La filósofa Diana Cohen Agrest sostiene que siempre hay que atender a una persona que expresa su intención de morir. Pasó por Córdoba para hablar sobre la prevención del suicidio y dejó recomendaciones para tener en cuenta.
Los caminos de la vida llevaron a Diana Cohen Agrest a trabajar sobre la muerte… Cuando su madre se enfermó de Alzheimer no pudo reconocerla y le dijo que no sabía de “ninguna Diana”, la filósofa argentina se preguntó por el sentido de la vida “cuando ya no se tiene ni siquiera conciencia de sí mismo”.
Comenzó a reflexionar sobre el suicidio asistido para casos como el de su madre, investigó otras prácticas sobre quitarse la vida y en 2007 publicó el ensayo Por mano propia. Desde entonces, da conferencias sobre el tema en el país y en el extranjero.
Cuatro años después, asesinaron a su hijo Ezequiel durante un asalto en el barrio porteño de Caballito. Le golpearon el alma. Luego, las vicisitudes del proceso de investigación y de la Justicia le sacudieron la mente y puso tinta a sus reflexiones en el libro Ausencia perpetua, inseguridad y trampas de la (in)Justicia .
Días atrás, Diana Cohen Agrest estuvo en Córdoba, invitada por la Defensoría de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la provincia de Córdoba, donde disertó sobre “Una difusión mediática responsable” en las Jornadas sobre Prevención del Suicidio.
El tema de su conferencia se relaciona con el cuidado al difundir por los medios masivos los casos de suicidio para evitar, entre otras cosas, conductas imitativas.
Más aún cuando en la Argentina, la tasa de suicidios entre jóvenes de 15 a 24 años, viene aumentando y, en 2012, alcanzó un pico máximo de 13,8 cada 100 mil habitantes, según un informe del Ministerio de Salud de la Nación.
–Es difícil pensar que hasta la posibilidad de quitarse la vida sea una conducta imitativa.
–Los seres humanos no estamos aislados, estamos en permanente conexión, y la conducta de los otros repercute en la nuestra. Por eso, los medios de comunicación no deben presentar a un suicida como a un héroe o como a alguien que tuvo el valor de tomar una medida para liberarse del dolor (más allá de que esto último pueda ser verdad) porque otras personas que están pasando por crisis severas podrían considerar esa conducta como digna de imitar.
–Mencionó que es un mito sostener que el auténtico suicida no expresa sus intenciones.
–Claro, porque se sostiene que quien lo anuncia lo que, en realidad, busca es llamar la atención. Esto no es así, porque el que expresa la intención no quiere decir que después no la lleve a cabo. De hecho, nueve de cada 10 que se suicidaron expresaron claramente su propósito. Se trata de poder leer los indicios, que la familia, las personas que están cerca puedan detectar los signos de alarma.
–¿Por qué se censura el suicidio, se estigmatiza el acto o el estado en que estaba la persona o a quien pide ayuda?
–Según la religión, Dios nos dio la vida y Dios es quien nos la quita y nosotros no podemos decidir sobre nuestro propio cuerpo. Hoy, esto está atravesado por una cuestión social, porque de alguna manera deja planteado qué habrá hecho la persona como para quitarse la vida, ya que precisamente, está enmarcado en el modelo médico-psiquiátrico. Como sea, no se puede juzgar un acto suicida, hay que comprender y respetar la incomprensibilidad del acto. Lo otro que surge en el caso de los jóvenes es que los padres no lo ayudaron, los padres lo descuidaron, no lo supieron escuchar o lo que hacían los padres se toma como causa del suicidio del hijo.
–Pareciera que los jóvenes tucumanos que recientemente se suicidaron y consumían paco estaban atravesados, primariamente, por problemas sociales más que psiquiátricos.
–Siempre digo que, paradójicamente, la razón que en muchos casos lleva a chicos a quitarse la vida, es la misma que lleva a muchas chicas de 13, 14 años a quedar embarazadas, me refiero a la falta de un proyecto de vida. En la versión tanática lleva a suicidarse, en la versión más atada a la vida, en la de Eros, lleva a creer que un hijo va a poder colmar de sentido la vida de una chica de 13 o 14 años. Pero que a la larga, también resulta negativa, porque esa chica que debería estar estudiando y construyendo su proyecto de vida termina teniendo a los 18 años, quizá dos, tres o cuatro chicos, que muchas veces son criados por las abuelas. Lamentablemente, son chicos que terminan con enormes vulnerabilidades familiares y sociales. Lo más probable es que tanto la madre como el padre formen parejas con otras personas, y esas son parte de las causas sociales que podríamos atribuir al suicidio, junto con otras problemáticas de hoy en día en la Argentina.
Atentos a los que necesitan ayuda
Centro de Asistencia al Suicida de Córdoba.
Por teléfono. Llamar al 135 en ciudad de Córdoba, o al (0351) 426-5755 desde el interior de la provincia.
Por e-mail. Escribir a asistenciaalsuicidacba@gmail.com.
Indicios
Comportamientos a los que hay que estar atentos.
Llanto inconsolable
Tendencia al aislamiento
Amenazas tales como “me voy a matar”
Expresión de deseos de morir
Desesperanza
Súbitos cambios en la conducta o en los hábitos
Consumo excesivo de alcohol o de drogas
Ag. de Noticias: La Voz
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