La asunción de Donald Trump como 45º presidente de Estados Unidos está cargada de expectativa, incertidumbre y temor. Para muchos, es el comienzo de un nuevo sueño americano; para otros, un paso atrás en la lucha contra el racismo y la intolerancia. Ese escenario divido será palpable desde el comienzo de su gobierno en el icónico Capitolio de Washington DC, donde se espera una marcha multitudinaria de repudio.
Trump llega al poder con un discurso proteccionista, reaccionario y provocador, un pasado como empresario y personaje televisivo y sin experiencia política, y luego de enfrentar al establishment estadounidense y a Hillary Clinton, una demócrata de carrera que todas las encuestas y medios de comunicación avalaban. Y con propuestas, en parte inciertas, de cambios en temas como inmigración (con foco en deportaciones), salud pública, generación de empleo, impuestos y seguridad nacional.
Sobre su espalda carga con el peso de una victoria sin la mayoría del voto popular, de los conflictos de intereses que pueden generar sus negocios y de una supuesta injerencia de Rusia en la elección que afecta su legitimidad. Vive así lo que los medios locales llaman “la más corta luna de miel registrada”. El período de esperanza y de buena voluntad ciudadana que suele durar unos 100 días poselecciones ya terminó: el republicano tiene un índice favorable de sólo 37 por ciento, según la última encuesta de la Universidad Quinnipiac, dada la preocupación que generan su temperamento y la dirección que podría darle al país.
Sus ideas implican un giro político radical tras ocho años de Barack Obama en el poder, un presidente demócrata que se despide con un 60 por ciento de valoración positiva. Con los republicanos controlando el Congreso, sus chances de generar reformas son altas, si no surgen conflictos internos.
Durante la última semana, declaraciones del presidente electo alimentaron la incertidumbre sobre el futuro de las relaciones del país con Rusia, Israel, la Unión Europea y China . Y también hubo gestos de política interna: avances en acuerdos para sostener la inversión de automotrices y para anular la reforma sanitaria conocida como “Obamacare”, sin un reemplazo definido. Esto último, podría dejar sin cobertura al 10 por ciento de la población, advirtió el exdirectivo J. B. Silvers .
Trump relativizó la desaprobación y el temor. “Las mismas personas que hicieron las falsas encuestas electorales, y se equivocaron, ahora están haciendo encuestas de rating de aprobación”, disparó el martes en Twitter, la red social desde donde burló y cambió las reglas del juego político. Algo de razón tiene: el magnate ganó contra todos los pronósticos y los análisis que desestimaron el voto de parte de la clase media, del blanco no universitario, de los que sufren una crisis silenciosa y buscan un cambio. Cómo lo hizo es un debate que aún sigue abierto en los medios, en las calles y en los hogares de este país.
¿Asunción eclipsada?
La pelea pública entre Trump y las agencias de Inteligencia por el hackeo ruso y por su relación con el presidente Vladimir Putin fue otro de los temas candentes de la semana previa a la asunción. El jefe de la CIA, John Brennan, y el congresista John Lewis fueron los blancos de los usuales golpes “tuiteros” de Trump. A Lewis, un ícono en la lucha por los derechos civiles, lo acusó de “todo hablar, hablar, hablar, sin acción ni resultados”, luego de que este cuestionó su triunfo. El cruce acentuó un boicot a la inauguración presidencial y más de 50 legisladores demócratas declararon que no asistirán al Capitolio. También está descartada la presencia del expresidente George H. W. Bush (internado por una infección respiratoria) y en duda la de su hijo, George W. Bush.
Al faltazo de los políticos se suma la negativa de artistas, como la actriz de Broadway Jennifer Holliday, de unirse a la celebración. Pero lo que podría eclipsar el evento es la “Marcha de las Mujeres” convocada para el sábado. Se prevén más 200 mil participantes de diversas organizaciones, por lo que podría ser una de las protestas más grandes en la historia del país.
Mañana, cuando Trump jure con su mano sobre la Biblia, habrá además unos 30 grupos de protesta en Washington y, de acuerdo con la Coalición de Inmigrantes de Nueva York, acciones en más de 50 ciudades. Algunos analistas desestiman el impacto recordando las protestas en la asunción de Richard Nixon (1973) y de George W. Bush (2001). Y Trump, por su parte, anuncia un “gran show” y una celebración “muy especial, muy hermosa”, mañana y el sábado, con “multitudes masivas”. El Comité Presidencial de Inauguración reveló también que recaudó más de 100 millones de dólares en donaciones para los festejos.
Más allá del espectáculo, la asunción ha sido siempre la oportunidad de dar un mensaje de unidad y de definir la política que se viene. La atención estará allí, esperando ver desvanecer la incertidumbre sobre la era Trump, que tendrá posiblemente la huella de Obama. Como dice el historiador Jonathan Chait en su libro Audacia (en defensa del demócrata): “Cualquier reordenamiento a gran escala del poder y de los recursos de la vida estadounidense va a enfrentar una resistencia, a veces, durante décadas”.
Ag. de Noticias: La Voz
Comentar post