La pequeña vivió una tarde matadora en el Kempes y cumplió el sueño de conocer al club de sus amores.“Me gusta cuando la pelota se va al cielo”, decía Martina cada vez que el fútbol volaba por los aires con los bombazos de los jugadores. “¡Persignate, persignate!” exclamaba cada vez que Santamarina se acercaba al arco de Talleres.
“¡Gancho, gancho, gancho!”, pedía en complicidad con quienes estaban a su lado cuando el contrario de la T amenazaba con meter un gol. Todo era diversión, un juego, una gran ilusión -hecha realidad- en la que Martina estaba inmersa, explorando algo nuevo, mirando para todos lados, sorprendiéndose de cada detalle que para la mayoría pasaba desapercibido.
Martina es como nos la imaginábamos, y más. Simple, pura, sociable y llena de amor. Desde que llegó al Estadio Mario Alberto Kempes se dispuso a disfrutar de su sueño, que estaba haciéndose realidad. Se prendía en todas: las fotos, las notas, los recorridos indicados por “La Seño” (como le llamaba a la coordinadora que guiaba la Experiencia Talleres). No se privó de preguntar nada: ¿Por qué gritan? ¿Y ahora qué pasó? ¿Ya viene el gol?, y parecía que quienes las rodeaban se tropezaban en el entusiasmo de responderle. Es que el entusiasmo no era solo de Martina. El sueño se estaba cumpliendo para toda su familia.
En el entretiempo, la pequeña entró en confianza y entre charlas contó algunos detalles sobre sus gustos. Ya estaba pidiendo choripán, sin que nadie le dijera que era el clásico de los partidos, porque casualmente es su comida preferida. Seguramente sintió el olorcito y se tentó. “Abril y noviembre son mis meses preferidos”, sentenció de la nada. De noviembre era entendible, pues en ese mes es su cumpleaños. Pero, ¿Abril? “Es que en abril me ponen las vacunas, y gracias a eso estoy sanita”, dijo definiendo su manera de ser ante la vida. Y el remate se llevó todos los laureles: Sueña con ir a París y conocer la Torre Eiffel, pero lo hará “con su novio y cuando sea grande”.
Al inicio de la celebración interreligiosa previa a cada partido de Talleres, un representante del club saludó a los presentes y dedicó el momento a Brian (un pequeño discapacitado que estaba allí) y a Martina. “Que en ellos dos se refleje el espíritu de paz en el campo de juego”, exclamó el orador.
El momento cumbre se dió cuando Martina se separó de sus padres para ingresar por la manga por la que entra el plantel aguardando la llegada de los jugadores, y del árbitro principalmente, ya que ella sería la encargada de entregarle la pelota. Totalmente independiente y desenvuelta, “se comió la cancha” al protagonizar ese momento. Desde las plateas, sus padres Daniel y Gladys, desbordaron de la emoción. “Todavía no lo puedo creer”, se sentía reiteradas veces.
“La inclusión que da Talleres con este tipo de acciones nos pone muy felices. Martina siente a Talleres como nosotros. Sé que en algún momento va a entender mucho más todo esto que está viviendo, te aseguro que la va a marcar”, afirmó su papá
Y, porque así tenía que ser, Gonzalo Klusener hizo su magia y a los 38 minutos del primer tiempo marcó un gol, regalando a Martina uno de los mejores momentos de su vida. Lo gritó eufórica, aplaudió y movió las manitos alentando a la T de principio a fin. Y ante la pregunta “¿Vas a volver a venir a la cancha?” Una sonrisa enorme acompañó un segurísimo SÍ. Martina cumplió su sueño y, hoy más que nunca, esta matadora fue “feliz como una lombriz”.
Fuente: Día a Día
Comentar post