«La Iglesia no condena eternamente a nadie». Fue una clara alusión al Sínodo Mundial de Obispos dedicado a la familia, que en octubre debe resolver el conflicto por la prohibición a los divorciados de recibir los sacramentos.
En una alusión transparente de cara al Sínodo Mundial de Obispos dedicado a la familia, que tendrá lugar en octubre y que debe resolver el conflicto interno planteado porla prohibición a recibir los sacramentos que castiga a los divorciados vueltos a casar, el Papa Francisco dijo esta mañana en la misa que puso fin al Consistorio que»la Iglesia no condena eternamente a nadie».
Delante de Jorge Bergoglio en la basílica de San Pedro al Vaticano, vestido con paramentos verdes, estaban los cardenales que ayer fueron creados por el pontífice, entre ellos el tucumano Luis Villalba, junto con la mayoría de los purpurados del Sacro Colegio de 227 miembros, de los cuales 125 son electores menores de 80 años y votarán en el Cónclave para designar al sucesor de Francisco.
Más allá de la basílica esperaba una impresionante multitud de fieles que llenaban la plaza. Al mediodía, Francisco se asomó a la ventana del tercer piso del Palacio Apostólico desde donde recita el Angelus y fue saludado por una ovación. Pidió un aplauso para los veinte nueve cardenales y él mismo se unió al batir de palmas.
En dos momentos sucesivos se vivió en San Pedro una escena muy sugestiva del «momentum» que vive la Iglesia de 1.200 millones de fieles en todo el mundo.
En la homilía de la misa con los nuevos cardenales, Francisco predicó que «el camino de la Iglesia es el de no condenar eternamente a nadie». Cientos de obispos y decenas de cardenales que estaban en la misa de clausura del Consistorio entendieron a que se refería el Papa.
Ya Francisco había dicho más de una vez que el segundo Sínodo de la Familia, en octubre, debe afrontar los dilemas de los divorciados vueltos a casar, que divide en profundidad dentro de la Iglesia a aperturistas y conseervadores. El Papa afirmó que no puede haber en esto condenas para siempre. A los que se casaron por la Iglesia, se divorciaron y casaron nuevamente por el civil, se los excluye del sacramento de la Comunión.
¿Como superar el problema sin lesionar el principio de la indisolubilidad del matrimonio, que es uno de los dogmas católicos que existen «por voluntad divina» y que ni el Papa tiene poder para cambiar?
Franciscoapeló al episodio evangélico de la cura del leproso, que según la ley mosaica debía ser marginado de la ciudad y aislado. «Jesús quiso curar al leproso, tocarlo, reintegrarlo en la comunidad sin autolimitarse en los prejuicios, sin adecuarse a la mentalidad dominante de la gente».
Este pronunciamiento contra las «aduanas pastorales» convirtió a su homilia en una de las más importantes de su pontificado. «Sin preocuparse del contagio, Jesús respondió sin más a las súplicas del leproso, sin las habituales postergaciones pra estudiar la situación y las eventuales consecuencias».
Para Cristo «lo que cuenta es llegar y salvar a los lejanos, curar las heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la famiia de Dios».
«¡Y esto escandaliza a alguno», enfatizó Francisco, aludiendo a los que hoy levantan trincheras y lanzan anatemas en el tema de los divorciados vueltos a sacar. Sin ser explícito ni dar nombres, por supuesto, pero no hacía falta.
«Jesús no piensa en las personas cerradas que se escandalizan frente a cualquier apertura y cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales y espirituales». A las «personas cerradas», las acusó de «puridad ritualista».
El Papa argentino invitó a los nuevos cardenales imaginar el sufrimiento y la verguenza del leproso: fisicamente, socialmente, psicologicamente y espiritualmente.»El no es solo víctima de la enfermedad, sino que se siente también culpable, castigado por su pecados. Es un muerto viviente».
La marginación, la expulsión, tiene una finalidad, según el Papa. «La de salvar a los sanos, proteger a los justos y, para salvarlos de todo riesgo, marginar el peligro, tratando sin piedad al contagiado».
Pero Jesús «revoluciona y conmueve con fuerza esta mentalidad cerrada en el miedo y autolimitadad por los prejuicios». Agregó Bergoglio que Cisto: «no abolió la ley de Moises sino que la llevó a su cumplimiento, destacando la ineficacia contraproducente de la ley del talión, la venganza».
Jesús, «nuevo Moises», «quiso integrar a los marginados». Son «dos lógicas de pensamiento y de fe: el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos». En un metafórico ataque a fondo a los conservadores, Francisco destacó que «también hoy ocurre que nos encontramos ante las dos lógicas. La de los doctores de la ley, de marginar el peligro alejando a la persona contagiada, y la lógica de Dios, que con su misericordia abraza y acoge reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación y la exclusion en anuncio».
«Estas dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar». Curando al leporos, Jesus «no daña al que está sano, lo libera del miedo. No le procura un peligro sino que le dona un hermano. No desprecia la ley sino que aprecia al hombre». Por eso «la caridad no puede ser neutra, indiferente, tibia o imparcial». «La caridad cotagia, apasiona, arriesga e involucra».
«Queridos nuevos cardenales», concluyó la prédica de Francisco, «esta es la logica de Jesus, el camino de la Iglesia. No solo acoger e integrar sino ir a buscar, sin prejuicios y sin miedo. La total disponibilidad en servir a los otros es nuestro signo distintivo, nuestro único titulo de honor. No se puede estar con Jesús, aislandose en una casta que no es auténticamente eclesial, sin querer estar con los marginados. Debemos ver a Jesús en cada marginado, lo que descubre y se revela como nuestra credibilidad».
Fuente: Clarin
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