Crece la cantidad de vendedores ambulantes en la ciudad. No sólo la peatonal está plagada de vendedores. En los alrededores del Centro y en las avenidas de todos los barrios, cada vez hay más.
Las dificultades para conseguir trabajo se manifiestan de muchas maneras. Una es ésta: la cantidad de vendedores ambulantes que, poco a poco, se suman al mercado laboral más informal que existe, el de la calle.
Desde los clásicos de todos los tiempos, como cubanitos, gamuzas y encendedores, hasta “novedades” del mercado, como herramientas para el auto y bananas en bolsas de cinco unidades, todo –o casi todo– se puede comprar si se conoce la esquina adecuada.
Un ejemplo típico de estos nuevos vendedores que por complicaciones laborales y familiares terminan ofreciendo “lo que sea” en una esquina, es Lucinda, una mujer que vende tortillas cerca del Centro Cívico.
Por su hija
La historia en Córdoba de Lucy comenzó en 2010, cuando vino desde Salta para tratar de resolver un problema de salud de Eugenia, su hija de 32 años que está a punto de perder la visión.
“Soy jubilada, pero cobro una miseria. Por eso empecé a vender tortillas, algo que sé hacer desde que tengo seis años”, describe sentadita en la base de hormigón del cartel del Puente Olmos (24 de Septiembre). Ahí llega todos los días a las 15 y se queda hasta que se va el sol, o “hasta que se venden todas las tortillas”, explica.
–¿Se vende algo? ¿Te alcanza?
–Me va bien, se venden. La gente dice que son ricas y hasta me encargan. Yo me vine a Córdoba porque acá tengo más posibilidades de conseguir que mi hija pueda ver algo más de lo que ve.
–¿La vas a operar?
–No se, empecé a hacer tortillas para una prepaga, pero después de un tiempo ya no me alcanzó más. Además, me habían dicho que luego de un año de carencia la podría operar, pero no fue así. Por suerte, después de moverme mucho, conseguí afiliarla al Pami.
–¿Qué le tienen que hacer?
–Un médico me dijo que es un problema en las retinas, que se le puede poner un lente, pero que, por ahora, no la operarían. Yo quiero tener otra opinión. Por eso estoy vendiendo todas las tortillas que pueda. Necesito 600 pesos para la consulta particular con un oftalmólogo muy conocido que, me dijeron, puede salvarle la vista.
Después de cuatro años en Córdoba, Lucy se quiere volver a Salta, donde vivió toda la vida. Llegó a trabajar como gobernanta en el Hotel Regidor, uno de los más exclusivos y tradicionales de esa capital.
“Si logro resolver lo de la visión de Eugenia y sus ataques de pánico, nos volveríamos”, describe mientras junta peso por peso con unas tortillas que, damos fe, son las mejores.
“Si las linternas no se venden, les oro”
Oncativo y Maipú es casi la segunda casa de Diego (28), que vende cubanitos (tres por $ 20), linternas ($ 10) y rollos de papel para las tickeadoras de los taxis (2 por $ 10).
“Yo trabajo acá porque quiero, porque me gusta más que teniendo un patrón”, dice este vecino de Patricios. “Si no te va bien es porque sos un vago o te gastás la plata en otra cosa. Si sos constante y laburás con respeto, no te puede ir mal”, asegura.
Ante la pregunta de qué se hace si las linternas, por ejemplo, no se venden, Diego dice: “No bajo el precio. Les oro, les rezo para que se vendan”
Medias para todos desde Bº Inaudi
Con 40 años, “Grandote” vende desde hace seis en la esquina de Santa Rosa y Avellaneda.
“Lo que sea para llevar la comida a mi familia. La falta de trabajo me llevó a esto”, cuenta mientras no deja de sonreír y ofrecer medias (a 30 y 40 pesos, el pack de tres).
“Laburé en comercios y en el Hospital Córdoba. Si yo consiguiera un buen trabajo, que me diera lo mismo que junto acá, me iría, pero es muy difícil”, agrega.
Fuente: Día a Día
Comentar post