A partir de una exhaustiva planificación y de una serie de ensayos técnicos, los grupos CREA del Oeste Arenoso logran resultados superiores en la secuencia trigo-soja, pieza clave en la rotación de cultivos
En varios grupos CREA de la zona Oeste Arenoso, la secuencia trigo-soja es una pieza clave en la rotación. El desafío de los productores es lograr altos rendimientos en ambos cultivos de manera sustentable (por ejemplo, 6000 kg/ha de trigo y 3000 de soja), para lo cual hay que realizar una minuciosa planificación.
El tema fue planteado por el consultor Jorge Mercau en una reciente reunión organizada por el CREA América, Don Mario y DZD Agro. Mercau es integrante de la cátedra de Cerealicultura de la facultad de Agronomía de la UBA y del Area de Tecnología de Aacrea, y se desempeña como responsable técnico de los trabajos desarrollados en los centros de alta tecnología, junto con los asesores de la zona Oeste Arenoso. En estos 10 centros se estudia el comportamiento de los distintos cultivos ante usos importantes de insumos y se procura dar respuestas a la necesidad de ajuste de tecnologías cuando se apunta a altos niveles de producción.
«Para obtener altos rendimientos en trigo y un buen escenario para la soja siguiente, el primer paso es considerar la estructura del cultivo y ver cuándo se desarrolla el período crítico de floración», afirmó Mercau. Según comenta, el período más crítico para la definición del rendimiento en trigo abarca los 20 días anteriores y los 10 días posteriores a la antesis desde hoja bandera completamente desplegada hasta cuajado de granos aproximadamente.
Desde su punto de vista, una limitación del crecimiento en ese período o un acortamiento de la etapa por altas temperaturas reduce fuertemente el número de granos, principal responsable de la variabilidad del rendimiento.
«Hemos comprobado la conveniencia de adelantar unos días el período crítico de floración, pasando de fines de octubre-principios de noviembre, que era la situación clásica, al 20-25 de octubre. Con este manejo se adelanta la cosecha y se puede sembrar antes la soja o, por lo menos, se genera una mayor disponibilidad inicial de humedad para la oleaginosa posterior», dijo Mercau.
La anticipación de la floración de trigo al 20 de octubre no reduce los rendimientos, excepto en años muy secos, a la salida del invierno. Para alcanzar la floración en la fecha citada, Mercau aconseja utilizar variedades de ciclo intermedio-largo, sembradas a fines de mayo-principios de junio, o cultivares intermedios-cortos, sembrados del 15 al 30 de junio. Entre las variedades de ciclo intermedio-largo, las más usadas son Baguette 10 y Escorpión, y entre los de ciclo intermedio-corto predominan Cronox y Baguette Premium 13. El segundo factor importante para la obtención de altos rendimientos es la correcta nutrición. Dijo Mercau: «Para decidir la fertilización, nos apoyamos en curvas locales de rendimiento en función del nitrógeno disponible y por el modelo de simulación triguero».
«Manejamos un nivel de 130-150 kilos de nitrógeno disponible por hectárea a la siembra, entre lo ofrecido por el suelo y lo que se agrega por fertilización», precisó.
En lotes que se planifican para obtener altos rendimientos de trigo y soja, también se reconoce la importancia de la fertilización fosfatada. «Obtuvimos respuesta a la aplicación de 60 kilos de fosfato monoamónico en lotes con contenidos tan altos como 17 partes por millón; hubo una respuesta de 600 kilos de trigo contra el testigo no fertilizado», cuantificó Mercau.
Ensayos
En la zona también ensayaron la aplicación de azufre. Este fertilizante, aplicado a la siembra del trigo, no mostró efecto sobre cereales, pero sí aumentó la producción de la soja de segunda en alrededor de 300 kg/ha en los lotes bien provistos de nitrógeno y de fósforo. Finalmente, Mercau destacó la necesidad de controlar las enfermedades fúngicas del trigo. La estrategia de control de enfermedades foliares apunta a mantener sanas las hojas durante el período crítico aplicando los fungicidas cerca del momento en que despliega la hoja bandera.
El retraso de esa aplicación puede generar una pérdida en la respuesta al fungicida. Asimismo, es posible que reforzar la protección luego de una aplicación inicial genere una respuesta adicional. «Hoy, prácticamente nadie discute la conveniencia económica de la protección contra roya o mancha amarilla cuando ambas enfermedades están presentes en las plantas», expresó.
«También hay consenso en que, a partir de la hoja bandera expandida, por sobre un umbral determinado, no conviene demorar las aplicaciones. Con una incidencia de roya superior al 10% en las hojas superiores, incluida la bandera, conviene aplicar una mezcla de triazol y estrobirulina, que controla la situación en esa etapa de desarrollo y tiene un poder residual que asegura una muy buena respuesta productiva», aconsejó.
