El modelo cooperativo es uno de los puntales en Israel, un espejo para sacar conclusiones en la cadena local.
Israel es el país con los mejores estándares de producción lechera en todo el mundo: en promedio, cada vaca produce por año alrededor de 12 mil kilos de leche, un 50 por ciento más que la media argentina, de ocho mil kilos.
Datos que sorprenden en un país con condiciones desfavorables por la baja superficie de tierras cultivables y un clima con déficit de precipitaciones y períodos de muy altas temperaturas.
Los softwares e innovaciones tecnológicas más avanzadas a nivel mundial y un mercado con reglas de juego claras, tanto para los productores como para la industria, configuran algunos de los factores que explican este fenómeno. El otro: el asociativismo, que logra achicar los riesgos de la producción individual y, a la vez, potencia los negocios cuando se realizan de manera conjunta.
Este fue el principal dato que recogieron los participantes de la Gira Técnica sobre Lechería en Israel, organizada por la firma Coiset Amuchástegui y Agrovoz. Productores, dirigentes de entidades rurales y cooperativas e intendentes asistieron a este viaje para observar al modelo asociativo como una de las alternativas que podría ayudar a paliar la difícil coyuntura que atraviesa la cadena láctea argentina desde hace un año.
Caso testigo
A lo largo de 15 días, la gira diseñada por el Instituto Internacional de Liderazgo Histadrut de Israel, incluyó visitas a tambos, kibutz (comunas agrícolas israelíes) e industrias lácteas, además de sitios turísticos e históricos vinculados al judaísmo y el cristianismo. Dentro de esas visitas, una de las que más llamó la atención fue la experiencia de un productor que contó cómo asociándose logró revertir un escenario de pérdidas y deudas.
“Esta persona vio que su tambo se caía y que tenía vecinos con similar cantidad de hectáreas, que también estaban mal. Se asociaron, y con el apoyo del gobierno con un crédito hicieron un mega tambo y lograron rentabilidad”, relató el intendente de Marull, Daniel Constantino.
Para Constantino, que también es productor ganadero y representante en Córdoba de la Cámara Argentina de Feedlot, un ejemplo fácilmente replicable en Argentina del modelo asociativo israelí es el de los centros de producción de módulos de alimentación para los bovinos. “Se podría concretar una fábrica de heno, silado, subproductos y núcleos concentrados para nueve o 10 mil vacas: en Argentina serían unos 20 tambos que, en lugar de 20 mixers y 20 silos cada uno, tendrían uno solo para abastecer a todos”, explicó.
La coordinadora de la Mesa Nacional de Lechería de la Federación Agraria Argentina (FAA), Marisa Boschetti, consideró que “no es tan difícil” avanzar en modelos asociativos, pero que una de las trabas es cultural. “Si en Argentina lográramos cambiar la cultura del individualismo del sector lechero, y asociarnos, podríamos acceder a estas tecnologías, lo que cambiaría radicalmente el sistema productivo y la vida de los productores”, mencionó.
Martín Guzmán, intendente de La Para, avaló esta visión: “Entre los propios intendentes, por ejemplo, nos cuesta mucho juntarnos entre 10 y comprar una máquina. Está inserto en nosotros, tenemos un chip de la desconfianza. Al asociarse, acá empezarían con ‘¿lo hacemos en tu campo o en el mío? ¿Quién lo va a manejar?’”, coincidió Constantino.
Boschetti agregó que, si no es para producir, al menos los tambos deberían empezar a asociarse para comercializar la leche. “La industria nos vería con otros ojos, tendríamos otro peso”, evaluó.
Cooperativismo
La dirigente de la FAA es oriunda de Alicia e informó que están trabajando para recuperar una cooperativa lechera que funcionaba en ese pueblo. “Sería una gran herramienta para salir adelante de estos problemas tan complejos que estamos viviendo. Los pequeños productores, en forma asociada, lograrían más cosas. Si no recuperamos el sistema cooperativo, va a ser muy difícil remontar la situación”, enfatizó.
