El Papa Francisco recordó ayer en Medellín el sangriento capítulo del narcotráfico que destruyó la vida de muchos colombianos y rezó por las víctimas y porque ese episodio nunca se repita.
“Tantas vidas destruidas por los sicarios de las drogas”, dijo el Papa durante un mensaje a sacerdotes, religiosos, monjas y sus familiares en una repleta plaza de toros.
Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia, fue bastión en décadas pasadas de uno de los más sanguinarios carteles de las drogas y llegó a ganarse el mote de “capital del crimen” de las drogas.
“La Iglesia en Colombia está llamada a empeñarse con mayor audacia en la formación de discípulos misioneros… que sepan ver, juzgar y actuar”, señaló ante más de un millón de fieles congregados desde temprano al aire libre.
Además, Francisco advirtió a la Iglesia, a los sacerdotes y fieles que no se dejen llevar por el materialismo y les recordó una frase que suele repetir a cada momento: “El diablo entra por el bolsillo… No se puede servir a Dios y al dinero”.
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