El tremendo peso de la historia, palpable en el aire de un Mineirao por momentos histéricos y por momentos aterrado, fue sostenido por las manos de uno y llevado lejos por los pies de otro. Julio César y Neymar, cada uno a su manera, cada uno en lo suyo, cada uno en extremos de sus carreras, le pusieron la firma final a una tarde que quedará en la historia de los Mundiales y en la historia de Brasil.
«¡É, Yúilius César!», bramó la multitud en un momento, como si en un circo romano estuviera, cuando el arquero empezó su lenta caminata hacia el arco, a la par de su colega Bravo, para ponerse debajo de esos tres palos que podían ser de triunfo o de tragedia. No disimuló su emoción.
«¡Ney-már, Ney-már!», volvió a bramar la multitud cuando, minutos más tarde, el que inició la solitaria procesión fue el número 10, casi rengueando por un calambre que lo había asaltado en el último minuto de los 120 que duró la tortura para Brasil.
Las dos imágenes se dieron al comienzo y al casi final de la definición por penales, el elemento dramático que se le agregó a la tarde, como si le hubiera faltado algo.
Julio César hizo lo suyo con maestría, apelando a su experiencia de 34 años y dos Mundiales, aunque ninguno se le compare a este. Le atajó el primer penal a Pinilla, que en el cierre del partido le había reventado el travesaño, y le atajó el segundo a Alexis, ante quien no había podido hacer nada en los 90, como si lo hizo de manera fenomenal ante Aranguiz. El aullido que provocó con la dos intervenciones fue taladrante, pero ni siquiera semejante proeza parecía suficiente. Willian y Hulk se encargaron de hacer las cosas tan mal como para que lo suyo no sirviera para nada. La serie de penales estaba por terminar y era como si recién empezara.
Entonces llegó el turno de Neymar, que con sus 22 años ha asumido una responsabilidad que no le queda grande. Lo ha demostrado en este Brasil 2014 donde Brasil no es Brasil pero tiene un 10 que se hace cargo como lo hizo contra Croacia, contra México y contra Camerún. Es cierto, terminó golpeado y diluyéndose contra Chile, pero allí estaba de nuevo, para definir. Para asumir su condición. Primero, se paró muy recto ante la pelota. Luego, se corrió unos pasos hacia su izqueirda, como pateador de rugby. Luego, corrió y frenó un par de veces. Más no dudó. Convirtió el penal más importante, el que volvía a poner a Brasil arriba.
Los fantasmas se fueron por un costado, en seguida, junto con esa pelota que rebotó en el palo. Quedaron ellos.
«Hace cuatro años di una entrevista muy triste, muy enfadado, emocionado. Ahora la repito, emocionado pero con felicidad», dijo Julio César, ahora héroe pero entonces juzgado como máximo responsable de la eliminación de Brasil en Sudáfrica 2010, ante Holanda. «Sólo Dios y mi familia saben lo que pasé y lo que paso hasta hoy. Sé que mi historia en selección no acabó. Faltan cuatro peldaños, espero dar otra entrevista con todo Brasil en fiesta», dijo quien, de terminar las cosas como parecía en un momento que iban a terminar, hubiera sido el Barbosa moderno. O peor. Porque un Minerazo en octavos de final hubiera sido mucho más que un Maracanazo en final y en blanco y negro.
«Fueron dos golpes fuertes en la pierna, me hincharon las pelotas. Pero al final valió la pena el sacrificio, correr por el equipo. Las faltas que recibí me limitaron los movimientos, me dolía mucho», se justificó Neymar, aunque razón no le falta, porque desde el arranque mismo un golpe de Aranguiz lo marcó para el resto del partido. Apareció cuando tenía que aparecer, para el quinto penal, el más difícil. «Antes de patear estaba muy confiado. Cuando empezás a caminar hacia la pelota parece que está como a 10 kilómetros, pero después llegás y. todo es cuestión de entrenamiento, entrenamos bastante eso», confesó quien está llamado a ser la cara de la venganza con la historia.
«Creo que es complicado psicológicamente, emocionalmente, representar a nuestro país en casa. Es una presión muy fuerte», confesó el que sostuvo esa presión con las manos.
«Después de convertir el gol, lloré de alegría. Recordé todo lo que soñé poder llegar hasta acá, porque si el remate de Chile en el travesaño entraba nos despedíamos de la Copa, de nuestra Copa», confesó el que alejó esa presión con los pies.
Julio César y Neymar, o «¡Yúilius César!» y «!Ney-már!», como los ungió la multitud, después de desatar el nudo en la garganta.
Fuente: La Nación
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