aún más su situación. De esa cifra cerca de la mitad queda en los bolsillos de las petroleras, el resto en manos del estado por sus componentes impositivos.
Volviendo a los cultivos extensivos, que ocupan hoy unas 34 millones de hectáreas, es importante destacar que una de las consecuencias observadas por las condiciones impuestas en el anterior gobierno, es que dos tercios de esa superficie están ocupadas hoy por soja, y otros cultivos como maíz y trigo no crecieron como debería, e incluso disminuyeron drásticamente, como es el caso del trigo; esto sumó problemas ambientales y de cuidado del suelo: como menor consumo de fertilizantes, menor incorporación de rastrojos de cereales al suelo, mayor riesgo de enfermedades en soja etc.
Otra consecuencia observada es la menor siembra de estos cultivos cuando la producción se alejaba de los puertos: es que transportar una tonelada de soja o maíz tiene el mismo costo, pero en el primer grano representaba un 15% de su precio y en el caso del maíz un 30%, si tomamos una distancia promedio de 350 kilómetros del puerto.
Con las medidas implementadas desde diciembre esta situación se reacomodaba con grandes esperanzas que prometían una gran cosecha 2016/17 (porque la actual ya estaba “jugada” a fin de año) de un millón de hectáreas más de trigo, sobre todo trigo/soja, un par de millones de maíz y sorgo, con el consecuente mejora en la rotación de cultivos, expectativa en la demanda de fertilizantes; todo ello producto del entusiasmo observado por los agricultores que hoy se va limitando nuevamente a las cercanías de los puertos.
Un dato adicional, que no es menor: es que los actuales precios de fletes de granos acordado entre productores y dadores de carga, representados por la Confederación Argentina del Transporte Automotor de Cargas, la tarifa CATAC, no contempla los últimos aumentos del combustible, componente esencial del costo del camión. Esto les traerá, seguramente, otros inconvenientes a los transportistas como el atraso de renovación de unidades, que afectaría la calidad futura del servicio si no se encuentran en forma inmediata soluciones a esta realidad.
Problemas no resueltos
Otra cuestión no solucionada por el actual gobierno es que los combustibles son más caros en el interior que en la ciudad capital, salvo en la Patagonia donde hay un régimen especial.
Esta es una anómala e injusta situación, ya que en Buenos Aires, Córdoba o Rosario, uno podría movilizarse en transporte público sin recurrir al auto, en la mayoría de las ciudades del interior el precio de los combustibles impacta sensiblemente en las economías familiares y también en las productivas.
También es injusto que los pequeños productores, en su mayoría monotributistas, paguen el precio lleno del gasoil como un consumidor final, sabiendo que lo usa para actividades productivas, cuando deberían tener el mismo tratamiento que los grandes productores que pueden compensar IVA y restar el ITC (Impuesto de transferencia de combustible) al precio de surtidor.
El enojo de los “elegidos”
La elección del sector agropecuario como motor de la economía por parte de este gobierno no fue una decisión casual; ya que es el actor más importante como generador de divisas, dos de cada tres dólares que ingresan al país provienen del agro, con una importación mínima de insumos para lograrlo. Divisas fundamentales a la hora de saldar las deudas internacionales que el país asumió.
El aumento del principal insumo del campo, el gasoil, debería preocupar y hacer repensar al gabinete económico.
A los productores sojeros, con la actual tasa del 30% de derecho de exportación, (las mal llamadas retenciones), estarían aportando este año al fisco unos 4.500 millones de dólares, una cifra similar a la de los subsidios que el mismo fisco otorga a los productores de petróleo. El aumento del gasoil de un petróleo subsidiado cae pésimo en muchos agricultores que empezaron murmurando en enero, y ahora van acercándose al reclamo.
Esta cuestión parece marcar una bisagra para una buena parte del campo en sus expectativas, ya que hasta aquí se observaban a los nuevos funcionarios tratando de solucionar los problemas engendrados por el anterior gobierno.
Ahora parece que la esperanza es que deberían pensar en comenzar a solucionar los problemas engendrados por ellos mismos (Noticias AgroPecuarias).
* Gerardo Gallo Candolo es ingeniero agrónomo, columnista en radio Mitre, con conductor del programa «Campo y ecología», radio Argentina y co editor del suplemento Agro y alimentación del diario La Tercera, del sur del Gran Buenos Aires.
Fuente: Noticias AgroPecuarias
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