Huella es el disco número 49 de Los Carabajal. Herederos de una familia folklórica legendaria, la formación rinde homenaje a las raíces con un planteo contemporáneo.
El nombre está escrito en el documento de la música santiagueña, en la manera de cantar, guitarrear, sentir y contar lo que se siente de una de las culturas provincianas más fecundas del país.
Los Carabajal son una familia bandeña portadora de un profundo saber argentino, y ellos, el grupo, asumen el apellido común, el original con el que se asomaron al folklore, no sólo por esas cuestiones de los escenarios y la vida sino acaso porque representan la necesaria concentración de esa esencia.
Por eso, que cuando están cerca de cumplir medio siglo de andar (será en 2017) saquen su disco número 49 y que ese disco se llame, precisamente, Huella, es todo un mojón.
Son herederos de aquellos fundadores, en especial del espíritu de Agustín Carabajal. Porque hay muchos matices en la manera de ser (tocar y cantar) chacarera que presentan los santiagueños y que muchas veces se define por cosas sutiles, como la personalidad a la hora de pronunciar el rasguido y de puntear las notas (y aún de bordonear).
Kali, único que aún revista de la formación original, es con su guitarra quien sostiene sobre todo la definición de esa identidad del sonido. Pero buena parte de esa consistencia también tiene que ver con el alma de Musha (Mario, hermano de Kali). Walter (hijo de Kali), viene aportando desde hace muchos años el impulso de otra generación, y el más joven del grupo –y que no es Carabajal– Blas Sansierra es la voz solista de este tiempo que ha traído un color nuevo al equilibrio vocal del conjunto.
La elección del repertorio retrata la mirada de estos tiempos. Ineludiblemente hay una invocación a los fundamentos como con la zamba que le da nombre al disco (Huella, huella), de Julio Argentino Jerez, pero que también se renueva con motivos nuevos como con la chacarera El hombre vive en la copla (de Musha y Dardo del valle Gómez), Gatito del verano (Kali y Juan Carlos Carabajal), Tiempo de mi infancia (Kali y Walter), Memorial de los patios (Peteco Carabajal) o Los indios de ahora (Ica Novo).
Hay homenajes a Horacio Guarany y Ramón Ayala, con la presencia del misionero. Y hasta un tango con música de Kali que refiere a tantos años empapados de ciudad.
La consumación llega al final, con una memorable versión de la chacarera De mis pagos. Cuentan que fue el fruto de guitarras y gargantas trasnochadas en la casa de El Chaqueño Palavecino, que a las cuatro de la mañana decidió abrir su estudio y dejar constancia. También participarían Onofre Paz (de Los Manseros Santiegueños) y Roberto Carabajal, entre otros.
Los Carabajal son hoy el segundo conjunto (después de Los Manseros) con más años en el folklore, y siguen siendo una presencia (pre-esencia) necesaria.
Fuente: La Voz
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