Los duros calificativos de Aznar y Rodríguez Zapatero. El temperamento de la Presidenta y su equipo «lamentable». Calderon y Lula, los mejores vistos.
Los últimos cables secretos de la Embajada de Estados Unidos en España que reveló el sitio WikiLeaks son realmente comprometedores. Las relaciones de España con los líderes latinoamericanos parecen no haber sido tan diplomáticas. O al menos, detrás de lo políticamente correcto se escondían opiniones muy duras sobre algunos mandatarios, entre las que se destacan definiciones sobre Cristina Kirchner y Hugo Chávez.
Trinidad Jiménez, la actual ministra de Exteriores, se quejaba de la dependencia que la presidenta Cristina Fernández tenía de su marido. En uno de los cables de WikiLeaks, en mayo de 2008, el ex presidente español José María Aznar opina que es «una marioneta de su marido».
Javier Sandomingo, director general de Exteriores para Latinoamérica, llegó a señalar que Cristina «podría incluso ser más inconsistente y temperamental que su marido, Néstor, que ya es decir» y Bernardino León, secretario general de la oficina del presidente español, calificó como «lamentable» al equipo que acompaña a la jefa de Estado. No fue todo, antes advirtió sobre la corrupción en Argentina.
En esta nueva entrega de revelaciones, los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez y de Nicaragua, Daniel Ortega, aparecen entre los más cuestionados por los funcionarios europeos.
En noviembre de 2007, la entonces secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez definía al caribeño como «un payaso» tras recordar el tristemente célebre reto de rey Juan Carlos: «¿Por qué no te callas?». Pero Jiménez era todavía más dura al considerar que está «en otro mundo» y que es «un bestia, pero no un estúpido».
Otros dos críticos furiosos del venezolano fueron el director general de Política Exterior del Ministerio de Exteriores, Rafael Dezcallar y el portavoz de Exteriores de los socialistas en el Congreso, Rafael Estrella: el primero decía que Chávez «no tiene estómago para ser dictador» y es su propio enemigo. El segundo, en tanto, observaba su dependencia del petróleo. Si los precios del crudo caían creía que se convertiría en un «populista autoritario».
Tanto el presidente José Luis Rodríguez Zapatero como su principal rival en las elecciones que lo consagraron presidente, Mariano Rajoy, coincidían en que Venezuela «es un desastre de país» y el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, llegó a decir en la Embajada norteamericana en Madrid que «todos en Latinoamérica están preocupados por la conducta de Hugo Chávez, que se está haciendo cada vez más megalomaníaco».
Otro presidente resistido por Zapatero era el nicaragüense Ortega con el que no aceptó reunirse, según los cables de la Embajada, por «errático e imprevisible». Jorge Romeu, director general para México, Centroamericana y el Caribe llegó a calificarlo de «loco» y la mismísima Trinidad Jiménez expresó que era «el peor de todos los líderes con quien ella trabaja».
En el caso de Evo Morales, presidente de Bolivia, hasta octubre de 2005 «no es peor que varios otros líderes latinoamericanos con que hemos tratado en el pasado o ahora», decía Javier Sandomingo, embajador de España en Lima.
Los líderes mejores vistos eran el mexicano Felipe Calderón y Lula Da Silva, de Brasil. El primero, según Jiménez, es «el mejor del actual grupo de jóvenes líderes de Latinoamérica» y el carioca, hasta 2007, era visto como un hombre que hacía las cosas bien.
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