Estudiantes esperó su momento y se adueñó del clásico. El León, que se apartó del estilo vertiginoso, con una receta simple y efectiva se impuso 2-0 y desnudó las falencias que condicionan a Gimnasia.
LA PLATA.- Una receta simple pero efectiva le posibilitó a Estudiantes festejar en el clásico de la ciudad. No necesitó de las luces ni del brillo de otros tiempos para alzarse con una justa victoria, tampoco apeló al juego vertiginoso que provocó un temblor en el incipiente ciclo que dirige Berizzo. La jerarquía de un par de individualidades, la paciencia para no desacomodarse cuando el desarrollo no lo favoreció, y el oportunismo para explotar las fallas de un rival que juega con la presión del descenso y de un modo previsible fueron los argumentos para estirar la racha de éxitos en los clásicos, saltar a la cima de la tabla de posiciones. Gimnasia profundizó su flojo presente, y aunque paradójicamente empezó la jornada en puestos de descenso directo, el tropiezo de Olimpo lo elevó hasta los lugares de Promoción.
Empujado por el público y encolumnados detrás de Barros Schelotto, el Lobo pretendió adueñarse del juego. Y lo hizo, aunque con un planteo predecible, sin cambio de ritmo, lo que que determinó escaso desequilibrio. Apenas Neira, que en el comienzo le ganaba el sector al doble cinco que formaban Sánchez y Braña, se insinuó como pieza para preocupar a los rivales. Un par de pases profundos levantaron el espíritu, pero no hubo continuidad y la ilusión fue decayendo. Las buenas intenciones se desvanecían debido a la imprecisión de los ejecutantes.
Gimnasia empujaba sin claridad. El Mellizo no gravitó; apareció más preocupado por sacar provecho de su picardía para hablar con el árbitro y los rivales en lugar de ser el referente, la guía que necesita el equipo en este delicado momento.Y Estudiantes se refugió en la solidez de la defensa para empezar a crecer. Un par de intervenciones de Orion y la personalidad del capitán Desábato para apuntalar al resto le dieron aire en los pasajes turbulentos. Agazapado, esperó que al rival lo dominara el nerviosismo, como si supiera que las grietas asomarían a casusa de la desesperación. No falló. En cada contraataque que hilvanó llevó riesgo sobre el arco de Sessa.
Estudiantes resolvió el partido con un largo pelotazo desde la mitad de la cancha de Desábato, que le dio la oportunidad a Gastón Fernández para desnivelar y desnudar los errores en el retroceso que esgrimía Gimnasia, un equipo que atacó sin defenderse. La Gata, que juega al límite de la línea de los zagueros rivales, le ganó la espalda a Sapetti y cruzó el remate ante un desesperado Sessa. El gol descontroló al Lobo y empezó a darle forma al triunfo de Estudiantes. No fue casualidad que la Gata se recostara sobre el sector que debían controlar Sapetti y Agüero para gravitar; al minuto, tuvo la ocasión para aumentar la cifra.
Un terreno de nervios y fantasmas se adueñó de Gimnasia. Neira ya no era determinante y desde el banco de los suplentes no asomaban soluciones. Un grosero error de cálculo de Masuero -en el área, atosigado por la Gata, tocó la pelota con la mano- le permitió a Enzo Pérez redondear el triunfo y dejar sin respuestas a Gimnasia, que abatido ante la jeraquía del rival hasta pudo terminar con una goleada en contra.
El festejo de un puñado de jugadores contrastó con la desazón de 35.000 personas, una señal del presente de Estudiantes y Gimnasia.
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