El Pontífice, al finalizar la misa de pascua, destacó también en su mensaje que «toda elección política resulte inspirada por el respeto hacia la persona humana».
Que «en los países del Africa septentrional y de Medio Oriente, todos los ciudadanos -y en particular los jóvenes- obren para promover el bien común», pidió el pontífice y subrayó que en Costa de marfil «se pueda recomponer la civilizada convivencia entre las poblaciones».
«En este mundo nuestro el aleluya pascual contrasta aún con los lamentos y los gritos que provienen de tantas situaciones dolorosas: miseria, hambre, enfermedades, guerras, violencias», enumeró Benedicto XVI
Que «en Libia la diplomacia y el diálogo tomen el lugar de las armas», auguró.
El mensaje «A la Ciudad y al Mundo» (Urbi et Orbi) también recordó la situación de los refugiados y de los inmigrantes que en la actualidad llegar desde Africa a las costas europeas, «forzados a dejar sus afectos más profundos».
El papa auguró que para ellos «llegue la solidaridad de todos, que los hombres de buena voluntad se iluminen y abran el corazón a la recepción, para que en forma solidaria y acordada se puedan enfrentar las necesidades imperiosas de tantos hermanos».
Benedicto XVI recordó asimismo en su mensaje el drama que desencadenaron en Japón el terremoto y el tsunami del 11 de marzo pasado, donde decenas de miles de personas murieron o están desaparecidas.
El Papa extendió también su palabra a todos los países afectados por desastres naturales.
El Pontífice auguró que «puedan hallar consuelo y esperanza la tierra del Japón, mientras enfrenta las dramáticas consecuencias del reciente terremoto, y los países que en los meses pasados fueron afectados por calamidades naturales que sembraron dolor y angustia».
Antes de su mensaje Urbi et Orbi, el Papa saludó este domingo a los pueblos y a las naciones en 65 lenguas, entre ellas el chino, el árabe, el hebreo, el etíope-eritreo, el japonés y el hindi.
Esta mañana Benedicto XVI ingresó a la Plaza San Pedro del Vaticano en el papamóvil, saludando a los casi 100 mil fieles que estaban reunidos desde temprano para participar en las celebraciones y recibir la bendición papal Urbi et Orbi».
Como es habitual desde 1985, la Plaza San Pedro fue adornada con arreglos de los floristas holandeses, que incluían azaleas, lirios, flores de cerezo, tulipanes, con predominio de los colores amarillo y blanco del Vaticano.
El balcón desde el cual el Pontífice impartió su bendición fue adornado con 1.700 rosas Vendela de color crema. Las decoraciones estuvieron a cargo del holandés Charles van der Voort.
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