Vendedores ambulantes: los nuevos dueños de la calle, por la crisis, hay nuevos dueños de la calle. Se tratan de más vendedores ambulantes que ocupan las avenidas empujados por la crisis.
Comedores sociales, repletos. Leonardo hace desde diciembre que no come carne. Es simple: no le sobra ni medio centavo, pese a que todos los días sale a vender en la calle.
En Ampliación Renacimiento se abrió un comedor para adultos porque el merendero de chicos está repleto. Belkis vende pan casero y repasadores que ella hace porque no le alcanza. Y los centros de recepción de gente para alojarse y comer en el Centro están completos. Las razones, las mismas: la plata no alcanza.
Desde Día a Día salimos a conocer a los nuevos dueños de la calle. Así a Leonardo lo encontramos vendiendo la revista La Luciérnaga. Tiene 22 años y desde los 13 forma parte de este grupo de chicos que a la mañana se junta en el desayunador, después sale a vender la publicación en la 9 de Julio y al mediodía vuelta al comedor. Más tarde, al secundario de noche, donde cursa a la vez cuarto y quinto año.
“La calle está dura, dura”, nos dice. En su casa de Villa Aspacia vive con su abuela Vicenta; su madre, Alcira, dos hermanos y un sobrino. Parar la olla para él está muy difícil y cuenta que cada día hay más chicos que llegan al comedor empujados por la crisis. Pese a todo, le pone onda. “Creo que me van a salir plumas de tanto comer pollo, hace desde diciembre que no comemos carne”, se confiesa.
Leonardo es uno de los tantos cordobeses que vive “el día”, y asegura que cada vez son más. “En La Luciérnaga nos gusta decir: ‘El sol sale para todos’. Pero como está todo, más vienen a comer. Antes vendía 40 y ahora son 20 revistas”, relata.
Comedores, repletos. En barrio Güemes está el comedor Santa Catalina de Siena Asociación Civil para personas sin recursos. El cupo está completo: 100 personas llegan a diario para comer lo que les manda el Paicor. Luis Martínez contó que siempre con los primeros fríos tienen más demanda, pero que este año están trabajando al límite. La mayoría son adultos que llegan a comer y después salen en busca de una changa.
“Es gente que no tiene nada, nada”, dice. Lo mismo que sucede en el Hogar Casa de María, por Corro, donde se alojan 15 mujeres por día.
Mariden Díaz, de esta casa, también relata que son cordobesas en precarias condiciones y que son asistidas, pero que hoy –pese a que se las ayuda para que tengan una pensión–, no logran dejar la residencia porque “no llegan con sus recursos a alquilar”.
A unas cuadras de este lugar, en Alberdi, está Belkis. Una pampeana de 33 años, que lleva más de 10 en esta capital. Empujada por la crisis y después de perder su trabajo en el comercio, salió a vender pan. A puro esfuerzo, cuenta cómo hace para salir a la calle a ganarse un peso y, además, cursar francés y hacer una capacitación en indumentaria para niños.
La vendedora de pan. “Salí a vender por la presión misma. Un día me levanté, compré harina y levadura y no paré. Vivo a puro esfuerzo: camino 25 cuadras hasta el mercado para no tomar el colectivo y vuelvo con los 20 kilos de la mercadería para hacer el pan. Y subo tres pisos porque no hay ascensor. En una casa con humedad, como está”, cuenta Belkis, que si algo le sobra es ingenio para rebuscársela. “Antes podía ahorrar algo, ahora ya no puedo. Trato de no detenerme porque no quiero retroceder. Logré comprarme una máquina de coser, con la que hago repasadores y manteles para vender y con eso pago cursos”, cuenta la joven que desde hace tres años perdió su trabajo en relación de dependencia.
