River y Boca llegarán al superclásico de hoy en el Monumental descascarados como nunca, con el único objetivo de una victoria para al menos anestesiar un presente traumático y con el riesgo de una derrota que podría poner fin la gestión de sus entrenadores.
El encuentro se jugará a las 19 a estadio lleno (las entradas se agotaron el viernes último) y será dirigido por el internacional cordobés Héctor Baldassi.
Un ejército de casi un millar y medio de uniformados estará afectado a la seguridad de los casi 50 mil espectadores, entre ellos los siempre presentes barrabravas de uno y otro lado (Rafael Di Zeo estuvo ayer en un banderazo boquense, y la interna de River resurgió días atrás por los estacionamientos de los recitales).
Para River y Boca los objetivos usuales de título o de ingreso a alguna copa internacional hace rato que no aparecen en sus horizontes y más allá de la frase común de que «el superclásico no salva el año», todos esperan aliviarse con una victoria en él.
Si un triunfo obrará al menos como un anestésico a los problemas que ambos atraviesan, una derrota los enterrará aún más profundo de lo que ya están.
La directiva «millonaria» se apresuró en echar antes del clásico al DT Ángel Cappa como para no mostrarse de rodillas ante una eventual caída en el derbi.
El presidente Daniel Passarella puso a Juan José López, pero tal como dijo el interino, se queda por ahora «hasta el martes» y del resultado dependerá su continuidad al frente del plantel. Una derrota le provocará el doble golpe de sentirse más hundido en la zona de los promedios y el acicateo psicológico de su rival histórico por potenciarle la angustia.
Por el lado de Boca, Claudio Borghi ya amagó tres veces con irse y una caída podría determinar su salida. Para colmo, «el Bichi» sufrió un desgaste impensado por estos días con el affaire que derivó en la exclusión del arquero Cristian Lucchetti, quien será sustituido por Javier García.
A esa contingencia se sumaron en los últimos días algunas declaraciones dirigenciales que pusieron en duda su continuidad («Si no cambia, se tendrá que ir», dijo el vice 1º Juan Carlos Crespi) y la incertidumbre en torno a la presencia de Juan Román Riquelme, afectado por una tendinitis.
Ayer, los dos técnicos dispusieron trabajos a puertas cerradas. Borghi pautó un ensayo a la hora del partido y «J.J.» cambió de la mañana para la tarde, con el argumento de darles más horas de recuperación a Diego Buonanotte (no se recuperó y jugará Ariel Ortega, por lo que serán seis las variantes) y al desgastado césped del Monumental. Esta tarde a las 19, la hora de la verdad, se acabarán los misterios.
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