Hoy, la Cámara 9ª del Crimen, terminará el juicio por el crimen de Héctor Corradini. Será un día especial. 12 años y nueve meses después de aquel crimen espantoso ocurrido entre la noche del 16 y la madrugada del 17 de noviembre de 1998, la Justicia se atreverá a dictar una sentencia sobre el caso.
Más allá de que haya condenas o absoluciones, una cosa es más importante: pese a todo lo que muchos hicieron por evitarlo, habrá Justicia finalmente sobre esta causa.
«Después de todo lo que ha visto y oído. ¿Tiene algo que decir?».
Esa es la pregunta que se escuchará apenas empiece la audiencia de hoy. El enunciador de la frase será el presidente del Tribunal, Roberto Spinka, y del otro lado, sentado en el banquillo de los testigos, estará uno de los cuatro acusados del juicio.
Es de imaginar que todos hablen y que digan poco respecto de lo que han dicho hasta ahora en la totalidad del proceso. Probablemente se limiten a pedir la absolución y que hablen sobre cómo han vivido todos estos años procesados por el hecho. Será la última oportunidad, antes de la sentencia, en que podrán mirar a los ojos de las personas que van a dictarles sentencia.
Observando todo, además de los medios de comunicación, estarán las otras tres víctimas (además del hombre asesinado) de esta historia. Yanina, Yamila y Héctor Corradini (h), los hijos del matrimonio. Expectantes estarán todos los abogados que han participado del proceso. Todos, menos Carlos Nayi, representante de la querella, que por razones personales no va a poder asistir a la sala.
Tras escuchar a los acusados, el Tribunal ordenará la realización de un cuarto intermedio durante el cual todos los jueces deliberarán sobre lo que han escuchado a lo largo de los tres meses que duró el juicio. Serán momentos de extrema tensión para los acusados y todos los que estén presentes en ese lugar.
Los jueces. Tres son abogados. Ciudadanos comunes que tienen un rol excepcional. Se dedican a impartir Justicia y están especialmente preparados para eso. Dos son hombres y una es mujer: Roberto Spinka, Adriana Mandelli y Carlos Ruiz. Los otros son ocho ciudadanos comunes que ejercen diferentes profesiones y actividades y que, representando a la sociedad, integran el jurado popular. Cinco son mujeres y tres, hombres.
El cuarto intermedio debería durar unos pocos minutos. No más de una hora. No porque la decisión sea fácil, sino porque la decisión será fruto de un profundo análisis de la prueba recolectada que se ha realizado entre el martes y el día de ayer.
En efecto, esos dos días los jurados populares y los jurados técnicos han tenido varias reuniones en las que unos y otros han hablado sobre las dudas, las certezas y los puntos intermedios del caso. Es decir, los jurados llegarán hoy a la audiencia con una deliberación previa del hecho, por lo que las últimas palabras que escuchen tendrían que ser muy «impresionantes» (por utilizar un término que no debe tomarse ni como positivo ni como negativo) para que logren torcer la decisión de alguno.
En ese punto es importante conocer que los jueces técnicos han estado allí, junto a los jurados populares, en la medida en que ha sido necesario asistir a los primeros en cuestiones específicas. De esa manera es que se han ido conformando las voluntades que se escucharán hoy.
Los jurados populares y los jueces técnicos tienen roles diferentes. En conjunto, deben votar por un aspecto central y determinante del proceso. Es la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Existió el hecho tal como lo planteó la fiscalía en su alegato final?
Si la respuesta es «Sí», vendrá entonces la segunda pregunta: ¿Participaron los imputados en el hecho? La respuesta podría ser unánime (suena muy difícil) o definirse sobre la base de mayorías y minorías. A partir de entonces, la participación de los jurados populares se acaba. Ya nada tienen que decir. Lo que queda es todo tarea de los jueces técnicos.
En el voto conjunto se da una particularidad. Normalmente el presidente del Tribunal se guarda su voto para un posible desempate, pero en este caso, la Cámara tiene jurisprudencia que indica que el presidente no guarda su voto, sino que lo hace en voz alta al igual que los otros jueces como para darle aún más expectativa a este juicio que lo ha tenido casi todo.
Acto seguido, los jueces deben precisar cuál es el hecho que el Tribunal considera acreditado e inclusive pueden tomarse la libertad de precisarlo de una manera diferente a la que utilizó la Fiscalía. Si hay absolución, la cosa es sencilla. Si hay condena (siempre los jueces técnicos) deben precisar también la calificación que existe para cada uno de los condenados e imponerles una pena a cada uno adecuada con el delito que consideran que se les probó.
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