Ulises Conti: «No me interesa entretener a la gente», con un pie en el academicismo y otro en la experimentación, el músico y artista interdisciplinario
Algunos artistas encuentran una veta en particular en la cual se sienten a salvo, y la explotan hasta extraerle toda su riqueza. Otros, como Ulises Conti, sienten la necesidad de cruzar mundos y disciplinas, ya sea por explorar un universo nuevo, o por el simple hecho de no estancarse en una zona de confort. A lo largo de su carrera, la música de Conti no se limitó a su trabajo en estudio (con siete discos editados en nueve años), sino que su obra ha pasado también por obras de teatro, largometrajes, obras de danza, instalaciones y proyectos de sonorización de espacios públicos, ya sean en Buenos Aires, Munich, Berlín, Nueva York o Viena.
La obra de Ulises es difícil de encasillar. Parte de su formación clásica, pero a la vez puede llevar a la experimentación y los climas grisáceos del post-rock. La falta de convencionalismo en su trabajo lo llevó a fundar Metamúsica, una plataforma que le permite publicar sus obras en cualquier formato posible (desde CD y digital hasta vinilo y partituras), sin depender de terceros («Prefiero negociar con mi otro yo que con oscuros personajes de la industria», dice). Después de un disco de sólo piano (Posters Privados, del 2010) y tras la publicación de su primera novela (En Auckland ya es mañana, del 2011), Conti vuelve a pegar un giro inesperado con Los Acantilados, el álbum que presenta en vivo este sábado 1 en Café Vinilo, en el que no sólo amplía el espectro sonoro de su predecesor, sino que además logra que pequeños fragmentos instrumentales lleven a la música por diversos climas (de la soledad a la opresión y de ahí a la desesperanza), pero también logrando que cada pasaje instrumental sea a su modo una pequeña instantánea del paisaje.
¿Qué te llevó a ampliar la paleta entre Posters Privados y Los Acantilados?
Posters es un disco donde sólo hay un músico y un instrumento, grabaciones de tomas directas, sin ningún tipo de retoque ni postproducción, grabado en una sola sesión en el transcurso de una tarde. Los Acantilados también tuvo un proceso relativamente breve, en su totalidad no pasamos los dos meses de trabajo, pero sí es diferente en muchos aspectos, principalmente en su orquestación. Cuenta con instrumentos tímbricamente hermosos (corno francés, viola, violonchelo, lap steel), y esa riqueza fue el vehículo que nos llevó junto con Ezequiel Cutaia, productor y mentor del sonido, a darnos cuenta que queríamos indagar en ese territorio.
En el disco hay mucha evocación de imágenes a través de los sonidos. ¿De qué manera una obra instrumental puede ser narrativa y no sólo música sin letra?
El título es una imagen que surge como la representación de un paisaje sonoro, un lugar ficcional que aparece cuando escuchás el disco, una escenografía imaginaria que se dispara a través de los sonidos. Cierto rigor en el concepto al empezar un proceso creativo es fundamental. Si bien en cualquier momento puede aparecer un golpe de timón, necesito saber antes de empezar hacia dónde voy. Por otro lado, no me gusta pensar la música como instrumental o no instrumental; técnicamente una canción no necesita ser cantada por una voz humana para ser considerada como tal, es algo que está relacionado con la forma. Es cierto que mi música puede ser considerada evocadora y visual, ¿pero acaso Hermética no lo es? ¿Shakira no lo es? ¿Public Enemy? ¿Kraftwerk? Cualquier música puede ser generadora de imágenes. Hay sonidos tan increíbles en el universo que una vez que los escuchás jamás podes volver a olvidarlos.
¿Qué le aporta el formato vinilo al disco?
Sabemos que el soporte de un álbum no modifica el contenido musical pero si a la acción de escucha. Pet Sounds es igual de genial en cualquier soporte aunque yo prefiera escucharlo en vinilo. Es decir, no es lo mismo poner play en iTunes que sacar de un sobre un vinilo de 180 gramos, ponerlo en la bandeja y sentarse a escucharlo, hay otro nivel de compromiso en la decisión de escuchar un vinilo, además de potenciar la idea de obra al estar contenida en un objeto. Para mí la música tiene que ser arte, no me interesa entretener a la gente.
¿Cómo explicarías el cruce interdisciplinario de tu trabajo? ¿Hay formatos que te permiten explorar las cosas de una manera mejor que otro?
En principio me resulta muy interesante que un artista tenga la capacidad de trabajar con otro dejando de lado su lugar de director o cabeza de equipo para tomar una posición de colaborador artístico y desempeñarse en función de un equipo de trabajo en cualquier disciplina. A su vez, creo que es fundamental la idea de que la música dialogue mucho más con otras artes. Vivimos en un mundo donde lo visual está por delante de lo sonoro aunque no tenemos parpados para los oídos y estamos condenados a escuchar. Cuando hago un disco, me tiene que gustar solo a mí. Cuando hago la música de una película o de una obra de teatro además de a mí, tiene que gustarle al director. Ese vínculo me resulta un desafío constante del cual aprendo más allá del resultado artístico, me sirve para objetivar lo que hago y para tomar cierta distancia y no estar tan encima emocionalmente de mi obra.
Tenés una formación clásica. ¿Cuánto te sirve como punto de partida y cuánto te resulta algo de lo que tomar distancia a la hora de encarar un proyecto nuevo?
Siempre tuve problemas con el academicismo. Nunca me sentí cómodo estudiando audioperceptiva en el conservatorio, pero a su vez tenía el deseo y la voluntad de tener a disposición todas las herramientas necesarias para conocer más en profundidad el arte y la historia de la composición musical. Vengo de un sector de la sociedad sin inquietudes culturales, donde la gente no tiene más chance que trabajar doce horas por día en una fábrica de escarbadientes y consumir un poco de toda esa basura que le dan los medios. Me interesa el riesgo artístico, busco cosas que me deslumbren.
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