El 25 de febrero de 2005, Pappo se mató en un accidente con su moto cerca de Luján. A esa altura, el Carpo ya era un verdadero mito viviente del rock nacional, mito que su muerte no hizo sino agigantar aun más.
Talento excepcional, personaje entrañable, héroe de los tempranos años de rock argentino, a nueve años de su desaparición física un repaso por la vida, los amigos, las bandas y la inmensa música de un guitarrista descomunal.
Hace algunos años el barrio de La Paternal despidió a uno de sus más ilustres vecinos. Fue Norbertito, el hermano de Liliana y de Carlos (que falleció antes que él naciera), el hijo de Gloria y Carlos. Algunos dicen que nació en Santa Isabel, en Santa Fe, y otros que nació en Buenos Aires.
Lo cierto es que el mismo Norberto en más de una oportunidad reconoció no saber exactamente dónde había nacido. “Me acuerdo de chiquito en Santa Isabel, un pueblito donde creo que nací, ahí o en Buenos Aires, no sé dónde nací. Creo que en Buenos Aires, pero estuve en los dos lugares…“.
Su hermana Liliana resultó una aplicada estudiante de piano, lo que la llevó a ser profesora y concertista. Norberto prefirió la guitarra. Primero fue el folclore en la época del colegio, hasta que la radio (que solía escuchar en los ratos libres) le hizo conocer a Little Richard. Después compraría la guitarra eléctrica y formaría el grupo barrial Los Buitres, con Miguel Laise (el primo tapicero) y Tito Milanesa, con quien formaría mas tarde el grupo Engranaje junto a Bocón Frascino.
Su natural facilidad para tocar la guitarra lo llevó a sobresalir en una generación de jóvenes guitarristas que se acercaban al rock de forma intuitiva. “De oreja”, como solían decir. Unos a otros se pasaban los yeites y los riffs de guitarra que escuchaban en guitarristas como Eric Clapton o Jimi Hendrix. Allí Norberto fue apodado el Carpo, según dice la leyenda, por el gran tamaño de los dedos de su mano.
Para esos años, La Cueva de Pasarotus, el mítico boliche de la avenida Pueyrredón, funcionaba como un reducto en donde se podía escuchar a músicos -mayormente de jazz pero también del incipiente rock and roll- tocando en vivo. Aquel cabaret llamado Jamaica y luego El Caimán, ahora era un reducto donde latía la música de Buenos Aires. De aquellos cabarets solo habían quedado los músicos estables como Ricardo Lew, Néstor Astarita, Horacio Martínez o Billy Bond (quien finalmente fue el encargado del boliche).
«Su natural facilidad para tocar la guitarra lo llevó a sobresalir en una generación de jóvenes guitarristas que se acercaban al rock de forma intuitiva. ‘De oreja’, como solían decir. Unos a otros se pasaban los yeites y los riffs de guitarra que escuchaban en guitarristas como Eric Clapton o Jimi Hendrix”.
Era natural ver al baterista Javier Martínez, al bajista Alejandro Medina, a los rosarinos Litto Nebbia y Ciro Fogliata tocando en el escenario. También a poetas y escritores como Pipo Lernoud y Miguel Grimberg. Esas noches de bohemia eran un verdadero imán para todos los músicos de la generación beat. Allí tocaba Norberto la guitarra cuando lo dejaban subir al escenario. Allí Norberto pasó a ser Pappo.
Pronto formaría parte de los primeros Abuelos de la Nada, grupo oriundo de La Paternal, junto a Miguel Abuelo y su gran amigo, el baterista Héctor Pomo Lorenzo (también del barrio), quien sería el baterista de Pappo Blues años más tarde.
La experiencia de Los abuelos de la Nada fue fallida, pronto Miguel Abuelo abandonaría el grupo y viajaría a Europa. Pappo sería por un breve lapso el cuarto integrante del trío Manal (aunque suene extraño) y la gran incorporación rockera al famoso grupo Los Gatos de Litto Nebbia.
