LOS REBELDES SE REPLIEGAN Y SE VEN SEÑALES DE DISIDENCIA ANTE LA DURA CONTRAOFENSIVA DE LA DICTADURA. La caída de Ras Lanuf fue un golpe muy serio para los rebeldes, que ahora tienen que defender Brega o perder sus fuentes de combustible. Ya se ven discusiones entre los militares y los voluntarios de la revolución libia.
Una ciudad estratégica se perdió en el este. Se espera que otra caiga pronto. En el oeste, un centro simbólico de resistencia está por sufrir un asalto que no podrá resistir. Sin la intervención internacional para detener la feroz ofensiva de Muammar Khadafi, la supervivencia de la rebelión libia pende de un hilo. Ayer la Liga Arabe aprobó la creación de una zona de exclusión aérea y puso presión a Occidente.
El panorama era muy diferente cuatro días atrás. Todo indicaba que los rebeldes avanzaban firmemente hacia la capital y que el enemigo estaba desorganizado y replegándose. Pero después de una serie de decisiones equivocadas y por la crónica escasez de planificación y organización, todo se dio vuelta. Las tropas del régimen están preparadas para atacar Ben-ghazi, la capital de la Libia libre.
Para la tarde de ayer, la oposición ya había abandonado Ras Lanuf, el puerto petrolero ubicado en la principal ruta costera. Se desplazaron hasta Aghala, en las afueras de Brega, otro complejo petroquímico. Si controla esos dos lugares, el régimen se asegurará las reservas de combustible necesarias para los tanques y los vehículos blindados que están llegando, cada vez más, hasta el frente de batalla. Ese control también permitiría a Trípoli clausurar el suministro energético a Benghazi. Si conquistara Brega, el gobierno se haría de un aeropuerto, que les permitiría a los militares de Khadafi traer refuerzos. Muchas de esas posibilidades están al alcance después de la reconquista de Zawiya y si corre el mismo destino Misrata, otro foco de protesta cercano a Trípoli.
El régimen usó la Marina libia para recapturar Ras Lanuf, lo que encontró a los cuadros rebeldes desprevenidos y les demostró cuán preparadas están las fuerzas de Khadafi para las batallas que están por venir. En la tarde del viernes, dos misiles aterrizaron en un complejo petroquímico de Ras Lanuf y se encendió la hoguera. En esa planta también se produce etileno y, si se prende fuego, la devastación se puede extender hasta los 40 kilómetros y paralizar la batalla por cinco días. «Ninguna operación puede llevarse a cabo si eso sucede», dijo, el coronel Bashir Abdul-Gaddar, que está a cargo de las fuerzas rebeldes en Aghala. «Bombardearon el lugar. Fue un acto criminal», denunció. A juzgar por la rapidez del repliegue y la disminución de las fuerzas rebeldes, muchos creen que la situación es altamente peligrosa.
En Benghazi, el gobierno provisional, conocido como el Consejo Nacional, remarcó que los contratiempos son temporarios. El general Abdel Fattah-Younis, un ex ministro del Interior de Khadafi, se mantuvo en que habrá un contraataque. «Sí, los hombres de Khadafi controlan Ras Lanuf y la terminal petrolera, pero eso es transitorio. La recuperaremos en los próximos días», prometió. Al coronel Abdul Gaddar le dijeron que recibirá más recursos. «Me confirmaron que 50 tanques están viniendo. Me las puedo arreglar con más hombres y más armas. Seguramente trataremos de defender Brega y, si Dios quiere, los echaremos. Si perdemos, tendremos grandes inconvenientes y no podemos permitir que eso suceda», afirmó.
La unidad de la que los rebeldes disfrutaban hace dos semanas se empezó a deshilachar en los últimos días, a raíz de las derrotas. Los voluntarios que se les sumaron critican a los militares, esos que desertaron de las filas estatales, porque ahora no quieren participar en las misiones. Mehdi Mohammed, mientras esperaba para evacuar Ras Lanuf, se quejó porque los oficiales se negaban a ir a Bin Jawad, la ciudad vecina que está en manos del régimen, para asegurarse la liberación de los camaradas.
