El kirchnerismo perdió votos en todos los grandes centros urbanos. En las 94 ciudades con más de 100.000 habitantes la caída promedio fue de 24% respecto de 2011; impactaron la inflación y la inseguridad
El kirchnerismo perdió votos el domingo último en todos los centros urbanos del país, en donde la merma en comparación con las elecciones de 2011 fue del 24 por ciento, en promedio. Este dato, central para comprender la amplia derrota del Gobierno, demuestra especialmente el viraje de la clase media. Y surgió de un relevamiento realizado por LA NACION, que abarcó las 94 ciudades del país en donde viven más de 100.000 habitantes.
En todas ellas, en la elección de candidatos a diputados nacionales, el Frente para la Victoria, sus versiones provinciales y las listas kirchneristas del PJ perdieron millones de votos respecto de las elecciones de hace dos años. Según los analistas, la mala performance del kirchnerismo en los centros urbanos revela la incidencia que tuvieron la inflación, la inseguridad y la corrupción.
El mapa incluye grandes ciudades en las que un revés del FPV se daba por descontado, -Mendoza, Córdoba, Rosario y Santa Fe-, pero también capitales provinciales que registraron derrotas inesperadas como Catamarca, La Pampa, San Juan y Corrientes.
También en el terreno de lo previsible, en Buenos Aires, los distritos aliados a Sergio Massa muestran las mayores sangrías. Aparecen además grandes brechas (de entre 30 y 40%) en municipios de clara raigambre kirchnerista (ver aparte).
¿Cómo se explica la pérdida de votos del kirchnerismo? ¿A qué factores puede atribuirse? ¿Qué dice esa merma del oscilante vínculo entre el Gobierno y la clase media?
Siete días después de las PASO, el manejo de la economía y, sobre todo, su impacto en la vida cotidiana, siguen apareciendo al tope de los análisis.
«Estamos ante problemas viejos como la inflación o la falta de inversión, que terminaron irrumpiendo en el día a día del votante: menor capacidad de compra, deterioro del transporte y la seguridad, restricciones al ahorro y un menor crecimiento que revive la preocupación por el empleo», enumeró el economista Eduardo Levy Yeyati ante LA NACION.
Mariel Fornoni, directora de la consulta Management&Fit, por su parte, hizo foco en la falta de timón y en las contradicciones del discurso oficial. «La gente siente que no hay rumbo. Ve las marchas y contramarchas con el cepo al dólar, con el Cedin, con que no hay inflación, pero resulta que las paritarias cierran en 25 por ciento, con que se supone que no caen las reservas, pero se pone el cepo cambiario», detalló.
También el sociólogo Gerardo Aboy Carlés apuntó a la «falta de expectativas económicas» y la vinculó con la irrupción reciente de la corrupción en el mapa de las principales preocupaciones ciudadanas.
«Cuando el horizonte económico aparece complicado, las fallas institucionales que hasta ahora se perdonaban, y además se agravaron, adquirieron una importancia fundamental», razonó. Aludió en particular a la reforma judicial, la eventual reforma de la Constitución y el manejo de los fondos públicos.
En la «seguidilla de desmanejos económicos» incluyó el tapón al mercado inmobiliario, la falta de actualización del Impuesto a las Ganancias y el cepo al dólar, que consideró una «herida directa» a los sectores medios. «Se quedaron sin forma de ahorro frente a la inflación», indicó.
Aunque describió los resultados de las PASO cono un «mazazo terrible» para el Gobierno, Aboy Carlés destacó que el kirchnerismo mantenga el 30 por ciento de los votos después de una década. «Más de uno querría tener ese caudal con el desgaste de diez años en el poder», deslizó.
Lejos de las teorías que vinculan el voto con el bolsillo, la socióloga Liliana De Riz aludió a las expectativas. «La inflación no se puede no tener en cuenta, como tampoco la inseguridad. Pero creo que la clave es la incertidumbre sobre el futuro. El Gobierno improvisa todo el tiempo. No hay programa», advirtió.
La investigadora del Conicet aludió en este punto a «la confrontación y enojo permanente» como marcas de agua del estilo de Cristina Kirchner y planteó que «sin duda» el del domingo pasado fue un «voto castigo» a la Presidenta.
Los cinco analistas consultados para esta nota recordaron las protestas callejeras de septiembre y noviembre del año pasado, junto con la de abril último y la del 8 de este mes, como un hito en la relación entre Cristina Kirchner y los habitantes de los grandes centros urbanos, en su mayoría integrantes de la clase media, que protagonizaron aquellas movilizaciones.
Coincidieron en que los reclamos que ganaron la calle entonces y, sobre todo, la reacción del Gobierno a las manifestaciones grafican con claridad el (nuevo) quiebre entre el kirchnerismo y la clase media.
De Riz volvió sobre el «voto castigo». «En la calle explotaron furias combinadas que no fueron escuchadas y terminaron haciéndose sentir en el voto», planteó.
Precisó que tanto Néstor cono Cristina Kirchner «siempre tuvieron una relación ambivalente» con la clase media, vaivén que asoció con la naturaleza misma del peronismo. Pero agregó una particularidad «cristinista». «En la Presidenta es clave su pensamiento «jauretcheano», según el que la clase media está llena de tilingos», concluyó.
Fornoni retomó la explicación económica. «La clase media es refractaria al peronismo, pero hasta ahí nomás. Si la economía marcha, acompaña, como demuestra el 54 por ciento de 2011. La explicación de que la clase media odia al peronismo no cierra. De hecho las expectativas de recambio en esta elección también se inclinaron por el peronismo», dijo en alusión a Massa.
«La clase media perdió la confianza en la capacidad del Gobierno de sostener los niveles actuales de gasto y bienestar, que, sin políticas de largo plazo, eran sostenibles sólo en el relato oficial», aportó Levy Yeyati.
También Orlando D’Adamo, experto en comunicación política destacó la «falta de registro» del malestar expresado en las marchas.
«La reacción de Cristina fue encerrarse más en su discurso y en su núcleo duro, subir la apuesta y ningunear a los manifestantes», enumeró.
Para el especialista, las claves de la diáspora de votos están en el discurso presidencial. «Es siempre confrontativo, autorreferencial, agresivo, plagado de ironía, cero autocrítico y de descalificación al oponente», lo describió. Y concluyó: «Su relato entró en etapa de desarticulación»..
Del editor: qué significa.
El kirchnerismo tuvo un vínculo oscilante con la clase media. En 2007 y en 2011 la cautivó, en 2009 y ahora la repelió. Será difícil que la recupere para octubre
Fuente: La Nación
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