En una emotiva homilía durante la misa de Gallo, el papa Francisco criticó que «la mundanidad tomó de rehén a la Navidad». En la víspera de Nochebuena pidió por los niños que deben «escapar de los bombardeos», los que yacen «en el fondo de una barcaza repleta de migrantes» y por aquellos a «los que no se deja nacer», al tiempo que lamentó la indiferencia frente a los marginados y la preocupación por los regalos.
Tras escuchar la «kalenda», el canto típico que suena sólo para esta celebración, las luces de una Basílica de San Pedro colmada se encendieron sobre las 21.30 locales para dar inicio a una misa a la que asistieron miles de peregrinos y que fue concelebrada por 30 cardenales, 40 obispos y 250 sacerdotes.
«Dios no se hace presente allí; no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende», aseguró el Pontífice en su cuarta Misa de Gallo como Papa, tras recordar la noche de «alegría, gloria y luz» que simboliza la Nochebuena para el catolicismo.
«Y para encontrarlo hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño. El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará», sostuvo Jorge Mario Bergoglio, en el día que se cumplen además 80 años de su bautismo.
«Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido de la vida», planteó el Obispo de Roma, que antes de la misa saludó personalmente por Navidad, «como todos los años», a su antecesor Benedicto XVI en el monasterio en el que vive dentro del Vaticano.
Rodeado por buena parte del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, Francisco pidió: «Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que hoy no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos pesebres donde se devora su dignidad: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes».
«Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas», agregó.
La tradicional misa comenzó con el canto de «Gloria» y las campanas de San Pedro repicando para anunciar el nacimiento del Niño Jesús.
La celebración tuvo, además, un emotivo homenaje a los bomberos que participaron de las tareas de rescate tras los terremotos que afectaron Italia en agosto y octubre pasado: fue uno de ellos, junto a un miembro de la Gendarmería vaticana, el encargado de depositar la imagen del Niño Jesús en el pesebre donado por el gobierno maltés que desde el 9 de diciembre adorna la Plaza San Pedro.
En ese marco, el Pontífice recordó que «el misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza». «Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada. Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, ‘porque no tenían sitio en la posada’. Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría», expresó Francisco. «La mundanidad tomó de rehén a la navidad», denunció.
«También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos preocupamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado», criticó por último.
La agenda de celebraciones continúa mañana al mediodía, en el balcón central de la Basílica Vaticana, desde donde Francisco dirigirá su tradicional mensaje navideño a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro e impartirá la Bendición Apostólica «Urbi et Orbi», es decir a la ciudad de Roma y al mundo.
El lunes 26, en tanto, ofrecerá el Ángelus desde la ventana del palacio Apostólico.
Ag. de Noticias: Dia a Dia
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