FUE DEJADA EN UN PAQUETE EN LA CALLE, AL ESTILO DE LAS QUE USAN EN IRAK
Una mujer murió y treinta personas quedaron heridas por la detonación, que abrió un boquete en un colectivo. El explosivo fue dejado en una bolsita en la calle, junto a la parada de ómnibus, y detonó entre los que esperaban.
Desde Jerusalén
La gente de Jerusalén reaccionó con una mezcla de bronca y resignación, después de que explotara una bomba en una parada de colectivo repleta de gente. El ataque de ayer mató a una israelí y trajo el lúgubre recuerdo de los días de la segunda Intifada. La explosión, la primera que hubo en siete años en Israel, abrió un boquete en un lado de un colectivo, matando a una mujer de 59 años e hiriendo a más de 30 personas que esperaban subir al transporte.
Momentos después de la detonación, hubo ambulancias, policías, las sirenas sonando. La sangre, los escombros y los vidrios se mezclaban sobre la calle. Los médicos atendieron a docenas de personas que presentaban heridas causadas por la ráfaga. «Fue muy difícil, aunque sabemos cómo atender a la gente que presenta estos cuadros», dijo Yuval Yirmiahu, un paramédico. «Hubo mucha presión, la gente gritaba y había olor a quemado», relató.
La policía dijo que la pequeña bomba había sido dejada en una bolsa, sobre la calle, al lado de la parada de colectivo. El artefacto pesaba uno o dos kilos. Hasta anoche, nadie asumió su responsabilidad. Pero las autoridades culparon a los militantes palestinos y prometieron represalias. Uno de ellos fue el premier Benjamín Netanyahu. «Reaccionaremos agresiva, responsable y astutamente», dijo.
La bomba llegó después de que los palestinos vieran frustradas las conversaciones de paz y después de que escalara la tensión en la frontera con Gaza, lo que muchos temen pueda llevar a otro conflicto. Para otros fue un doloroso recuerdo de los años de la segunda Intifada, el levantamiento masivo palestino durante el cual Jerusalén se había acostumbrado a las bombas colocadas en los colectivos o en los restaurantes mientras las operaciones militares israelíes mataban a miles en Cisjordania y en Gaza. El último hombre-bomba que hubo en Jerusalén fue en febrero de 2004.
Un testigo describió la escena mientras trataba de auxiliar a los heridos. «Vi a un chico que venía corriendo hacia mí con todo su cuerpo herido. Estaba lastimado en las piernas y en los brazos. Se sentó en el piso y después se recostó», contó Yonatan Shakiba al portal de noticias israelí Ynet. «Era un caos. Miré hacia todos lados, vi un montón de víctimas y mucha sangre. Las fuerzas de rescate estaban por todo el área, buscando, abriendo y cerrando puertas. Nos recuerda días oscuros», agregó.
El primer ministro palestino, Salaam Fayyad, un moderado que hace dos años se embarcó en el ambicioso programa de construir un Estado palestino a través de medios pacíficos, inmediatamente condenó el ataque. El alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, dijo que la vida seguiría como siempre y que se llevaría a cabo el maratón organizado para el viernes. «Les mostraremos a los terroristas que no estamos aterrorizados», destacó.
El ataque, que tuvo lugar cerca de distintas comunidades religiosas, generó escenas callejeras extraordinarias. Había jóvenes ultraortodoxos gritando: «Muerte a los árabes». Un estudiante religioso, vistiendo el tradicional atuendo negro, trató de distanciarse. «Las represalias no tienen que ser indiscriminadas. No hay razón para bombardear todo», exclamó. Pero los ánimos se encendieron y muchos pedían venganza. Sólo dos semanas atrás, intrusos entraron hasta el asentamiento Itamar en Cisjordania y acuchillaron a los cinco integrantes de una familia judía.
«No hay diferencia entre Itamar, Ashkelon (una ciudad israelí cercana a Gaza) y Jerusalén. Estamos todos bajo ataque», dijo Danny Danon, un político de la derecha israelí. «Es tiempo de tomar acciones. Tendremos que enfrentar militarmente al terror, que se concentra principalmente en Gaza», añadió.
Las tensiones entre Israel y los militantes palestinos subieron en la última semana, después de que un ataque aéreo israelí matara a dos miembros del movimiento islámico Hamas, que ha venido respetando el alto el fuego, pese a algunos ataques esporádicos de algunas facciones islámicas. Hamas, que gobierna Gaza, respondió con fuego de mortero, lo que generó una peor respuesta por parte de Israel. Esa ofensiva mató el martes a varios civiles palestinos, incluidos tres integrantes de una familia. En respuesta, los activistas palestinos arrojaron misiles ayer contra Beersheba, una ciudad en el sur. Mientras tanto, los analistas advirtieron que Israel podría ser arrojado hacia otra «Plomo Fundido», la operación que hace dos años dejó 1400 palestinos y trece israelíes muertos. «No toleraremos que les hagan daño a los ciudadanos israelíes, ni en el sur ni en Jerusalén –declaró el ministro de Defensa, Ehud Barak–. Hamas es responsable por disparar cohetes» y su responsabilidad tiene un precio.»
* De The Independent de Gran Bretaña
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