105 clínicas cerradas en diez años, de ellas, sólo seis cerraron en la Capital. La mayoría de los candados están en pueblos chicos. Son datos de Rugepresa.
Parece una escena de la película Cinema Paradiso, en la que un hombre se lamenta por el cierre de un cine al que asistía de chico. O de El Artista, en la que un actor de cine mudo se resiste a la llegada de las películas con sonido. Nostalgia y, sobre todo, mucha angustia es lo que sobreviene al capitalismo feroz que concentra en pocas manos un determinado servicio.
Pero no es cine de lo que versa esta nota. Es de salud en localidades pequeñas. Morrison, Reducción, Berrotarán, La Playosa, por sólo nombrar algunos de los 52 pueblos en los que en los últimos años sendas clínicas han cerrado sus puertas por motivos varios. La concentración de la salud privada en pocas manos es uno de esos motivos. Tal como pasó con otros rubros en esas recordadas películas.
Según datos del Registro de Unidades de Gestión de Prestaciones de Salud (Rugepresa), son 105 las clínicas que cerraron sus puertas en los últimos 10 años. Los picos de clausura se dieron en 2007 y 2008. El segundo, se está dando actualmente. Comenzó el año pasado, cuando dejaron de existir 22 instituciones. Y continúa en la actualidad, con otras 10.
“El fenómeno comenzó en 1998 y coincide con la baja del valor de los aranceles que pagan las obras sociales. Tuvo algunos picos en 2008, luego se estabilizó. Cuando pensábamos que ya había pasado la tormenta, volvieron a cerrar clínicas en los últimos meses”, informó el especialista en Salud Pública y Dirección de Atención Primaria de la Salud de la Municipalidad de Córdoba, Leandro Dionisio.
El problema había sido advertido por la Asociación de Clínicas y Sanatorios de Córdoba (Aclisa). Su titular, Gustavo Traballini, había estimado el cierre de 250 instituciones en 10 años. Con el dato oficial se sabe que el fenómeno existe. Pero la cantidad de centros de salud clausurados se ubica en 105.
“Años anteriores, el problema era que se cortaba la cadena de pago –informó Traballini–. El drama ahora es lo poco que valen los aranceles. Con lo que pagan las obras sociales y prepagas, no se alcanza a cubrir los costos. Las únicas que se salvan son las que tienen espalda para poder invertir en tecnología de punta”.
Concentración feroz.La mitad de las clínicas que cerraron en la última década estaba en pueblos de menos de 100 mil habitantes. En Córdoba capital, clausuraron seis en el mismo período de tiempo. Y ciudades más grandes, como Alta Gracia, Villa María y Río Cuarto, tienen un promedio de entre dos y tres cierres.
“La oferta de salud privada se concentra cada vez más en tres o cuatro clínicas de la ciudad de Córdoba. Son aquellas que invirtieron en alta tecnología y comenzaron a sectorizar la atención, captando a los que más pueden pagar. A su vez, las clínicas de baja y mediana complejidad no pudieron invertir. Y comenzaron a reducir su capacidad de respuesta”, explicó el sanitarista Rodolfo Rodríguez y ex presidente de la Administración Provincial del Seguro de la Salud (Apross).
La ecuación no cierra: la demanda se concentra en unas pocas clínicas pero la oferta de éstas suele ser poco flexible. Hay demoras para sacar un turno y los internados se saturan. A su vez, las guardias y consultorios de los hospitales públicos se ven abarrotados.
“Los hospitales comienzan a tener una doble demanda creciente –agregó Rodríguez–. Por un lado, afiliados de obras sociales, que no encuentran respuesta en la salud privada. Y por otro, una franja cada vez más grande de personas sin seguridad social. La cantidad de personas carenciadas crece a media en que aumenta la pobreza”.
El panorama no es alentador. Tal como pasa en las películas. La tendencia decreciente podría revertirse con políticas públicas integradas e integradoras, coinciden los especialistas. Una mejor distribución de los recursos humanos es una medida que debe ser puesta en marcha cuanto antes. El déficit de médicos en el interior también atenta contra la solución de este serio problema.
«Los hospitales asumen el déficit». El ministro de Salud provincial, Francisco Fortuna, dijo que el sector público se está haciendo cargo de los pacientes asegurados que no encuentran respuesta en clínicas.
Para Francisco Fortuna, ministro de Salud de la Provincia de Córdoba, hay tres factores que inciden a la hora de cerrar una clínica: el poblacional: cuántos habitantes tenga una localidad; el económico: cuánto sea el valor de los aranceles que paguen las obras sociales; y el de los recursos: qué tipo de inversiones se estén realizando.
El funcionario de la administración delasotista aseguró que el sector público se está haciendo cargo del déficit de clínicas en el territorio provincial. “El cierre de sanatorios repercute en la salud pública. Todos los niveles asumen el déficit y la responsabilidad de la cobertura que deja de atender el sector privado”, indicó. Para Fortuna, el factor económico es decisivo en la sustentabilidad de las empresas.
“La obra social de la provincia (Apross) es una de las únicas estatales que incrementó los aranceles un 20 por ciento en abril. Además, anticipó en junio y julio el presupuesto de un mes y lo distribuyó en todo el sistema prestacional”, agregó el ministro.
Consultado sobre qué tipo de políticas se está implementando para seducir a los médicos en el interior cordobés, indicó: “Es un problema complejo que requiere una política integral. Hay que estimular la radicación de los profesionales para que no se sientan aislados”.
Fuente: Día a Día
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