La televisión estatal mostró imágenes de los prisioneros. Se veían aterrorizados, con las caras contra el suelo y con las manos atadas en la espalda. Un oficial del ejército libio estaba frente a ellos y decía desde un micrófono: «Los matamos en Bin Jawad. Los vamos a matar en Ras Lanuf. Los mataremos en cualquier parte de Libia en que los encontremos». Después de ver esa imagen, Mohammed se enfureció: «Dijimos que no los podíamos dejar ahí, para que los torturen o los maten. Hay gente herida a la que también podríamos sacar. Pero los soldados no quieren ir. No se lo toman en serio, no tienen el corazón puesto en esto. Ahora estamos regresando para Brega. ¿Para qué? Deberíamos estar avanzando para atacar Bin Jawad. Pero no, estamos abandonando Ras Lanuf». Las tropas profesionales responden que los voluntarios no están dispuestos a organizarse y recibir órdenes. El capitán Selim Idris, que abandonó el regimiento de artillería, sostuvo: «Son entusiastas pero no están entrenados. Quieren salir corriendo a combatir pero también se necesita coordinación. Es muy difícil hacerlos mantener sus posiciones. Eso es lo que pasó en Bin Jawad».
Cuando llegué a Bin Jawad la semana pasada, no había nadie que la controlara. Las fuerzas del régimen se habían escapado. Un grupo de hombres esperaba ansiosamente en el portón de la ciudad para recibir a los rebeldes. Un grupo de voluntarios se dirigió hacia allí para «consolidarse» antes de continuar hacia Sirte, la ciudad natal del líder libio y su principal bastión. Sin embargo, después de celebrar la victoria con los residentes, los rebeldes decidieron irse a Ras Lanuf. «No les gustó la comida ni donde tenían que dormir, así que se volvieron», se quejó el capitán Idris. Cuando los opositores decidieron retornar a Bin Jawad, cayeron directamente en una emboscada, en la que perdieron unos 60 hombres. Las fuerzas del régimen usaron la ciudad para lanzar el ataque que ahora se dirige hacia Brega.
Hace dos semanas hubo un asalto contra Brega. El doctor Mohammed Yunis trató a los heridos. «Mandamos a los que estaban más lastimados a Benghazi. Acá no tenemos las facilidades necesarias para tratar casos como esos. Si atacan nuevamente la ciudad, tendremos serios problemas», advirtió. «Las heridas son cada vez más severas. Mucha gente recibió impactos de armas de grueso calibre. Hubo muchas amputaciones. Existe la posibilidad de que haya muchas bajas, si hay una incursión, aunque mucha gente ya se fue de Brega.» En su última ofensiva contra la ciudad, las tropas de Khadafi se llevaron a una docena de personas. Entre ellos estaba Mohammed Nistri, de 39 años, que trabajaba en la petrolera. «No sabemos qué le pasó, dónde está preso», relató su hermano Samir. «No estaba metido en política. No entendemos por qué le pasó esto. No podemos asumir ningún riesgo. Vemos que se están acercando los combates y nos vamos a ir con mi familia por algunos días. Quizá nos vayamos a Tobruk, donde tenemos parientes», contó. En Benghazi, Mustafá Abdel Jalil, el ex ministro de Justicia de Khadafi que ahora integra el opositor Consejo Nacional, volvió a pedir que impongan una zona de exclusión aérea: «Si no controlan los aviones y los barcos de Khadafi, habrá una catástrofe en Libia».
La Liga Arabe, que se reunió en El Cairo, apoyó la propuesta pero también dejó en claro que no sabía quién podría hacerlo cumplir. Según trascendió, los únicos países que se habrían negado al cierre del espacio aéreo son Argelia y Siria. Justamente los rebeldes denuncian que esos gobiernos le proveen armas y aviones al régimen que gobierna hace 42 años Libia. La decisión de los 22 países árabes es un guiño al Occidente, que dijo que no iniciaría acciones militares hasta encontrar el apoyo de los vecinos de Libia. Como publicó The New York Times, los Estados Unidos están más que vacilantes. La administración de Barack Obama repitió en varias oportunidades que la única forma de hacer efectiva la zona de exclusión aérea es a través de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, iniciativa que no será respaldada ni por China ni por Rusia.
Días atrás, el coronel Khadafi amenazó con que Libia podía convertirse en otro Vietnam si había interferencia externa. Pero Jalil rechazó la posibilidad de negociar un acuerdo para evitar un baño de sangre. «No, toda la gente del país quiere que Khadafi se vaya. No hay chance de acordar otra cosa», enfatizó. «La gente no quiere que gobierne más. Están ante dos opciones: dejar que los maten o luchar hasta el final.»
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