La Iglesia respaldó al cura Oberlin contra el narcotráfico. El arzobispo Ñáñez, numerosos curas y representantes de otros credos hicieron un “apremiante pedido a las autoridades públicas” para que actúen contra el narcotráfico en la seccional Quinta.
El arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, y los sacerdotes de la Arquidiócesis local se solidarizaron ayer con “las familias y comunidades atravesadas por el flagelo del narcotráfico y la drogadependencia”.
Lo hicieron en la misa que el obispo ofició en el patio de la parroquia Crucifixión del Señor, de barrio Müller, donde desarrolla su labor pastoral el padre Mariano Oberlin. Este cura viene denunciando el accionar narco y de vendedores de pasta base de cocaína (paco) en la seccional 5ª y ha sido objeto de amenazas y agresiones.
“Nos hemos congregado para acompañar como presbiterio y como comunidad a la parroquia Crucifixión del Señor y a su pastor, el padre Mariano Oberlin, en un momento muy delicado ya que se han insinuado amenazas para algunas de sus integrantes, madres de hijos afectados por la adicción a las drogas”, inició su homilía el prelado.
Luego agradeció el acompañamiento de miembros de otras iglesias cristianas, tradiciones religiosas “y personas de buena voluntad”.
“Queremos expresar también nuestra cercanía y acompañamiento a todos los que sufren el flagelo del tráfico y del consumo de las drogas: a las comunidades de la ciudad y del interior y a innumerables familias concernidas por este drama. Hoy podríamos encontrarnos en cualquiera de esas comunidades que sufren este problema”, continuó el obispo, aceptando que la desgracia se extiende como una mancha funesta por todas partes.
En un encendido pasaje de su sermón, Ñáñez formuló un “apremiante pedido a las autoridades públicas para que profundicen las acciones tendientes a combatir eficazmente la expansión de este vil comercio de parte de los mercaderes de la muerte”.
Sentado en la primera fila de sillas, a unos tres metros del mitrado, el ministro de Gobierno de la Provincia, Juan Carlos Massei, tomó nota.
No obstante, en otro párrafo, el obispo aclaró: “Este drama no es un problema sólo de las autoridades, de la Justicia y de las fuerzas de seguridad. Ciertamente todas ellas tienen una responsabilidad indelegable y de la que no pueden excusarse ni apartarse, pero todos en la sociedad debemos sentirnos concernidos por el problema y debemos procurar hacer cuanto esté a nuestro alcance para enfrentarlo”, desafió.
“El futuro de nuestras familias, de nuestras comunidades y, en definitiva, de nuestra patria está seriamente comprometido”, resumió su preocupación el jefe de la Iglesia de Córdoba.
“Nuestros niños, adolescentes y jóvenes afrontan el enorme riesgo de emprender un camino de difícil o casi imposible retorno”, reforzó su aflicción. Pero recalcó: “Todos podemos hacer algo”.
Dar razones para vivir
Con ese propósito, Ñáñez planteó la necesidad de dar razones para vivir y no sólo con argumentos, sino sobre todo con gestos; más aún, con actitudes permanentes: “La acogida cariñosa, especialmente a los niños, adolescentes y jóvenes, la indispensable ternura. No hay que tener miedo a la ternura, nos dice el papa Francisco. La dedicación del tiempo para escuchar y acompañar a los hijos. Brindar una educación que comienza por el ejemplo y se afianza por la coherencia”, expresó.
El obispo también hizo un “apremiante llamado a quienes están o favorecen este comercio de muerte” y recordó que el papa Francisco, en su convocatoria al Jubileo de la Misericordia, “exhortó vivamente a que los que están en este negocio se conviertan (…), cambien de actitud. Con la gracia de Dios y la ayuda de la comunidad, la conversión es posible”, arriesgó.
Fue entonces cuando sorprendió a la multitud con un comentario: “El crucifijo que está sobre el altar –lo señaló– es un obsequio que recibí en una oportunidad de parte de un traficante (de drogas) que estaba detenido en la cárcel”, avanzó. “Algo expresaba ese gesto. Seguramente un atisbo de conversión que siempre es posible”.
“No hay droga ‘blanda’ o ‘de buena calidad’, distinta de la droga ‘mala’ o ‘dura’. La droga destruye y mata siempre. Así de simple…”, concluyó el pastor.
Representantes de organizaciones sociales, instituciones y alrededor de medio centenar de curas católicos que integran Común-Unión participaron del oficio concelebrado por Ñáñez y por Oberlin.
Fuente: La Voz
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