Casi 50 años después, Bergoglio aún se reúne con sus primeros alumnos, lo recuerdan como un amante de la literatura que ya se codeaba con personalidades. Su memoria, su carisma, su espíritu incansable y Borges
“Argentino pero modesto”, tituló el jueves un diario colombiano. La síntesis, el adversativo genial, da con una parte de la personalidad del flamante Papa Francisco que todos quienes lo han tratado rescatan.
Por supuesto, la mayoría de quienes estuvieron vinculadas a él son personas relacionadas con la Iglesia de tal modo que es improbable encontrar más que elogios. Desmesurados o no, van conformando el perfil de quien ya se ha transformado en uno de los argentinos más importantes de la historia (de cómo le vaya en su papado dependerá el lugar en un eventual podio).
En ese coleccionar de adjetivos, como docente es definido como lúcido, cercano a los alumnos y popular. Su primera experiencia fue como profesor de Literatura y Psicología en el Colegio Inmaculada Concepción de Santa Fe. Aún mantiene relaciones con sus ex discípulos de aquellos años, 1964 y 1965. Al punto que, entre múltiples compromisos, todavía se reúne con ellos con fecuencia (como se ve en la foto de agosto de 2010 aquí publicada).
Ese es otro de los puntos señalados habitualmente: la infatigable actividad de una persona que duerme cuatro o cinco horas por día y parece que estuviera en todos lados, omnipresente.
“Cuando nos dio clases no estaba ordenado, era lo que se llama maestrillo, son dos años de docencia que debe hacer de modo obligatorio”, recuerda Jorge Milia, uno de aquellos jóvenes del Inmaculada con quien siguió en contacto a través de las décadas.
Otra constante que remarcan es su afán literario, encabezado por Jorge Luis Borges, a quien incluso llevó a Santa Fe, a través de una de sus esposas, María Esther Vázquez, escritora que también visitó a los pupilos. El autor de Ficciones escribió un generoso prólogo de un volumen de Cuentos originales, que los alumnos escribieron bajo la influencia de Jorge Bergoglio.
No fue la única personalidad que se acercó a hablar con los adolescentes. Pasaron además médicos, sindicalistas, políticos y otros escritores con los que el futuro Papa ya establecía contactos y generaba afinidades. Entre ellas la reconocida escritora María Esther de Miguel, de cuyo encuentro con los alumnos aún queda una foto (también reproducida en estas páginas).
Además de la espiritual, Bergoglio dejó huellas literarias en sus alumnos. El mismo Milia cuenta que en 2005, para los 40 años de egresados escribió unas memorias al estilo Juvenilia, de Miguel Cané.
“Mi idea era hacer unas fotocopias y repartirlas entre nosotros”, cuenta, “y le pedí a Bergoglio que escribiera unas líneas para el prólogo. Pero a los dos días murió Juan Pablo II, él se fue para Roma y yo me olvidé del asunto”.
Pero Bergoglio no se había olvidado y a su regreso, ya coronado Benedicto XVI, lo llamó y le dijo: “Lo leí y me cagué de risa. Esto no es para fotocopias, es para un libro si lo podés reescribir un poco”, recuerda Milia hoy. Pelearon un poco sobre qué hacer y qué no y Bergoglio ganó. Como siempre, remarca Milia.
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