El guitarrista de la Paternal mostraba un enorme talento y unos dedos tan veloces que eran imposibles de ver en el mango de la guitarra. Todas las bandas querían tenerlo, pero a su vez ninguna propuesta encarnaba lo que el mismo Pappo necesitaba: un grupo de blues y rock and roll en estado puro.
Con la grabación del histórico disco Pappo´s Blues Volumen Uno su vida tomaría un nuevo y excitante rumbo. La banda estaba integrada por Black Amaya en batería y David Lebon , otro de los emergentes del boliche La Cueva que, recién llegado de Estados Unidos, se movía con destreza entre la guitarra, la batería y el bajo, condición que lo llevó a ser considerado el primer “multinstrumentista“ del rock argentino.
Las formaciones de Pappos Blues fueron varias y siempre se respetó el formato de trío inicial. Cuando Black y Lebon se fueron con Spinetta para formar Pescado Rabioso, Pappo buscaría otras alternativas: Machi Rufino en bajo y su amigo Pomo Lorenzo en batería; quienes a su vez, y paradójicamente, también se irían con Spinetta para formar el trío Invisible.
“Spinetta siempre me sacó los músicos”, me dijo una vez que lo entrevisté en Radio Mitre. Lo cierto es que Spinetta siempre tuvo una admiración por Pappo guitarrista, le parecía un genio. Aunque con el paso de los años tuviera algunas diferencias personales con él.
Los años ochenta traerían la democracia y nuevas formas musicales. Una vez más Pappo sería punta de lanza de un nuevo movimiento: el heavy metal.
Con su banda Riff supo protagonizar conciertos históricos en los últimos meses de la dictadura. Verdaderas explosiones de música y libertad que acompañaron miles de seguidores. El símbolo preferido por aquellos días eran cadenas que se rompían.
La formación de Riff también tuvo variantes, idas y venidas. Aunque todos recuerdan la de Pappo en voz y guitarra, Boff en segunda guitarra, Vitico en bajo y Michel Peyronel en batería.
Años después BB King, el legendario héroe del blues, conocería a Pappo, a quien llamo cariñosamente cheese man (porque Pappo apareció con una horma de queso de regalo) y entablarían una hermosa amistad sellada en el escenario del teatro Gran Rex y posteriormente en el Madison Square Garden de New York.
La pasión de Pappo por los fierros era similar a la que tenía por las guitarras y siempre tuvo su propio taller mecánico en La Paternal, donde reparaba sus autos y motos.
Los amigos del barrio solían pasarse tardes enteras tomando mate en el taller del Carpo, y contando anécdotas, mientras él mismo, con las manos negras de grasa, les mostraba algún nuevo riff de guitarra.
Aquellos fierros serían los que le ocasionarían las marcas más visibles. Aquel choque automovilístico cerca de Rosario y el fatídico roce de motos con su hijo Luciano en las cercanías de Luján que sería el fin de su vida y el comienzo de la leyenda. Pappo fue un personaje único, talentoso y espontáneo. Las anécdotas que rodean a Pappo son muchísimas y suelen terminar con alguno de sus graciosos latiguillos. Como un homenaje a este genio de la viola nacional, elegí cerrar esta semblanza con una de ellas, que contó alguna vez el técnico de grabación Álvaro Villagra, después del choque automovilístico en Rosario.
«El choque fue volviendo de Córdoba, casi a la altura de Rosario. En el auto iban el (baterista) Bolsa González y una chica que habían conocido en el recital. Desde la guardia llamaron a la mamá de la chica para avisarle del accidente:
Doctor- Señora, venga para el hospital porque su hija tuvo un accidente…
Señora- No puede ser, mi hija está en la casa de una amiga…
Doctor- No, señora, su hija está acá en el hospital…
Señora- No señor, usted no lo entiende, mi hija está en la casa de una amiga estudiando…
Doctor- No, a ver si me entiende usted: su hija se fue con Pappo a Rosario y en el medio del viaje tuvo un accidente.
Desesperada, la mujer llegó a la habitación que compartían los tres en la guardia.
Señora- No puede ser… ¡Mi hija!
Con apenas un hilo de voz, Pappo trató de tranquilizarla:
– No se preocupe señora, yo me voy a casar con su hija…».
Fuente: Telam
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