En un giro inesperado, los soldados empezaron a emboscar a los revolucionarios. En grupos móviles y pequeños, son difíciles de detectar por los aviones de los aliados, que llegan tarde.
La emboscada estuvo bien coordinada y fue precisa, con fuego de morteros y cohetes surgiendo de las dunas de arena hacia los convoyes de los rebeldes. El blanco principal, un camión que transportaba un lanzador de cohetes múltiples, fue destruido y otros tres vehículos se incendiaron. Los soldados de Muammar Khadafi habían ya de-saparecido para cuando los aviones de guerra occidentales aparecieron en el cielo. Media docena de cuerpos carbonizados yacían al lado de los destrozos ardientes.
La guerra de guerrilla llegó así a Libia, no como muchos esperaban, de mano de los cuadros revolucionarios, sino de parte de las tropas del régimen, que está adaptando sus estrategias en respuesta a los ataques aéreos de la coalición internacional. Pequeñas unidades militares comenzaron a cruzar el desierto y resultan mucho más difíciles de ubicar y atacar que los tanques y la artillería pesada que fueron diezmados en los once días anteriores.
El ataque en el camino a Brega desde Ajdabiya pareció tener el efecto deseado por los leales. Un cauteloso reconocimiento de avanzada se detuvo por temor a ser flanqueado. Los rebeldes, los Shabaab, cuya práctica hasta ahora había sido simplemente cargar hacia adelante por la ruta principal al oeste, para luego ser vencidos, quedaron sin saber qué hacer.
El pequeño número de oficiales de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña, y las fuerzas especiales que ya están en Libia puede ser que tengan que ser acrecentadas, con su misión extendida si una potente insurgencia se esparce en el país. La superioridad aérea en tales conflictos, como quedó demostrado en Irak y Afganistán, sería de limitada utilidad ante este tipo de guerra.
Irónicamente, las fuerzas especiales británicas del SAS estuvieron involucradas en el entrenamiento de las fuerzas libias antes de la revolución, a raíz de un acuerdo de 2009. Se hicieron cursos en contraterrorismo y vigilancia en un momento en que Trípoli era visto como un aliado contra la violenta militancia islamista. Las relaciones entre el régimen y Occidente se descongelaron después de que Khadafi desmanteló su programa de armas de destrucción masiva y extraditó a dos sospechosos para ser juzgados por el atentado de Lockerbie.
La única evidencia concreta de la presencia de fuerzas secretas del Reino Unido en tierra libia hasta ahora surgió con los arrestos vergonzosos de soldados del SBS que habían escoltado a diplomáticos a Benghazi. Desde entonces, los operadores británicos y estadounidenses han estado pidiendo ataques aéreos, tratando de ubicar los misiles del régimen tierra a aire, y haciendo de nexo con los funcionarios del gobierno provisional en Benghazi. También se dice que recogen información sobre los elementos islamistas dentro del Shabaab y líderes como Abdul Hakim Al Hasidi, el jefe de la milicia en la ciudad de Darnah, que pasó cinco años en Afganistán donde supuestamente conoció a Osama bin Laden.
Barack Obama había firmado la autorización para que la CIA provea armas y otro apoyo a los rebeldes, aunque el tema de suministrar armas está causando un agitado debate dentro de la administración estadounidense. Jay Carney, el vocero de prensa de la Casa Blanca, no quiso comentar sobre «temas de inteligencia».
Que los rebeldes carecen de habilidades de contrainteligencia quedó en evidencia nuevamente ayer con las instrucciones contradictorias emitidas y los altercados entre los combatientes. Alí Mohammed Bakr, un comandante Shabaab, dijo: «No esperábamos que nuestros enemigos usaran estas tácticas. Nos tomaron por sorpresa. Traté de que algunos de mis hombres los flanquearan y rodearan, pero el grupo de Khadafi los vio y se fueron muy rápidamente. No tenemos ni los vehículos ni las armas para este tipo de guerra. Pero creemos que algunos países extranjeros han estado suministrando armas especiales a Khadafi, y ése es el motivo por el cual sus soldados nos pueden atacar sin que nosotros los veamos».
Una campaña de insurgencia puede tener éxito, algo aceptado generalmente, sólo con la ayuda de elementos de la población local. Mientras que es cierto que la mayoría de la gente en el este del país parece apoyar fervientemente la revolución, el régimen también goza de apoyo entre las comunidades y tribus. Poblaciones locales ya han peleado varias veces junto a soldados leales contra los rebeldes, la última ocasión en la ciudad de Bin Jawad.
* De The Independent de Gran Bretaña.
Comentar post