La reina se tendrá que debatir entre su amor por el país de la Naranja Mecánica y su pasión por su tierra natal. Preguntarse por qué equipo hinchará la reina Máxima en el partido que disputarán Argentina y Holanda el próximo miércoles parece redundante.
Pero preguntarse por cuál hincharála monarca holandesa nacida en Argentina es algo complicado de responder. Ni la Constitución holandesa puede responder algo tan simple como eso.
A pesar de que, hace 12 años, Máxima Zorreguieta decidió adquirir la nacionalidad holandesa (requisito indispensable para contraer matrimonio con un príncipe de Holanda), conserva su DNI, su pasaporte y su nacionalidad, ya que, conforme a nuestra legislación, no es posible renunciar a ella (Art. 16 del decreto 3213/1984). En consecuencia, desde el 30 de abril Holanda tiene una reina argentina y católica, religión a la que tampoco tuvo que renunciar tras su boda, aunque se comprometió a educar a sus hijas en la fe de la casa real holandesa.
Amante de Mercedes Sosa, del tango, del campo argentino y de costumbres tan autóctonas como el mate, Máxima pasa las vacaciones en la Patagonia, tiene derecho a votar en Argentina, se viste con diseñadores argentinos (como Graciela Naum y Benito Fernández), colecciona arte argentino y suele hablar en castellano con sus tres hijas, las princesas Amalia, Alexia y Ariana.
Además, tiene casas, fincas y negocios en Argentina, como el Hotel Pipilcurá (Bariloche), que es gestionado por su tía y madrina, Marcela Cerruti, tierras en la ciudad neuquina de Villa La Angostura, y una mansión en Los Pingüinos Country Club, en Ituzaingó.
Así como con la nacionalidad, Máxima tampoco pudo renunciar al pasado familiar, sobre todo el de su padre, funcionario de Agricultura durante la presidencia de facto de Jorge Rafael Videla. “Es una familia que no deja de desvincularse con la historia más negra de este país. Cuando Zorreguieta tenía una oficina de despachante de Aduana, su socio era Ofilio Cabanillas, sobrino de represor preso por robo de bebés”, cuenta Soledad Ferrari, co-autora del libro Máxima. Una historia real.
“Ella creció con eso”, dice la autora. “Como mucha gente de su edad no supo hasta hace poco lo que pasó en esos años negros y, recién cuando saltó lo del padre, se reunió con Estela de Carlotto y ofreció su ayuda”.
Todo ello hace ver que no olvidó por completo su país natal, lo que le valió muchas críticas en Holanda, sobre todo de parte de partidos políticos que le reprochan el no haber renunciado a la ciudadanía argentina. Según Ferrari, se desató una “tormenta mediática” en Holanda cuando se supo que Máxima habla en castellano con las tres princesas. “En Holanda cae mal que ella mantenga sus costumbres argentinas”, dice la periodista. “Ahora es un símbolo patrio para los monárquicos de su país adoptivo”.
Por eso, más allá de los vínculos afectivos, culturales y económicos que la reina de Holanda mantenga con su país natal, desde su boda prioriza su papel institucional por sobre su historia personal. Se la vio alentar, con pasión futbolera argentina, a la selección holandesa de fútbol durante el Mundial 2010 y alentando a los deportistas holandeses en los Juegos Olímpicos de 2008 y 2012.
Hace pocas semanas, estuvo con el rey en Brasil, apoyando a la Naranja Mecánica en el partido con Australia durante la etapa de grupos en Porto Alegre.
Por esos años, durante una visita a la Argentina, Máxima aclaró: “Siempre estoy interesada en Argentina, soy holandesa pese a que nací aquí y me interesa muchísimo lo que está pasando en el país”. En 2013, antes de ser entronizado rey, Guillermo Alejandro, dijo en una entrevista que Máxima se convirtió “en una holandesa entre los holandeses”.
Entonces ¿por quién hinchará la reina argentina de Holanda el próximo miércoles? La respuesta es por motivos simplemente sentimentales: Máxima hinchará por Holanda, porque el amor de su vida es holandés, heredero de la dinastía que ha reinado Holanda durante cinco siglos; sus hijas son holandesas y la mayor de ellas, Amalia, será en el futuro la reina y jefa de Estado de Holanda. Como decía doña Ángeles Teresa, madre de Joan Manuel Serrat: “Soy del país donde comen mis hijos”.
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