Un encuentro distendido para aliviar tensiones. Cristina Fernandez y Barack Obama
Ambos mandatarios dieron una conferencia previa donde intercambiaron elogios. Una vez en la sala, la Presidenta pidió equilibrar la balanza comercial y se quejó por algunas trabas a las exportaciones. También hablaron de los fondos buitre.
«Es una maravilla poder estar aquí con la presidenta argentina. Es una gran amiga, no solamente mía, sino de los Estados Unidos», fueron las primeras palabras de Barack Obama delante de Cristina Fernández de Kirchner, en una declaración conjunta previa a la reunión bilateral que mantuvieron ayer. «Para mí, como presidenta de la República Argentina, es un gran honor poder mantener esta reunión con usted. No podemos soslayar el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, tanto en lo político como en la economía. Por lo tanto, esta reunión con usted para nosotros es muy importante», devolvió CFK. En el terreno diplomático, donde cada palabra tiene su sentido literal y una carga simbólica asociada, las expresiones «una gran amiga» y el reconocimiento de un «liderazgo» son las máximas posibles para quienes buscan relanzar su relación. Eso fue lo que ocurrió en la cumbre entre ambos mandatarios, luego de un año cargado de controversias y desconfianza. El nuevo escenario político que quedó definido con la aplastante reelección de Fernández de Kirchner abrió la puerta para «dejar atrás» las diferencias e intentar un vínculo con beneficios mutuos. El 54 por ciento fue un facilitador, pero otras razones de índole geopolítica y comercial también explican el interés por el nuevo camino que se empezó a recorrer.
«¿Vamos Presidenta?» Cristina Kirchner estaba conversando con la alemana Angela Merkel tras el almuerzo de mandatarios del G-20 cuando Obama se acercó a su lugar y la invitó con una sonrisa para ir a su reunión. Fue uno más de los gestos del estadounidense hacia la jefa de Estado argentina durante la cumbre de Cannes. El día anterior la había felicitado delante del francés Nicolas Sarkozy por su triunfo electoral y le había sugerido a éste «tomarla como ejemplo» para su propia carrera política. En las sesiones de la cumbre, Obama y CFK quedaron en sillas contiguas, lo que habilitó pequeños diálogos y comentarios. La entrevista, que había pedido Obama, se concretó en el hotel Carlton, adonde estaba hospedado. Las medidas de seguridad allí eran todavía más extremas que en el resto de la ciudad, bloqueada en un radio de 40 manzanas a quienes no estuvieran trabajando en relación con la cumbre. Una cuadra antes de llegar al hotel, nuevos check points efectuaban controles a los que buscaban acercarse, básicamente autos oficiales. El Carlton está en la costanera, frente a la playa. Pero desde sus balcones lo único que se veían eran agentes de seguridad con los pies en la arena, bajo una intensa lluvia. Tal vez un homenaje a Alfred Hitchcock, quien filmó ahí Atrapa a un ladrón, con Cary Grant y Grace Kelly.
La reunión duró algo menos de una hora. Empezó con un nuevo saludo entre ambos y siguió con la presentación de los funcionarios que los acompañaban. Por el lado argentino, el canciller Héctor Timerman; el secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino; la procuradora del Tesoro, Angelina Abbona, y el vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro. Del otro lado de una mesa larga y ovalada en las puntas, con un arreglo floral de hojas verdes dividiendo aguas, se ubicaron el director de la Oficina para América Latina, Dan Restrepo; el secretario de Estado para Asuntos Económicos, Bob Hormats; el consejero de Seguridad, Tom Donilon, y la subsecretaria del Tesoro para Asuntos Internacionales, Lael Branhard. Antes de arrancar, Cristina Kirchner y Obama se pararon frente a dos banderas argentinas y dos estadounidenses y recibieron a la prensa, que quedó a unos ocho metros tras una discreta soga. Obama tomó la palabra y dijo lo que se cita al principio.
Luego agregó: «Evidentemente hay muchos lazos que nos unen desde hace muchos años. Esta será una oportunidad para construir en base a esa historia común y hablar de toda una gama de intereses y preocupaciones. En la reunión que estamos por celebrar vamos a hablar sobre la cooperación posible en temas económicos, comerciales, científicos y de seguridad y también hablaremos sobre la próxima Cumbre de las Américas que se va a celebrar en Colombia». Una intérprete parada a su lado tradujo al español. Finalmente, el jefe de la Casa Blanca reiteró: «Quiero agradecerle a la Presidenta por reunirse conmigo hoy y felicitarla por su elección».
Fernández de Kirchner fue más locuaz. Habló durante seis minutos. Después de reconocer el «liderazgo» mundial de Estados Unidos, la Presidenta agregó: «No puedo dejar de señalar que Estados Unidos es el inversor extranjero más importante del mundo, y en la Argentina es el segundo inversor extranjero luego de España. Más de 500 empresas estadounidenses están radicadas en nuestro país y el 60 por ciento de ellas son las 100 firmas líderes y emblemáticas de los Estados Unidos, con una inversión de 12.000 millones de dólares», reconoció, explicando el marco que el Gobierno le dio a la reunión. Tras ello marcó que el país pasó de tener un superávit comercial con Estados Unidos de 2000 millones de dólares en 2003 a un déficit de 4700 millones este año. «Es un tema del que vamos a hablar», le avisó, y así ocurrió luego. Finalmente, la Presidenta marcó otras coincidencias entre ambos países, tanto a nivel de gobiernos como personales. «Hay temas con el presidente Obama que nos unen profundamente. El es un amante de la ciencia y la tecnología y yo también. Soy la Presidenta que creó el Ministerio de Ciencia», destacó. «Si a eso le sumamos el tema de seguridad, el compromiso en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la trata de personas, temas emblemáticos para ambos países, creo que la reunión será muy fructífera y muy provechosa para ambos presidentes, pero sobre todo para ambos países», completó.
