El Instituto para las Obras de Religión (IOR),bajo la órbita del financiero francés Jean-Baptiste de Franssu, designado por el Papa, asegura estar en una fase de»transparencia», y siguen cerrando cuentas
El pasado 9 de julio, Francisco designó al frente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el «Banco del Vaticano», al financiero francés Jean-Baptiste de Franssu que remplazó al industrial alemán Ernst von Freyberg.
Esta semana, el portavoz del IOR Max Hohenberg habló con la prensa y aseguró que la entidad financiera entró en una fase de «transparencia», y confirmó que siguen cerrando cuentas de clientes cuyos intereses entran en conflicto con sus objetivos.
Esas cuentas con otros clientes, sobre cuya identidad el órgano mantiene silencio, «están en proceso de finalización», dijo.
A su vez, el vocero planteó uno de los principales desafíos que atraviesa el consejo y la Secretaría económica que creó el Papa, compuestas tanto por religiosos como por laicos. Hohenberg explicó durante una visita al banco que el instituto analiza actualmente «qué tipo de servicios debería proporcionar».
Este será uno de los objetivos de la conocida como «segunda fase» en la reforma del banco, una institución que en el pasado fue vinculada con escándalos como la quiebra del Banco Ambrosiano, ocurrida en los años 80 del pasado siglo y sobre la que el Vaticano admitió luego una «implicación moral».
Hace unos días asumió su dirección a tiempo completo el empresario francés Jean-Baptiste De Franssu, con el propósito de pilotar la «transición pacífica» del IOR, como la definió el prefecto de la Secretaría de Economía, el cardenal australiano George Pell, ministro de Economía de la Santa Sede.
El Pontífice «quiere que los cambios se realicen en forma rápida», contó Pell durante una conferencia de prensa.
Alojada en el torreón de Nicolás V, una construcción circular adosada al Palacio Apostólico, las dependencias del IOR eran hasta hace bien poco tiempo solo accesibles para quien tenía una cuenta con el banco, pero ahora comienzan a abrirse también a la prensa.
Un pequeño patio de operaciones abierto al público comparable al de cualquier entidad bancaria y otras estancias para trámites que permiten confidencialidad, además de salones situados prácticamente debajo de la Biblioteca papal forman parte de las instalaciones del IOR.
Sus empleados son unos 110 -mayoritariamente italianos por una tradición que actualmente está «bajo revisión»- y el banco pretende aplicar en adelante una política resumida en el lema de «conseguir los talentos adecuados», en palabras del portavoz, que rechazó que se practique una cierta «desitalianización» de la entidad.
La pérdida de la influencia de italianos en órganos vaticanos es asunto frecuente en comentarios publicados en la prensa de Italia y este ha sido el caso en relación también con el IOR.
Hohenberg, austríaco experto en comunicación en situaciones de crisis y formado en la prestigiosa London School of Economics, explicó que entre los próximos dos y tres años se perseguirá una «mayor profesionalización» del instituto.
En el último año y medio la transparencia ha sido una de las prioridades, aseguran los responsables del IOR, y en ella se enmarca la publicación de sus balances.
Según esas cuentas, en 2013 el beneficio neto del IOR alcanzó los 2,9 millones de euros, una gran caída con relación a los 86,7 millones del ejercicio precedente atribuida a variaciones en el valor de las reservas de oro del Vaticano, gastos extraordinarios y pérdidas por operaciones con fondos de inversión gestionados externamente.
En su comunicación de los resultados financieros de 2013, el IOR indicó que desde mayo de ese año hasta junio pasado la institución ha llevado a cabo un «análisis sistemático de todos los registros de clientes para identificar la información perdida o insuficiente».
Eso ha conducido al bloqueo de 1.329 cuentas individuales y otras 762 de clientes institucionales, aseguró la entidad vaticana.
Como consecuencia de ese proceso iniciado en 2013, el IOR informó de que a fecha 30 de junio pasado había cerrado unas 3.000 relaciones con clientes, de ellas unas 2.600 que calificó como «cuentas durmientes», con un saldo pequeño o sin actividad desde hacía tiempo.
El IOR asegura que ahora su actividad se centra solo en instituciones católicas, clero, empleados o antiguos empleados del Vaticano con cuentas de salario o pensión, así como de Embajadas y diplomáticos acreditados ante la Santa Sede.
El cierre de esas cuentas supuso para la entidad deshacerse de activos por valor de 44 millones de euros.
El balance del IOR da cuenta de que a fecha 31 de diciembre de 2013 tenía 17.419 clientes, de los cuales 5.043 eran instituciones católicas, es decir, más del 80 % de los activos que gestionaba; además tenían cuenta 12.376 personas físicas, menos del 20 % del total.
Fuente: Infobae
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