íctor Julio Suárez Rojas o Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, visto como el mariscal de campo de las FARC, vivió siempre con la policía pisándole los tobillos.
Paradójicamente, una decena de agentes policiales escoltó en motos el carro fúnebre con el féretro del jefe rebelde para sepultarlo en un cementerio de verde césped en el sur de Bogotá, en donde se realizó una ceremonia encabezada por el sacerdote Alvaro Montenegro.
«Que este momento sirva para la paz del corazón de cada uno, de todos los habitantes de nuestra querida Colombia», dijo Montenegro en el cementerio Jardines del Apogeo, al sur de Bogotá.
Montenegro sólo oró un Padre Nuestro y un Avemaría, mientras el ataúd de madera color marrón fue cargado por cuatro sepultureros y luego colocado en nicho.
El medio hermano de Mono Jojoy, Aníbal Peralta, llegó junto al féretro en el carro funerario pero luego estuvo ausente al momento del entierro, realizado en medio de una muchedumbre de reporteros. No ofreció declaraciones a los periodistas.
La lápida de cemento del nicho del Mono Jojoy, quien en vida acumuló más de 60 ordenes de captura por delitos como homicidio, secuestro, narcotráfico y rebelión, entre otros; no tenía inscripción ni había flores.
El cadáver del Mono Jojoy, abatido por el ejército el 22 de septiembre, fue entregado este martes por las autoridades de la morgue a su medio hermano, a quien la Fiscalía había practicado pruebas de ADN para comprobar el parentesco y poco después, el ataúd fue llevado en un auto funerario hasta Jardines del Apogeo.
Mono Jojoy, de 56 años, no sólo era uno de los siete jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), sino su jefe militar y autor de las grandes victorias sobre el ejército en los años 90 y comienzos de esta década, cuando su figura rechoncha y de bigotes se hizo conocida.
Desde su muerte en una zona del departamento de Meta, al sur del país, su cadáver había permanecido en la morgue central capitalina esperando que un juzgado determinara si podía ser enterrado en Cabrera, Cundinamarca, su pueblo natal, como lo pedían sus parientes. La semana pasada un fallo ordenó que fuera inhumado en Bogotá.
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