A puertas cerradas
Lo que ocurrió a partir de ahí fue un diálogo político con un objetivo en común: relanzar la relación bilateral. «Queremos encontrar soluciones a todos los problemas. Sabemos que es el momento adecuado», afirmó Obama. Los únicos que hablaron fueron los presidentes, mientras el resto de los funcionarios fueron testigos y recibieron la instrucción de comenzar a generar un trabajo conjunto a nivel de ministerios para resolver las cuestiones pendientes. Los mandatarios sobrevolaron los temas controvertidos sin mencionarlos con todas las letras, dado que la intención fue «dejar atrás las diferencias y construir una relación fructífera hacia adelante», según definió luego el canciller Timerman. La excepción fue la cuestión del intercambio comercial. Allí sí Cristina Kirchner metió los pies en el barro. Insistió en que es necesario equilibrar la balanza, hoy superavitaria para Estados Unidos en 4700 millones de dólares. Y mencionó las trabas a las exportaciones que encuentra el país en productos agropecuarios, como carne y limones. «Obama dijo que va a dar la orden a sus equipos para estudiar la posibilidad de abrir los mercados americanos a los productos argentinos para equilibrar la balanza comercial», contó Timerman, vocero oficial de la reunión por el lado argentino junto a Scoccimarro.
Antes del encuentro había especulaciones periodísticas sobre seis temas posibles de conversación: el voto contrario del gobierno estadounidense a créditos para la Argentina en el Banco Mundial y el BID, la presión de los fondos buitre en Washington contra el país, el incidente del avión en Ezeiza el último verano, cuando se secuestró material militar no declarado de una delegación norteamericana que venía a participar de ejercicios de cooperación, las negociaciones con el Club de París para superar el default, el reclamo de dos empresas estadounidenses contra la Argentina por no conseguir que les paguen indemnizaciones decretadas en fallos del Ciadi y el interés de Estados Unidos por neutralizar un supuesto acercamiento entre la Argentina e Irán.
En cinco de esos casos, la respuesta oficial fue que no se tocaron esos temas. «No se mencionó la palabra Irán, no se habló del Club de París, no se mencionaron los fallos del Ciadi, no se analizaron los créditos del Banco Mundial y del BID», descartaron los funcionarios argentinos. «¿Y el tema del avión?», repreguntó una periodista. «La consideración general de los presidentes fue dejar atrás todas las cosas del pasado y trabajar para relanzar una relación bilateral más profunda, abrir los equipos de trabajo en distintas áreas y tener una interacción más fluida», rechazó Timerman. «Obama le dijo a la Presidenta que también tienen que tener el teléfono abierto para hablar entre ellos cuando haya situaciones que lo ameriten, que es importante establecer un contacto más directo», sumó Scoccimarro.
El asunto que sí se habló fue el de los fondos buitre. La Presidenta hizo mención a las presiones que ejercen esos inversores especulativos con títulos públicos que permanecen en default. «Son personas que ni siquiera residen en los Estados Unidos, están radicadas en paraísos fiscales y no pagan impuestos», arremetió CFK. «Y seguramente tampoco votaron por mí», concedió Obama, aunque no fue más allá. Otras cuestiones que surgieron en la charla fueron la cooperación en temas de energía nuclear para usos pacíficos, el lanzamiento conjunto del satélite para estudiar la salinidad de los mares y la decisión de combatir el terrorismo, el narcotráfico y la trata de personas.
Los conflictos del pasado deberán resolverlos de ahora en más los equipos técnicos de cada gobierno. La cumbre entre los presidentes apuntó a dejar la cancha lista para empezar a jugar un partido distinto al que se venía disputando. Quedaron dichos los objetivos centrales que persigue la Argentina en cuestiones económicas y comerciales. En lo político, para Fernández de Kirchner un reconocimiento de Estados Unidos como líder regional es un espaldarazo, que complementa por el lado externo lo que tiene de sobra fronteras adentro tras las últimas elecciones. ¿Y qué gana Estados Unidos? En principio, una interlocutora con peso creciente en la región y a nivel internacional, como quedó demostrado en la cumbre del G-20 que terminó ayer. Washington aceptó que el escenario argentino tendrá a CFK como presidenta cuatro años más y eso es demasiado tiempo como para mantener la distancia, sin tratar de influir de manera más directa. La posibilidad de avanzar en materia de negocios en un país que viene creciendo a tasas chinas desde hace ocho años es otra razón del acercamiento. La evaluación del gobierno argentino fue que resultó «una gran reunión» y que ahora empezará una nueva historia.
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