Con angustia, sostenido en los firmes guantes de su arquero, conquistó la 13ª estrella. Lo hizo después de sufrir una goleada en Venezuela que lo dejó sin Libertadores. Y se le abrió la puerta a otra Copa, la Sudamericana. Y es doble la satisfacción porque conquistó la Supercopa Argentina ante River.
Y qué decir del gigante de banda roja. Justo en la antesala de la trilogía de Superclásicos, se le escapó un título y mostró tantos desniveles que, a una semana del primer duelo con Boca, inquieta. Aunque haya merecido el empate, jugó muy por debajo del nivel esperado.
Sí, River mostró un retroceso en comparación con el repunte que se había visto en los últimos partidos, especialmente en el primer tiempo. Fue un equipo inseguro atrás, dio ventajas en el fondo que hace mucho no concedía, en el medio fue impreciso y anunciado, le faltó sorpresa a su juego y, en consecuencia, le faltó profundidad y claridad para llegar al arco de Marcos Díaz.
River incomodó a Huracán en los primeros cinco minutos porque tomó la iniciativa y planteó el partido en el campo contrario, pero no tuvo contundencia. Y cuando pasó el sofocón, el Globo empezó a tomar vuelo a partir del buen trabajo de Vismara en la contención, al tiempo que advirtió que su ilustre rival dejaba huecos atrás.
Hubo errores individuales en la salida, dos de Ramiro Funes Mori, uno de Matías Kranevitter, y Huracán se dio cuenta de que podía golpear. Y llegó el gol de Edson Puch, tras una jugada bárbara de Gonzalo Espinoza -previo pase de Patricio Toranzo- que despachó a Funes Mori y a Leonel Vangioni, metió un centro atrás que rebotó en Kranevitter y favoreció al chileno.
Fuente: Clarin
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