Papa pidió el fin a la violencia en su saludo navideño que concelebró la misa con unos treinta cardenales, oró por la paz en Palestina, Siria, Líbano e Irak
Abogó para que los cristianos puedan «conservar su morada» en esos lugares y que «cristianos y musulmanes construyan juntos sus países en la paz de Dios». «Estamos completamente llenos de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros», exclamó Benedicto XVI en la misa solemne celebrada en la Basílica de San Pedro.
El rechazo de Dios por el mundo contemporáneo conduce al rechazo del otro, y de antemano de los más vulnerables, dijo este lunes en la celebración de Navidad. Por ello, definió cualquier violencia a nombre de Dios como una «enfermedad» de la religión.
El esfuerzo de José y María para encontrar un lugar en Belén para poder dar a luz «me conmueve siempre, cada vez. Inevitablemente surge la cuestión de saber cómo habrían ocurrido las cosas si María y José hubiesen golpeado a mi puerta. ¿Tendría yo un lugar para ellos?», se preguntó el Papa. «¿Tendremos realmente un lugar para Dios? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos?», preguntó el Papa en su homilía.
Al inicio de una larga ceremonia solemne de más de dos horas, acompañada por coros en latín, música de órgano y sonidos de trompetas, Benedicto XVI recorrió la inmensa Basílica sobre una plataforma móvil, con el rostro fatigado y un poco fijo. «Allí donde Dios sea olvidado o negado, no tendremos paz», insistió el papa Joseph Ratzinger, quien recordó que la Navidad festeja el nacimiento de un «príncipe de la paz».
«Corrientes de pensamiento muy difundidas sostienen que la religión, en particular el monoteísmo, sería la causa de la violencia y de las guerras del mundo; sería preciso liberar antes a la humanidad de la religión para que se estableciera después la paz; el monoteísmo, la fe en el único Dios, sería prepotencia, motivo de intolerancia, puesto que por su naturaleza quisiera imponerse a todos con la pretensión de la única verdad», añadió el pontífice. «Es cierto que el monoteísmo ha servido en la historia como pretexto para la intolerancia y la violencia. Es verdad que una religión puede enfermar y llegar a oponerse a la naturaleza más profunda, cuando el hombre piensa que debe tomar en sus manos la causa de Dios, haciendo así de Dios su propiedad privada. Debemos estar atentos contra esta distorsión de lo sagrado», afirmó.
Agregó que aunque «es incontestable un cierto uso indebido de la religión en la historia, no es verdad, sin embargo, que el ‘no’ a Dios restablecería la paz. Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad divina del hombre», puntualizó. El líder de la iglesia católica también recordó los «tipos de violencia arrogante» en las que «el hombre desprecia al hombre» y que «hemos visto en toda su crueldad en el último siglo».
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