Belgrano le ganó 1 a 0 a Vélez después de lo que había pasado con Boca por el arbitraje de Maglio, todos miraron al línea antes de gritar el primer gol internacional de la B.
Hay un segundo de asombro. Como si el grito estruendoso se tomara un solo respiro antes de desatar la furia. La bola va en el aire porque el Picante Pereyra hace varios días vio a Jorge Velázquez entrar por izquierda. Entonces los ojos se enfocan en el volante que le pega de lleno. Tanto que el botín le pide el número de teléfono a la pelotita. La gente ya mastica el gol, pero Juan Sabia, el defensor intruso, descoloca a todos. Incluso al arquero Sosa.
La trayectoria del esférico cambia y también el enfoque de los ojos.
Es que todos quedan inmóviles, expectantes al ver como gira y gira y nadie ya puede soplarla. Hasta que la muy guacha cruza la línea de cal que cambia los ánimos del mundo. Todo hace presagiar que viene el estallido, la marea celeste llevándose puesto todo. Pero en la última exhalación el mundo de Belgrano queda en pausa. Velázquez abre los brazos como cuando estaba solo en la Patagonia y quería abrazos porque la soledad pegaba duro. Pero en esa milésima nadie lo acompaña. Es que todos miran al asistente Hernán Maidana. Observan al árbitro Diego Ceballos porque todavía dura el “efecto Carlos Maglio” del juego ante Boca la semana pasada. Aunque esta vez no hay off side ni nuevo reglamento, ni delante de la línea de la pelota.
Entonces el Gigante de Alberdi tiembla porque el asistente Maidana corre hasta la mitad de cancha y el Ruso Zielinski lo ve pasar con una gracia muda. El 1-0 es una luz en la noche de Alberdi y, desde la otra punta, Velázquez recién ahora le dice “gracias Picante” con los ojos brillosos.
Contra tuyo. El Pirata asfixió a Vélez sin ensuciarse. Es decir lo ahogó tanto que el gol fue la metáfora perfecta del partido. Hizo que el equipo de Ricardo Gareca se hiriera solo. Acaso porque la llegada del tanto, a los 15 minutos, tranquilizó las pulsaciones de un pueblo que se sabía ansioso. Era un 1-0 que tranquilizaba. El gol en contra desorbitó a Vélez y agrandó al elenco de Zielinski. Pero no sólo eso: contagió de calor una noche de fría temperatura que no pudo congelar la convicción dentro y fuera de la cancha.
Y el gol –lo máximo del fútbol– llegó nomás gracias a una pierna ajena que desató la algarabía y que llenó de confianza a los 11 que anoche vistieron la nueva camiseta celeste. Pero Belgrano sabía que esa pequeña diferencia no era para echarse a dormir. La tensión del partido jamás superó la estrategia del Pirata y quedó esperar, seguir comiéndose a Vélez para que jugara en contra de sí mismo. El final fue explosivo. Y ya nadie volvió a mirar al árbitro ni al asistente, sino a un grupo de hombres que, al igual que la gente, sostuvo el grito de gol un puñadito de milésimas hasta confiar. Faltan 90 minutos y nada está cerrado. Queda un viaje. Una esperanza. Varios suspiros guardados entre la boca y el corazón, ahí donde Belgrano se mostró vivo.
La vuelta. La revancha se juega en Vélez, el 29. Ganando o empatando (por cualquier resultado), Belgrano sigue en carrera.
Próximo rival. El ganador de esta llave se medirá con el vencedor del duelo entre La Equidad de Colombia y Cobreloa de Chile.
Fuente: Día a Día
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