Cada pan lo vende a 20 pesos y llega a comercializar unos 12 por día, más otras cosas que va sumando. Así Belkis llega con lo justo a pagar el alquiler y cursar en la Escuela de Lenguas. “Me queda una cuota atrasada, pero ya la pago, pagaré dos juntas porque ya voy por el tercer año en francés. ¿Ahorrar? Nooo, imposible por más que soy organizada. Y tomar un colectivo, tampoco”, relata.
En los barrios, peor. Esta realidad del Centro se repite más a flor de piel en los barrios, donde hay decenas de puestos de venta ambulante que crecieron en los últimos meses de pan casero y verduras. José María Olmos, secretario de Participación Ciudadana municipal, contó a Día a Día que la comercialización ilegal “está controlada en la Peatonal” debido a que no hubo asambleas de los inspectores, pero que se registró un aumento en la periferia.
El funcionario reconoce que el problema se trasladó a los barrios. “Con mucha pena, todos, todos los días le secuestramos el pan a algún vendedor en la calle. Hemos llegado a retirar más de 1.000 kilos de verduras y frutas de puestos. Y nos da pena, pero esto está prohibido”, relata Olmos.
Comedores solidarios. Como muestra, los 25 puestos de Red de Comedores Solidarios están trabajando a pleno. Jonathan Rojas, uno de sus coordinadores, contó que cada vez más chicos llegan para merendar o desayunar y que creció la edad de los concurrentes, por lo se comenzó en Ampliación Renacimiento con un sitio de comida para abuelos. La mayoría va después de haber salido en busca de una changa, tarea obligada para estos “los nuevos dueños de la calle”.
Un ruego para vender
No tiene más de 12, 13 años. Los que atienden en los comercios en el Centro lo conocen bien. Este nene cordobés camina todos los días abrazado a un puñado de bolsas que intenta vender. La rutina es siempre la misma: caminar por avenida General Paz, entre Colón y 9 de Julio, y en la Peatonal por la misma 9 de Julio de punta a punta. Desde hace un tiempo vender se le volvió más duro.
Como lo toma la imagen de nuestro fotógrafo: se arrodilla ante el peatón que tiene en frente. Un ruego en pleno Centro cordobés.
Venta ambulante, del Centro a los barrios
Con controles mucho más rigurosos en el área central por parte de la Municipalidad para que los vendedores no ingresen a la Peatonal en el horario comercial, los que salen en busca de un peso se las ingenian para ganar nuevos puntos. Así en los últimos meses crecieron manteros en la avenida Chacabuco, en Nueva Córdoba, y en las inmediaciones de la Terminal de Ómnibus, donde ya se colocan mesas con los productos.
Otros de los sitios que ganaron los vendedores ambulantes son la avenidas, frente a los shoppings. En estos casos se trata de vendedores de encendedores, lentes, enchufes o bolsas.
Ya más alejados del Centro, en el ingreso a los barrios, hay puestos enteros montados con cajones de frutas y verduras, toda mercadería que no está permitida para su venta, a menos que sea un comercio y que haya llegado desde el Mercado de Abasto local. Los vendedores de panes y tortillas eligen las ferias barriales, el Paseo de las Artes o las avenidas, como en la Duarte Quirós.
Cómo ayudar
Santa Catalina de Siena. En el comedor se reciben a 100 personas por día, en barrio Güemes. Se puede colaborar con ropa o medicamentos, en Belgrano 1472 o llamar al número 468-1349 o al celular 0351-158-065591. Luis Martínez recepta las donaciones.
Hogar Casa de María. Hospeda a 15 mujeres mayores. También se reciben donaciones, como ropa y medicamentos, en Corro 361. Se puede llamar para colaborar al número 421-6981. Se reciben donaciones en débito solidario de Tarjeta Naranja a la cuenta 10031092/8.
Red comedores solidarios. Se reciben personas que quieran apadrinar a los comedores. Dirigirse a 9 de Julio 1251, en barrio Alberdi. También se puede escribir para dar ayuda al Facebook Red Comedores Solidarios o llamar al número 0351-152-196361.
Fuente: Día a Día
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