PROTESTAS EN LAS CALLES, ABUCHEOS EN LAS GRADAS Y CRITICAS DE LA OPOSICION.
A los ambientalistas se unieron defensores de la causa mapuche, estudiantes, organizaciones gay y desempleados.
Los ánimos comenzaron a caldearse la noche del viernes, en la previa de la cuenta pública de su gestión que ayer dio Sebastián Piñera al país, cumpliendo con una rancia tradición republicana chilena. Más de 40 mil personas salieron a protestar por las principales calles de Santiago. La principal bandera de lucha la portaban los detractores del megaproyecto HidroAysén, un complejo energético que se pretende levantar en La Patagonia y que ha recibido críticas transversales por el daño que provocará al medio ambiente.
Pero no eran los únicos, a los ambientalistas se unieron defensores de la causa mapuche, estudiantes, universitarios, organizaciones gays, desempleados y mucha gente común y corriente que dieron vida a esta nueva masa humana que hace rato viene gritando con fuerza que no están contentos con la forma que tiene el gobierno de derecha de dirigir al país.
Duros enfrentamientos entre Carabineros y jóvenes más radicales dieron por terminada la marcha, pero el nerviosismo llegó a La Moneda, donde el inquilino principal afinaba los últimos detalles del esperado discurso ante el Congreso pleno, que comenzó ayer a las 10 en punto.
El principal temor en el oficialismo era que las escaramuzas se trasladaran a Valparaíso, la ciudad sede del Poder Legislativo, opacando un ritual que coincide con el Combate Naval de Iquique, una de las gestas militares celebradas en este país. Y así nomás fue, y no sólo en las calles.
Con un discurso cargado a los «logros» de su administración (crecimiento por sobre el 7%, avances en Salud, Educación, Cultura, entre otros), Piñera dejó para el final el tema medioambiental, quizás intentando apaciguar los ánimos ya encendidos a mitad de su elocución –hubo gritos y consignas de desaprobación a sus palabras, que la televisión y radio no lograron captar completamente– o bien pensado derechamente como una estrategia comunicacional. Con todo, fue interrumpido 16 veces, todo un record para esta ceremonia que data desde los albores del Chile independiente.
El clímax de la jornada llegó cuando diputados de oposición (Concertación) exhibieron un lienzo con el mensaje: «No a HidroAysén. Patagonia sin represas», lo que obligó al presidente del Senado Guido Girardi a solicitar su retiro. Sin embargo, los parlamentarios se trenzaron en una refriega con sus colegas oficialistas de Renovación Nacional (RN), que intentaron obligarlos a bajar la pancarta. Fue un intento, que no llegó a mayores, mientras tanto en las graderías se escuchaban reclamos por la lentitud de la reconstrucción, los líos en la educación media y superior y el tema de las represas en el sur. «Mentiroso, mentiroso», alcanzaron a escuchar los casi mil asistentes al Congreso en la ciudad-puerto.
Otro punto clave de su presentación fue el ataque a las políticas del gobierno pasado, asegurando que su administración utiliza normas ambientales más rigurosas, las cuales, de haber estado vigentes antes, hubieran evitado daños ecológicos. Aplausos cerrados de la derecha, muecas desde la vereda del frente.
En ese escenario, Piñera –sin nombrarla– hizo una defensa de HidroAysén (propiedad de Endesa y la acaudalada familia Matte): «Quienes piden concentrarse sólo en energías renovables están induciendo a error», dijo y emplazó indirectamente a ecologistas que cuestionan proyectos tradicionales, pero que consumen la electricidad que se genera en estas centrales sin problema.
«Necesitamos asumir decisiones ahora y no seguir postergando para el próximo gobierno», agregó dando otro palo Michelle Bachelet.
Una nueva interrupción obligó a Piñera a salirse del libreto: «Los violentistas en este país nunca tendrán la última palabra…», vociferó. Luego se mostró contrario al «germen de la división y la beligerancia que podrían terminar matando el diálogo». Acto seguido, pidió un pacto nacional para avanzar en temas sociales y terminar con las confrontaciones políticas.
La rendición de cuentas se caracterizó por los abucheos provocados en las gradas, que no se habían registrado con tanta insistencia desde que retornó la democracia en 1990. Para la oposición, no hubo grandes anuncios, más bien fue un recuento de las medidas de avance de la agenda de siete grandes ejes fijados por su administración.
«Fue un discurso pobre y una pérdida de tiempo», declaró tajante el presidente del PS, Osvaldo Andrade. A su juicio, «sería bueno que los chilenos evaluaran. ¿Hay algún mínimo reconocimiento de algún error? ¿Todo ha sido perfecto? El Presidente en ningún momento dijo ‘tuvimos este error’, ‘nos equivocamos en esto'», comentó.
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