Más países se sumaron ayer a la acción militar contra Muamar El Gadafi en Libia en medio de nuevos combates entre rebeldes y tropas del aludido líder, pero Rusia comparó la operación con una «cruzada» y Europa siguió dividida pese a un llamado de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a la unidad.
Trípoli acusó a las fuerzas de la coalición norteamericana y europea y a los sublevados de violar una tregua declarada el domingo, pero los insurrectos alegaron que soldados continuaron sus bombardeos sobre la ciudad de Misrata, la única en manos rebeldes en el oeste, y que murieron al menos 40 personas.
Aviones de Estados Unidos y el Reino Unido lanzaron entre 10 y 12 misiles contra distintos objetivos, y ahora trabajan para extender hacia el sur y el oeste, y eventualmente hasta Trípoli, la capital libia, la zona de exclusión aérea autorizada por la ONU.
Uno de los misiles, disparado desde un barco, destruyó un edificio ubicado dentro del complejo residencial de Gadafi, a apenas 50 metros de la tienda donde acostumbra recibir invitados.
Funcionarios libios condenaron el hecho y precisaron que puso en peligro la vida de civiles, y horas después el Reino Unido aseguró haber abortado un bombardeo desde aviones porque había civiles en la zona.
La operación internacional empezó el último sábado con una primera ola de bombardeos desde barcos y aviones en virtud de una resolución aprobada la semana pasada por el Consejo de Seguridad de la ONU que avaló todas las medidas necesarias para evitar que las fuerzas leales dañen a civiles.
La acción militar llegó justo en momentos en que los rebeldes alzados en armas desde el 15 de febrero comenzaban a perder terreno frente a una imparable contraofensiva con la que el líder libio recuperó varias ciudades y llegó a las márgenes de Benghazi, la capital de los sublevados.
El jefe de las fuerzas estadounidenses en Africa, general Carter Ham, dijo que los bombardeos aliados provocaron un repliegue de las fuerzas oficiales que avanzaban sobre ese lugar, y que esas tropas muestran ahora escasa voluntad o capacidad para reanudar operaciones ofensivas.
Fuentes insurgentes afirmaron que las fuerzas leales retrocedieron unos 100 kilómetros desde sus posiciones en la periferia de Benghazi luego que el ataque aéreo destruyera casi todos sus tanques y blindados.
Sin embargo, ayer resistieron un avance rebelde sobre sus nuevas posiciones en Ajdabiya, pese a haber sido blanco de bombardeos de la coalición.
Ajdabiya, la última gran ciudad entre la vanguardia de Gadafi y Benghazi, está rodeada por fuerzas del nombrado, que controlan todos sus accesos e incursionan en el centro para combatir a bolsones de resistencia insurrecta.
En Trípoli, un vocero del gobierno libio llevó a periodistas al lugar del bombardeo del domingo y condenó el ataque. Estados Unidos y Francia dijeron que el coronel, cuyo paradero se desconoce, no era un objetivo de la alianza.
Por su parte, el primer ministro ruso, Vladimir Pútin, comparó la resolución de la ONU que autorizó la acción militar sobre Libia a los llamamientos a las «cruzadas» en la Edad Media y rechazó la intervención en este país soberano.
Aviones de Bélgica y España comenzaron a patrullar ayer los cielos de Libia, aeronaves de Francia y Dinamarca lanzaron nuevas misiones e Italia colaboró en suprimir defensas antiaéreas
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