Una opinión similar expresó Rosana Galanzino, presidente de la Cooperativa de Tamberos La Selecta y quinta generación de productores lecheros en la zona de La Paquita. “La visión del cooperativismo no es sólo herencia familiar; también es producto de la educación en las diferentes instituciones sociabilizadoras. En Israel, la idea de cooperar (operar juntos) es uno de los ejes que posiciona a este país como principal productor mundial de leche”, rescató.
Reivindicar los principios y valores del cooperativismo ayuda a integrar oportunidades de negocios, diversificar ingresos y brindar un mayor respaldo económico a los socios, sostuvo Galanzino.
“Ampliar el portfolio de servicios puede ser una alternativa para que las cooperativas mantengan vigencia y puedan innovar, buscando adaptarse a las exigencias y las necesidades del sector”, analizó.
Y también hizo foco en la necesidad de un cambio cultural: “La cultura del cooperativismo requiere un compromiso por parte de todos, salir de una visión cortoplacista y mirar hacia un futuro en el que se construya de manera sustentable, incentivando la solidaridad, la capacidad de generar valor en equipo y el desarrollo de empleo real”.
Protagonistas
D. Constantino (Intendente de Marull). “Los tambos que producen menos de cinco mil litros diarios en Argentina no tienen futuro y lo que pueden hacer para no salir de la actividad es juntarse”.
Marisa Boschetti (Federación Agraria). “Los pequeños productores en forma asociada lograrían más cosas. Si no recuperamos el sistema cooperativo, va a ser muy difícil remontar esta situación”.
Modelo de alta producción
Eficiencia récord. La producción de lácteos por vaca en Israel es la más alta del mundo, con un promedio de 12 mil kilos por año. Supera en el podio a los países más eficientes, como Estados Unidos y Arabia Saudita. En la Argentina, la media productiva es de alrededor de ocho mil kilos anuales.
Precios regulados. Uno de los aspectos que ayudan a estos estándares es la existencia de un mercado regulado: el precio que cobra el productor se define cada tres meses en el marco de un Consejo tripartito que reúne a una asociación de productores de leche, las industrias lácteas y el Estado. Allí se tienen en cuenta diversos índices, como el costo de los alimentos de los animales o la mano de obra y se establece el valor. Actualmente, equivale a 48 centavos de dólar, lo que en Argentina significaría alrededor de siete pesos por litro, el doble de lo que cobran los tambos locales. Esto aumenta también la participación del productor en el precio de góndola: mientras en Argentina sólo participa con el 20 por ciento del valor final, en Israel esa proporción ronda el 33 por ciento.
Cuotas anuales. Otro aspecto que brinda previsibilidad es que cada tambo tiene determinada una cuota de producción anual. Es decir, a principios de año se define cuántos kilos de lácteos deberá elaborar, a qué empresa le proveerá y con qué calidad. Si algún establecimiento se excede en su cupo, recibe multas.
Tecnología avanzada. Es el principal aspecto que lleva a Israel a ser líder mundial en producción de leche. Los productores cuentan con los desarrollos informáticos y tecnológicos más avanzados del mundo. Por ejemplo, cada animal cuenta con tres pulseras que monitorean su desempeño las 24 horas y miden si tiene estrés, cuánta ración de comida ingirió o si está incubando alguna enfermedad. Todas las vacas son inseminadas artificialmente y se llevan datos de cuántos terneros tuvieron, qué toro se usó para inseminarlas y con qué código genético.
Confort. La producción se lleva adelante íntegramente en establos cerrados, que permiten un mayor confort del animal, para evitar que sufra calor u otras inclemencias climáticas. No existe el ordeñe manual: es todo mecánico.
Alimentación estabulada. Ante la falta de tierras cultivables y pasturas, toda la ganadería es estabulada. Los alimentos se obtienen en centros de producción que abastecen a varios establecimientos a la vez. Los nutrientes son variados: picado de trigo, cebada o maíz, henos de alfalfa, pellets de soja y hasta reciclados de cáscaras y pulpas de cítricos.
Rodeo. En total, en todo el país hay unas 120 mil vacas de la raza Holstein-Israelí.
Fuente: agrovoz
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