Una pregunta frecuente que se hacen los productores de trigo es hasta cuándo seguir protegiendo el cultivo de los ataques fúngicos. «Si aparece roya en espigazón sería conveniente controlarla», respondió Mercau, para quien en esa etapa se pueden emplear exclusivamente los triazoles, sin estrobirulina, para reducir el costo al no necesitarse tanta residualidad. ¿Luego conviene seguir protegiendo? «Resultados obtenidos en la Facultad de Agronomía de la UBA muestran la conveniencia de proteger las hojas verdes durante la primera parte del llenado de granos de cultivos de alto rendimiento», aclaró el expositor. «En el caso de materiales susceptibles a roya, conviene proteger con triazoles hasta el cuajado de granos y grano lechoso, y no sólo hasta floración, como se indicaba antes», agregó.
Con respecto a mancha amarilla, si en el estado Zadocks 39 hay más de 20% de incidencia, la enfermedad se debe controlar. En tratamientos tardíos también se puede descartar la estrobirulina, para no mantener demasiado tiempo las hojas verdes en el grano en estado pastoso, lo que puede demorar la cosecha. El manejo descripto ha permitido alcanzar rendimientos promedio del trigo del orden de los 4500 kg/ha en campos de los CREA América, Intendente Alvear y General Pico, con extremos de 6000 kg/hectárea.
Intersiembra
En la misma reunión, Ignacio Lamattina, asesor del CREA América, contó que están intensificando el sistema de producción buscando mayor productividad. «Hoy nos parece muy conveniente complicarse la vida intersembrando dos cultivos en un mismo lote con un maíz de US$ 120/t, pero hace dos años, cuando valía US$ 70/t, era inviable en campos alquilados», indicó el técnico.
«A partir de esa circunstancia empezamos a imaginar de qué manera se podrían superponer dos cultivos aceptando una merma de rinde», agregó. «En el CREA América llevamos dos años de experiencia de intersiembra trigo-soja. A partir de ensayos, determinamos que los cultivos tradicionales de trigo nos daban 50 q/ha. En la intersiembra obtuvimos 41. La soja de segunda daba 28 q/ha, contra una intersiembra de 34 q/ha. No obstante, el mayor rinde de la oleaginosa no llegó a compensar económicamente la merma de trigo», comparó Lamattina.
A pesar de estos resultados, esta tecnología podría resultar ventajosa para reemplazar la «cola» de las siembras de soja de segunda, en las que se obtienen mucho menos que 28 q/ha. También puede resultar conveniente ante situaciones en que está muy comprometida la capacidad operativa de siembra de soja de segunda.
«Si estamos seguros de que se va a terminar de cosechar el trigo antes del 15 de diciembre, probablemente no convenga complicarse la vida con la intersiembra. Pero si hay que implantar soja de segunda en un campo alquilado grande y que queda lejos, probablemente nos evitemos una complicación sembrando la soja antes de la cosecha de trigo», distinguió Lamattina.
En el CREA América se implantaron casi 2000 ha con la tecnología de la intersiembra en 2006, con la sembradora de granos finos. «No hay que modificar la máquina. Simplemente hay que proyectar dónde van a pisar el tractor y la sembradora, y dejar surcos libres para la soja, con una estructura simétrica», explicó el asesor. En el CREA también probaron la intersiembra de dos cultivos estivales (como maíz y soja) que por más que rindan menos que los cultivos puros, aumentarían la productividad global al hacer un mejor uso del agua. Es una tecnología más compleja que la intersiembra trigo-soja y los ensayos están en etapas exploratorias desde los puntos de vista agronómico y económico.
El caso de la soja
Obdulio San Martín, gerente de ventas de Don Mario, y el consultor Gustavo Duarte, de DZD Agro, consideraron los factores determinantes a la hora de proyectar altos rindes de soja:
Calidad de ambiente (textura del suelo, capacidad de retención de agua y variabilidad). Estas propiedades pueden determinar que se opte por una estrategia de alta intensificación u otra de cultivo defensivo, según la productividad potencial del ambiente.
Estructura del cultivo. La fecha de siembra determina una caída de rendimiento de 25 kg por día y por ha por día de atraso, a partir del 1º de octubre. El distanciamiento entre hileras y la densidad de siembra son otros factores destacados en la estructura del cultivo. En muchos potreros de la zona, sobre todo en siembras tardías de soja de segunda, el acercamiento entre hileras manteniendo la densidad de plantas aumenta el rendimiento entre 5 y 10%, por un incremento del número de granos producidos por metro cuadrado.
Nutrientes y agua. La soja es el cultivo que tiene mayor capacidad de extracción de nutrientes, sobre todo de nitrógeno. Frente a ello, la primera recomendación es lograr una buena nodulación, que puede aportar hasta 500 kilos por hectárea.
El fósforo es un nutriente que presenta deficiencias en muchos campos y comienza a dar respuesta a la fertilización desplazada y por debajo de la línea de siembra. La aplicación de azufre puede aumentar los rindes de la soja de segunda, aún cuando se aplique durante la siembra de trigo.
Control de enfermedades de fin de ciclo. Las afecciones en estas etapas se llevan parte del área foliar fotosintéticamente activa y reducen el rendimiento. La magnitud de las respuestas a la aplicación de fungicidas va de 0 a 400 kg/ha en la zona del CREA América, muy consistentes sobre todo cuando se trata de soja de segunda.
Todos estos factores, junto con una buena cosecha, son los responsables de altos rendimientos. El gran desafío por alcanzar es achicar la brecha entre el redimiento potencial y el alcanzado.
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